"Hymns in Dissonance" de WHITECHAPEL, un regreso a sus raíces más brutales...

Un recordatorio de que la brutalidad bien hecha sigue teniendo valor, aunque echemos de menos la valentía que exhibieron en el personal “The Valley"

"The Last Will and Testament", OPETH firman una obra maestra

Los suecos siguen avanzando, labrando su propio nombre, gracias a un disco que aúna lo mejor de su carrera.

"Servitude" de THE BLACK DAHLIA MURDER

La banda supera su luto y regresa con un gran disco como es "Servitude", que sirve como punto de inflexión

"Opera" de FLESHGOD APOCALYPSE, fusionando el death metal con la lírica

El regreso de Paoli nos trae un álbum tan excesivo como delicioso por parte de italianos

"Schizophrenia" de CAVALERA

Los hermanos siguen emulando, con éxito, a Taylor Swift con sus "Cavalera's Version"

Crítica: Turnstile "NEVER ENOUGH"

En el panorama del hardcore, pocas bandas han logrado trascender los límites del género con la audacia y creatividad de Turnstile, el quinteto originario de Baltimore que ha redefinido las posibilidades sonoras del punk más ligero. Con su cuarto álbum, "NEVER ENOUGH" (2025), Brendan Yates (voz y teclados), Pat McCrory (guitarra), Franz Lyons (bajo), Daniel Fang (batería) y la nueva integrante Meg Mills (guitarra) consolidan su evolución, fusionando elementos de electrónica, pop, funk y hasta pasajes con flauta, sin perder la esencia visceral que los caracteriza. Este trabajo, que sucede al aclamado "Glow On" (2021), no solo responde a las expectativas desmesuradas tras su éxito, sino que las desafía, abrazando un espíritu de libertad creativa que refleja su ethos. Mientras que bandas como Crass usaban el punk para proclamas políticas, Turnstile, liderados por Yates, opta por letras introspectivas que abordan la superación personal y la lucha contra la soledad, manteniendo un mensaje universal. Su trayectoria, desde "Nonstop Feeling" (2015) hasta "Time & Space" (2018), ha sido un viaje de autodescubrimiento, y este nuevo disco captura esa búsqueda constante de equilibrio entre innovación y raíces hardcore. La inclusión de colaboradores como Hayley Williams, A. G. Cook y Shabaka Hutchings enriquecen la paleta sonora, aunque a veces el peso de la experimentación diluye la presencia de algunos instrumentos, como el bajo de Lyons, que queda relegado en la mezcla.

"NEVER ENOUGH" (2025) despliega una diversidad sonora en canciones como "LOOK OUT FOR ME" que muestran la ambición de Turnstile al combinar riffs contundentes con sintetizadores minimalistas, para luego transitar hacia un estilo electrónico inspirado en Jamie xx. Este tema, de casi siete minutos, es un testimonio de su capacidad para fusionar géneros sin perder cohesión, mientras que "DULL" experimenta con coros inspirados en el nu-metal y versos electrónicos glitch, probablemente gracias a la producción adicional de A. G. Cook, mientras que "TIME IS HAPPENING" abraza el pop-punk con una energía azucarada que se equilibra con un cierre ambiental. "SUNSHOWER", una de las canciones más intensas, arranca con furia pero sorprende al concluir con la mencionada flauta de Shabaka Hutchings, creando un contraste que refleja la dualidad entre caos y calma. "BIRDS” mantiene la agresividad clásica de Turnstile, con Yates y McCrory liderando la carga, aunque la ausencia de un segundo guitarrista, tras la salida de Brady Ebert en 2022, se siente en la profundidad de los riffs. "SEEIN’ STARS", con la ayuda de Hayley Williams y Devonté Hynes, parece evocar el alma de The Police, mientras que "DREAMING" introduce ritmos latinos y trompetas de BadBadNotGood, mostrando la versatilidad de Lyons y Fang en la sección rítmica. Sin embargo, la mezcla a veces opaca el bajo de Lyons, lo que resta impacto a ciertos momentos. A pesar de esto, la producción de Brendan Yates logra que cada pista, desde el pop rock de "LIGHT DESIGN" hasta el drone ambiental de "CEILING", mantenga una identidad distintiva que invita a la inmersión total.

"NEVER ENOUGH" (2025) no es solo un álbum, sino una declaración de intenciones de Turnstile, una banda que se niega a ser encasillada y que, bajo el liderazgo de Yates, abraza la vulnerabilidad y la experimentación con una sinceridad desarmante. Aunque algunos puristas del hardcore puedan lamentar la ausencia de la urgencia cruda de trabajos como "Pressure to Succeed" (2011), este disco reafirma su compromiso con la autenticidad y unos valores que se reflejan en acciones como su concierto benéfico en Baltimore antes del lanzamiento. La soledad de la fama, que Yates expresa en versos como “My head is overjoyed and this is where I wanna be, but I can’t feel a fucking thing” en "SUNSHOWER", resuena como un recordatorio de que el éxito no exime de luchas internas. La incorporación de Meg Mills, aunque no participa en la grabación, señala un nuevo capítulo para la banda, y la dirección visual de Yates y McCrory en la película que acompaña el álbum promete ampliar su universo artístico. "NEVER ENOUGH" (2025) me resulta inspirador por su valentía para trascender géneros sin sacrificar la energía catártica que define a Turnstile, un recordatorio de que el arte, como la vida, es un proceso imperfecto pero necesario y "NEVER ENOUGH" (2025) captura esa lucha con una belleza cruda y transformadora.

© 2025 Conde Draco

Crítica: Manic Street Preachers "Critical Thinking"

Recuerdo perfectamente, como si fuese ayer, cuando escuché por primera vez a los Manics, corría el año 94 y a “The Holy Bible” le sentaban como un guante aquellos años de desencanto que la Generación X supimos aguantar tan bien y los medios vendieron como parte de nuestro ser. Después llegó "Everything Must Go" (1996) y, a pesar de ser un gran álbum y el espaldarazo que fue la preciosa "A Design for Life", los Manics entraron en un terreno complaciente. “This Is My Truth Tell Me Yours” (1998) era intenso pero excesivamente blando por momentos y las letras confirmaron que el espíritu contestatario de los primeros años y el cambio de timón las había vuelto panfletarias, hasta los caminos comunes en los que parecen haberse afincado hasta ahora. James Dean Bradfield, Nicky Wire y Sean Moore, tienen talento a espuertas, llevan casi cuarenta años desafiando convenciones con su música comprometida y su evolución constante, es verdad, pero da la sensación de que, a pesar de su más que probada solvencia en estudio y la apuesta segura que son en directo, los focos hace mucho que dejaron de seguir sus pasos y tampoco pasa nada. Su decimoquinto trabajo, “Critical Thinking” (2025), publicado en febrero, se presenta como una piedrás más que sumar a su prolífica carrera, fusionando melodías pegadizas con aspiraciones a la grandeza y reflexiones sobre la sociedad actual. Lógicamente, no llega al nivel de obras maestras como “The Holy Bible” (1994) o “Everything Must Go” (1996), pero mantienen la vigencia, alternando su clásico rock de para todos los públicos con experimentos más arriesgados; el capitalismo desmedido y la decadencia política, son algunos de los temas en los que los Manics intentan poner el dedo en la llagar, aunque algunos de sus versos no terminen de convencer. 

"Critical Thinking" es un tema de new wave con un toque oscuro que evoca a INXS en sus buenos momentos. Nicky Wire toma la voz principal y recita con ironía frases trilladas sobre el mundo moderno, como “síndrome del impostor” o “vive tu verdad”, para cerrar con un grito liberador. Sin embargo, aunque comparta su visión, otras expresiones como “puertos libres” o “torres de falsedades” parecen algo forzadas e incluso infantiles, como si Bradfield y Wire intentaran abarcar demasiado en una sola canción o se hubiesen quedado sin ideas y forzado la ironía. Por otro lado, "Decline and Fall" apuesta por un rock más tradicional, con piano y una intensidad que recuerda a “This Is My Truth Tell Me Yours”(1998). La letra, que medita sobre un mundo “que ya no da más de sí”, se beneficia de la producción impecable y la entrega apasionada de James Dean Bradfield, como siempre. "Hiding in Plain Sight", con Wire nuevamente al frente, ofrece un pop-rock pegadizo que podría resonar en grandes festivales, recordando a “Generation Terrorists” (1992). En cambio, "People Ruin Paintings" sorprende con una estructura menos convencional y un ritmo bailable, mientras que "Late Day Peaks" explora influencias del pop japonés, un giro inesperado que, aunque intrigante, no encaja del todo en el álbum y no me hace perder el sueño. Canciones como "One Man Militia", inspirada en el funeral de la reina Isabel II, caen en un tono excesivamente artificial y pretenciosa con frases como “doctrina inflexible”, lo que resta fuerza emocional. Más conmovedora es "Dear Stephen", una balada introspectiva que evoca un recuerdo personal de Wire con Morrissey, destacando por su delicadeza y conexión emocional, mostrando que los Manics son más efectivos cuando priorizan lo íntimo sobre lo público.

A pesar de sus altibajos, “Critical Thinking” (2025) confirma que Manic Street Preachers sigue siendo una fuerza relevante en un panorama musical que a menudo valora más la novedad por encima de la constancia. Sean Moore brinda una base rítmica sólida, la banda entrega momentos memorables, como los coros de "Brush Strokes of Reunion", perfectos para ser coreados por multitudes. Sin embargo, el disco carece de la cohesión de trabajos previos como “Futurology”(2014) o “The Ultra Vivid Lament” (2021), y algunas letras resultan demasiado pueriles, sacrificando sutileza por claridad. En definitiva, “Critical Thinking” (2025) es un disco que, aunque no alcanza la genialidad de sus mejores obras, mantiene encendida la llama de una banda que aún tiene mensajes que transmitir, incluso cuando no encuentran el modo más preciso de hacerlo, pero sienten la eterna manía de querer dar voz a quienes ya sólo les interesan selfies y mamonadas. Será cosa del nombre...

© 2025 Conde Draco

Crítica: Volbeat "God of Angels Trust"

Es cierto que Volbeat han logrado un lugar destacado en la escena gracias a su capacidad para fusionar elementos de hard rock, groove metal, rockabilly y toques de country, creando un sonido distintivo que les ha valido un éxito comercial, aunque en este caso sí que hayan tenido que comprometer su esencia. Su noveno álbum, “God of Angels Trust” (2025), llega tras el aclamado “Servant of the Mind” (2021), un trabajo que marcó un retorno a sus raíces más pesadas aunque, en lo más personal, no me convenciese. Y es que sigo opinando que el último álbum destacable de los daneses sigue siendo “Guitar Gangsters & Cadillac Blood” (2008), culpando a su éxito como único detonante de la gira eterna en la que Poulsen parece haber vivido los últimos quince años, el agotamiento físico y creativo y los cambios en su formación. En “God of Angels Trust” (2025) nos encontramos a Poulsen, junto al baterista Jon Larsen y el bajista Kaspar Boye Larsen, centrados en un enfoque más instintivo, abandonando estructuras convencionales de composición para entregar un trabajo que, aunque no sea revolucionario, mantiene la energía característica de la banda. Y he aquí el primer punto negativo de un álbum que suena fantástico pero en el que Volbeat juegan en un terreno seguro, lo que genera un álbum que, aunque es sólido, no siempre alcanza las alturas de sus mejores momentos, La ausencia del guitarrista Caggiano (un guitarrista que nunca terminé de asimilar a Volbeat), quien dejó la banda en 2023, se siente en ciertos pasajes, aunque Flemming C. Lund (también integrante de Asinhell) aporta vibrantes solos que enriquecen el sonido de la banda, convirtiendo a “God of Angels Trust” (2025) en un esfuerzo que equilibra la familiaridad con algunos destellos de frescura, pero su duración más corta y ciertas inconsistencias impiden que alcance el estatus de obra maestra.

“Devils Are Awake” arranca el álbum, un tema que irrumpe con un riff thrashy que recuerda a Metallica, estableciendo un tono agresivo que garantiza el retorno a los orígenes más crudos de Volbeat, similares a los de “Guitar Gangsters & Cadillac Blood” (2008). Poulsen canaliza toda la energía visceral de aquellos momentos en su voz, en ese intento eterno por evocar a James Hetfield y Elvis Presley, aunque a mí me irrite en sobremanera y lo asemeje más a un tirolés hipertrofiado. “By a Monster’s Hand”, el primer sencillo, mantiene esta intensidad con un ritmo de medio tiempo y un solo de guitarra de Lund que brilla por su precisión. Sin embargo, “Acid Rain” baja el ritmo con un enfoque más melódico, casi de balada, que resulta agradable pero algo predecible, reminiscente de los momentos más facilones de “Seal the Deal & Let’s Boogie” (2016). Por otro lado, “Demonic Depression” sorprende con su ferocidad, combinando blastbeats y furiosos riffs que bien podrían encajar en un disco de groove de bajo octanaje, mientras que “In the Barn of the Goat Giving Birth to Satan’s Spawn in a Dying World of Doom” destaca por su título extravagante y su mezcla de riffs sabbathianos con un toque de psicodelia rockabilly. Larsen demuestra su versatilidad en la batería, adaptándose a los cambios de tempo con facilidad. Sin embargo, canciones como “At the End of the Sirens” se extienden más de lo necesario y “Time Will Heal”, aunque emocional, se siente algo genérica, con un aire pop que recuerda a bandas como The Killers, por increíble que parezca. “Better Be Fueled Than Tamed” recupera la fuerza con riffs robustos, pero el cierre con “Enlighten the Disorder (By a Monster’s Hand Part 2)” no logra destacar, sin añadir nada al conjunto.

En términos generales, “God of Angels Trust” (2025) es un álbum que cumple con las expectativas de los seguidores de Volbeat, ofreciendo una mezcla de su sonido característico con algunos guiños a sus influencias más pesadas. La producción de Jacob Hansen, colaborador de larga recorrido, asegura un acabado pulido, aunque la rapidez con la que se grabó el disco —en apenas cinco semanas— deja algunos momentos que carecen de profundidad en el apartado lírico. Comparado con “Beyond Hell/Above Heaven” (2010), que marcó un pico creativo, este trabajo se siente menos ambicioso, aunque más enfocado que “Rewind, Replay, Rebound” (2019). La voz de Poulsen sigue siendo lo más característico, cargada de carisma, y el trabajo rítmico de Jon Larsen y Kaspar Boye Larsen sostiene la energía del álbum. No obstante, la falta de riesgo y algunos temas que no logran enganchar del todo hacen que el disco no alcance el nivel de sus obras más memorables, quedándose a medio camino entre la grandeza y la comodidad.

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Crítica: Katatonia “Nightmares as Extensions of the Waking State”

Hace poco, pasé por una de mis famosas ‘fases Katatonia’ en las que, cada cierto tiempo, me sumerjo y escucho toda su discografía, como si no hubiese un mañana y sólo existiese la banda de Renkse en el mundo. Es algo que me suele ocurrir muy a menudo y es que en mi dieta musical, paso por períodos de obsesión por una u otra banda que, durante esas fiebres, se me antoja indispensable para vivir. Quizá sea por eso que, tras ser testigo una vez más de la evolución desde sus inicios en los años noventa, y su cambio de un sonido death-doom hacia un estilo más atmosférico y emocional, me sienta especialmente crítico con este, su decimotercer álbum, "Nightmares as Extensions of the Waking State" (2025), editado por Napalm Records, que representa una continuación lógica de su predecesor "Sky Void of Stars" (2023), manteniendo la esencia de un grupo que no busca complacer a los nostálgicos como yo, sino explorar su propia visión. La salida de Anders Nyström y Roger Öjersson, figuras clave en la historia de la banda, podría haber alterado su rumbo, pero Renkse, junto a los nuevos guitarristas, Nico Elgstrand y Sebastian Svalland, mantiene firme el timón, lo que me lleva a pensar que él es el único responsable de los últimos años de Katatonia, con sus aciertos pero también sus errores . La producción, a cargo del propio Renkse, con grabaciones de Lawrence Mackrory y mezcla de Adam Noble, ofrece un sonido pulido que resalta el habitual contraste entre intensidad y quietud, aunque semejante truco de magia ya no logre sorprender como sí ocurría hace años. Y es que este trabajo, sin ser un punto de inflexión en su carrera, reafirma la capacidad de Katatonia para conjugar melancolía y peso sonoro, pero también cae en fórmulas predecibles que limitan su impacto. La incorporación de elementos como coros y teclados, junto a la bonita y evocadora voz de Renkse, mantiene la atmósfera característica del grupo, pero no siempre alcanza la profundidad emocional de sus obras más icónicas como "Brave Murder Day" (1996) o "Viva Emptiness" (2003).

"Nightmares as Extensions of the Waking State" (2025) presenta una mezcla de dinamismo y reflexión, con momentos que brillan por su ejecución, aunque no todos los temas logren destacar individualmente. La canción inicial, "Thrice", abre con una explosión de batería a cargo de Daniel Moilanen, que da paso a un tema robusto y con la clara intención de convertirse en una especie de himno, evocando la intensidad de trabajos anteriores, pero con un enfoque más contemporáneo gracias a los arreglos de Elgstrand y Svalland. Por su parte, "Lilac", el primer sencillo, destaca por sus versos serpenteantes y una melodía que, aunque reminiscente de los Katatonia de siempre, se siente fresca y con la magia suficiente como para convertirse un pilar en su próxima gira. "Temporal", otro punto alto, equilibra fragilidad y fuerza, con intensos versos que culminan en un coro emocionalmente cargado, mostrando la habilidad de Renkse para tejer paisajes sonoros capaces de atrapar al oyente, aunque sea un viejo amigo habitual de la banda y no tenga la inocencia de las nuevas audiencias. Sin embargo, composiciones como como "Departure Trails" y "Warden" tienden a diluirse en una fórmula repetitiva, con estructuras que, aunque bien ejecutadas (faltaría más), no aportan nada al conjunto. "Wind of no Change", con su uso de texturas electrónicas y coros, intenta llevarnos a ambientes ceremoniales, pero no siempre logra la trascendencia que promete. Más interesante es "Efter Solen", cantada en sueco, que con su instrumentación minimalista rinde homenaje al ethos de la banda, evocando ecos literarios de Jonas Eika. Finalmente, "The Light Which I Bleed" resalta el talento de Moilanen en la batería, con un ritmo que alterna sutileza y groove, apoyado por una producción natural grabada en una iglesia. Aunque el álbum tiene momentos inspirados, la segunda mitad pierde algo de fuelle, repitiendo patrones que restan frescura.

Así, "Nightmares as Extensions of the Waking State" (2025) es un esfuerzo sólido que refleja la comodidad de Jonas Renkse con la dirección actual de Katatonia, pero no logra posicionarse como uno de sus mejores trabajos. La banda, completada por Niklas Sandin en el bajo y los nuevos guitarristas, mantiene su capacidad para evocar paisajes sonoros de belleza sombría, pero la falta de riesgo puede decepcionar a quienes esperaban un giro más audaz tras la salida de Nyström o, por lo menos, adivinar si era culpa de uno u otro el callejón creativo sin salida en el que Katatonia parecían haberse metido. Canciones como "Thrice", "Lilac" y "Temporal" muestran destellos de la genialidad que ha convertido a la banda en un referente, pero la uniformidad de algunos temas y la dependencia en fórmulas conocidas impiden que el álbum alcance la grandeza de clásicos como "Discouraged Ones" (1998) o "Last Fair Deal Gone Down" (2001). A pesar de esto, la calidad técnica, con un trabajo impecable de Robin Schmidt, y la coherencia estilística aseguran el éxito de un álbum que parece confeccionado como una receta. Para los seguidores de última hornada este álbum ofrece lo que esperan: melancolía progresiva bien elaborada, aunque no exenta de cierta previsibilidad. Para quienes anhelan un retorno a la crudeza de sus orígenes o, por lo menos, mitad y mitad y una reinvención más radical, "Nightmares as Extensions of the Waking State" (2025) es tan efectivo como previsible, un paso sobreseguro que no suma pero tampoco espanta.

© 2025 Conde Draco

Crítica: Rivers of Nihil "Rivers of Nihil"

Rivers of Nihil han afianzado su posición en la escena del death metal progresivo, y su nuevo álbum homónimo parece destinado a ser un momento decisivo para la banda. Tras la salida del vocalista Jake Dieffenbach en 2022, el grupo ha enfrentado cambios significativos en su alineación. Adam Biggs, hasta entonces bajista y vocalista secundario, ha asumido el rol de frontman, mientras que Andy Thomas, proveniente de Black Crown Initiate, suma su destreza en la guitarra y las voces. Por su parte, Brody Uttley, el principal arquitecto musical, ha buscado fusionar la esencia de los discos previos de la banda, combinando la intensidad técnica de “The Conscious Seed of Light” (2013) y “Monarchy” (2015) con la audacia experimental de “Where Owls Know My Name” (2018) y “The Work” (2021). El título del álbum, “Rivers of Nihil” (2025), parece reflejar una reinvención, un regreso a sus orígenes y, al mismo tiempo, un intento de avanzar en su evolución sonora. No obstante, el resultado es irregular, con momentos brillantes opacados por ciertas carencias.

El álbum, compuesto por diez pistas, busca un equilibrio entre la brutalidad del death metal y los matices progresivos, aunque con un resultado desigual. Por ejemplo, “The Sub-Orbital Blues” brilla por su dinamismo arrollador, con Jared Klein magnífico tras los parches y un enfoque melódico que recuerda los mejores instantes de la banda. Las voces de Andy Thomas, con su tono melódico, se complementan con los guturales de Adam Biggs, y un solo de saxofón interpretado por Patrick Corona añade un toque distintivo, aunque a veces parece forzado. Canciones como “Water & Time” y “House of Light” destacan en el lado progresivo, con coros emotivos y un balance entre pasajes delicados y momentos de gran intensidad. Sin embargo, temas como “American Death” resultan decepcionantes, con un estribillo poco memorable que evoca influencias de Mushroomhead, y “The Logical End”, pese a incluir un solo de saxofón atractivo pero algo fuera de lugar, cae en la repetición monótona. Canciones como “Dustman” y “Criminals” conservan la fuerza técnica, pero les falta la chispa que define los puntos álgidos del disco, lejos de los momentos cumbre de la discografía de Rivers of Nihil. La segunda mitad del álbum, con la excepción de “House of Light”, pierde ímpetu, con ritmos más pausados y coros que no logran enganchar, sugiriendo una falta de cohesión en ciertos tramos.

En mi opinión, “Rivers of Nihil” (2025) es un trabajo ambicioso que no alcanza el nivel de obras previas como “Where Owls Know My Name” (2018). La llegada de Andy Thomas y la transición de Adam Biggs como vocalista principal aportan un aire renovado, pero la apuesta por simplificar las estructuras progresivas en favor de riffs más reiterativos y ritmos industriales no siempre funciona, dejando una sensación de avance a medias y una nostalgia por los elementos que hicieron brillar discos anteriores. Canciones como “The Sub-Orbital Blues” y “House of Light” muestran el potencial de esta nueva formación, pero la inconsistencia de la segunda mitad del álbum, junto con la falta de frescura en temas como “American Death”, genera la impresión de una oportunidad desaprovechada. Rivers of Nihil se encuentra en una encrucijada: podrían desarrollar aún más el enfoque progresivo de “Water & Time” o abrazar la energía cruda de “The Sub-Orbital Blues”, pero deberán evitar la falta de creatividad que afecta a pistas como “The Logical End”. Como fan de sus trabajos anteriores, esperaba un disco más impactante. Aun así, “Rivers of Nihil” (2025) no decepcionará a los seguidores más leales, aunque es poco probable que conquiste a nuevos oyentes o convenza a los más escépticos. El camino que tome la banda dependerá de cómo logren integrar su legado con las ideas frescas que esta nueva alineación parece querer ofrecer.

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Crítica: The Haunted "Letters of Last Resort"

Siempre me han dado un poco de rabia dos cosas de The Haunted; la primera, que no hayan tenido la misma repercusión que At The Gates, a pesar haber grabado auténticos clásicos y la segunda, haber perdido por el camino a Peter Dolving, con todos mis respetos hacia Marco, claro está. Pero The Haunted, formados en 1996 tras la disolución de At The Gates, han sabido forjar una carrera marcada por su capacidad para fusionar thrash con elementos de death metal melódico, creando un sonido distintivo que combina agresividad y precisión. Con su décimo álbum de estudio, "Songs of Last Resort" (2025), lanzado a través de Century Media Records, el grupo liderado por Marco Aro y Patrik Jensen regresa tras un descanso de ocho años desde "Strength in Numbers" (2017), un álbum inspirado en “las cartas de última instancia" del Reino Unido —instrucciones secretas para comandantes de submarinos nucleares en caso de un colapso gubernamental—, que refleja una madurez lírica y musical que aborda temas oscuros como la guerra, la destrucción y la desesperanza. Grabado por Oscar Nilsson en Studio Bohus, las pistas vocales a cargo de Björn Strid en The Cellar Studio y mezclado por el genial Jens Bogren en Fascination Street Studios, "Songs of Last Resort" (2025) destaca por una producción pulida y la colaboración visual de Andreas "Diaz" Pettersson. The Haunted, con una trayectoria que incluye discos icónicos como su debut homónimo (1998) y experimentos como "The Dead Eye" (2006) y mi favorito "Unseen" (2011), que no es representativo de la banda, dividió a sus seguidores pero catorce años después sigo escuchando y disfrutando, demuestran con este lanzamiento que su energía y relevancia permanecen intactas, desafiando las expectativas de una banda con casi tres décadas de historia, que se dice pronto.

El álbum "Songs of Last Resort" (2025) despliega una intensidad feroz desde su apertura con "Warhead", una pieza que, según Patrik Jensen, nació de un riff tan poderoso que lo obligó a dejar su trabajo para grabarlo de inmediato. Esta canción, con su crítica visceral a la beligerancia de los líderes mundiales, combina riffs herederos del thrash con efectos sonoros creados junto a Örjan Örnkloo, estableciendo el tono agresivo que nos acompañará a lo largo del disco. "In Fire Reborn", descrita por Marco Aro como un retorno al sonido clásico de The Haunted, con un ritmo en 6/8 y un coro compuesto por Jonas Björler que la convierte en un potencial himno para el directo, mientras que "Death to the Crown", con Ola Englund brillando, refleja una frustración universal contra el abuso de poder en una canción repleta de energía que conectará con su público en directo. Por otro lado, "Collateral Carnage" reduce el tempo, pero mantiene la pesadez con melodías melancólicas que evocan un campo de batalla, culminando en un riff demoledor que promete devastar cualquier cuello en sus conciertos. "Labyrinth of Lies" adopta un enfoque más lento y amenazante, rindiendo homenaje al drama del metal tradicional, mientras que "To Bleed Out" y "Unbound" destacan por su cadencia y groove, con influencias de Motörhead y hardcore. El último disparo, "Letters of Last Resort", se aparta de la brutalidad con un diseño sonoro diferente y una voz en off que crea una atmósfera inquietante, equilibrando experimentación con riffs de alta calidad. Canciones como "Hell Is Wasted on the Dead" y "Through the Fire" mantienen la velocidad y agresividad, mientras que "Blood Clots" y "Salvation Recalled" ofrecen contrastes dinámicos, mostrando la versatilidad del batería Adrian Erlandsson y Jonas Björler.

Tras un largo intervalo desde "Strength in Numbers" (2017), "Songs of Last Resort" (2025) reafirma a The Haunted como una fuerza imponente en el metal melódico. A pesar de los desafíos, como la cancelación de sesiones de grabación en 2021 debido a problemas de salud, el álbum captura una banda rejuvenecida, como señaló Jensen, quien ya trabaja en material para un próximo disco. La espera de ocho años valió la pena, ya que este trabajo no solo satisface a los seguidores de sus primeros álbumes, como "The Haunted" (1998), sino que también atraerá a nuevas audiencias gracias a su producción. La colaboración con profesionales como Jens Bogren y Patric Ullaeus en los videos de "Warhead", "In Fire Reborn" y "Death to the Crown" eleva aún más la experiencia, haciendo de este álbum un hito en la discografía de los suecos. Personalmente, valoro la capacidad de The Haunted para equilibrar brutalidad con momentos melódicos y experimentales en un álbum que no solo es un testimonio de la resistencia de la banda, sino también una invitación a los oyentes a enfrentar las realidades más oscuras de nuestro mundo con la misma furia y pasión que Marco Aro, Patrik Jensen, Ola Englund, Jonas Björler y Adrian Erlandsson plasman en cada nota.

© 2025 Lord of Metal
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Crítica: Swans “Birthing”

Desde su formación en 1982, Swans, liderados por Michael Gira, han forjado un legado musical que desafía cualquier etiqueta, influyendo en géneros como el noise rock, no-wave, industrial, sludge, post-punk y post-rock, y dejando su huella en bandas tan diversas como Godspeed You! Black Emperor, Neurosis, Godflesh, Nirvana y Tool (siendo habitual que Maynard los mencione en más de una ocasión). Con diecisiete álbumes de estudio, ocho EPs y diez discos en directo, la banda ha explorado un espectro sonoro que combina lo visceral con lo sublime, creando una experiencia que, según palabras de Gira, refleja la dualidad de los cisnes: “criaturas majestuosas y de apariencia hermosa, pero con temperamentos realmente feos”. Su decimoséptimo álbum, “Birthing” (2025), marca el supuesto cierre de la era de sonido expansivo que caracterizó su renacimiento en el nuevo milenio, ofreciendo una obra que, aunque no alcanza la monumentalidad de su trilogía formada por “The Seer” (2012), “To Be Kind” (2014) y “The Glowing Man” (2016), reafirma su capacidad para tejer paisajes sonoros hipnóticos y perturbadores. “Birthing” (2025), desarrollado en gran parte durante la gira de 2023 y 2024, y grabado con músicos como Phil Puleo, Kristof Hahn y Dana Schechter, captura la esencia de Swans: una mezcla de repetición obsesiva, texturas acústicas y una intensidad que oscila entre lo espiritual y lo profano, cuando no busca ser accesible, sino sumergir al oyente en un viaje de casi dos horas que alterna entre la disonancia y momentos de belleza frágil, consolidando su lugar en el catálogo de la banda como un testimonio de su inquebrantable personalidad.

“Birthing” (2025), compuesto por siete canciones, presenta una paleta de colores que combina la crudeza industrial con pasajes más orgánicos y acústicos, manteniendo su toque característico. “I Am a Tower” abre con una atmósfera densa, donde la voz de Michael Gira, con su tono de barítono salvaje, se entrelaza con líneas de bajo y riffs que evocan una jam session, mientras que en el apartado lírico aborda un tono político que algunos interpretan como una crítica a Trump. Por su parte, la canción principal, “Birthing”, destaca por la colaboración de Jennifer Gira, cuya etérea voz contrasta con guitarras repletas de distorsión y percusiones monstruosas, creando un efecto inquietante que recuerda más a un ritual que las clásicas canciones de Swan y sus coetáneos. “Guardian Spirit” mezcla disonancias con melodías de piano que, junto a la voz de Jennifer, producen un ambiente de calma inquietante, mientras que “The Merge” se sumerge en un caos de free jazz e industrial, con la batería de Timothy Wyskida y un saxofón soprano que intensifican la sensación de pesadilla, destacando como el momento más experimental del disco. “The Healers” y “(Rope) Away” exploran crescendos ambientales e instrumentales, mientras que “Red Yellow”, compuesta al completo en el estudio, ofrece una textura más minimalista, con el mellotron de Larry Mullins aportando un toque melancólico. La repetición, un pilar en la obra de Swans, se utiliza aquí para mutilar la percepción de la realidad entre pasajes hipnóticos y accesibles, aunque siempre con un trasfondo de tensión que desafía al oyente a permanecer atento.

A pesar de su intensidad y riqueza, “Birthing” (2025) no logra eclipsar la magnitud de la trilogía de los 2010, que muchos consideran el pináculo creativo de Swans. Comparado con la densidad monolítica de “The Seer” (2012) o la narrativa épica de “To Be Kind” (2014), este álbum parece una evocación de esas cumbres, como la lluvia de ceniza que sucede tras una explosión. Sin embargo, su valor radica en su capacidad para capturar la esencia de Swans y es la creación de atmósferas que tienen tanto de desafío como de invitación a la introspección. Personalmente, encuentro que “Birthing” (2025) es un recordatorio de por qué esta banda sigue siendo relevante; cuando no busca complacer, sino desafiar, obligando al oyente a enfrentarse a sus propios límites musicales. La colaboración de músicos como Norman Westberg y Christopher Pravdica añade capas de profundidad, pero es la visión de Gira la que sigue siendo el núcleo de esta experiencia. Aunque no todas las canciones justifican su duración, momentos como “The Merge” y los coros de “Birthing” permanecen en la memoria, demostrando que, incluso en su supuesta despedida de los “grandes sonidos”, Swans sigue siendo una fuerza única. Este álbum no es para todos, pero para quienes se aventuren en su abismo, ofrece una experiencia que, aunque pueda resultar agotadora, es profundamente transformadora.

© 2025 Lord James

Crítica: Arcade Fire "Pink Elephant"

La banda canadiense liderada por Win Butler y Régine Chassagne, ha marcado una trayectoria que los llevó de ser íconos del indie rock en la década de primeros de los dos mil a defenderse de críticas y controversias en los últimos años. Y es justo ahora que su séptimo álbum, “Pink Elephant” (2025), llega en un contexto igual complicado tras las acusaciones de conducta sexual inapropiada contra Butler hace tres años, lo que ha ensombrecido la percepción pública del grupo cuando teloneros abandonaban la oportunidad y seguidores pedían la cancelación de la banda, situándolos en la picota. “Pink Elephant” (2025), coproducido a medias por Butler, Chassagne y Daniel Lanois, se presenta como un ejercicio de introspección y contención, alejándose del esplendor épico de trabajos como “Funeral” (2004) o “The Suburbs” (2010), aunque muestre algunos destellos de la emotividad que los hizo célebres, “Pink Elephant” (2025) carece de la chispa y cohesión que definieron sus mejores momentos, resultando en un trabajo que, si bien no decepciona por completo, no logra recuperar el lustre de antaño cuando la banda parece atrapada en un esfuerzo por redimirse sin comprometerse del todo con su característica intensidad emocional, lo que genera un álbum que se siente más como un paso intermedio que como un regreso triunfal, un álbum medio que tiene la difícil misión de servir de puente.

“Open Your Heart or Die Trying”, un instrumental de tres minutos que promete un reinicio espiritual pero que termina diluyéndose, deja la sensación de redundancia, de haber sido escuchada con anterioridad. “Year of the Snake”, el sencillo principal, comienza con Win Butler apenas audible, acompañado por la voz cálida de Régine Chassagne en un coro que evoca el cambio de estación y, aunque la canción se crece hacia un clímax, su contención inicial refleja la cautela general de “Pink Elephant” (2025). “Ride or Die” destaca como el tema más conmovedor, con Butler cantando sobre una guitarra sutil: “Podría trabajar en una oficina, tú podrías ser camarera” en una simplicidad lírica que, aunque arriesgada y potencialmente cursi, transmite una vulnerabilidad que resuena en los orígenes de la banda. En contraste, “I Love Her Shadow” no termina de cuajar, con letras que aluden a cicatrices permanentes y conexiones idealizadas, lo que, en el contexto de las acusaciones contra Butler, suena fuera de lugar y, para muchas personas, carente de autocrítica, hurgando más aún en la heridad de manera innecesaria. “Alien Nation” busca un giro industrial con influencias de Reznor, pero su letra no termina de noquearnos, mientras que “Stuck in My Head” cierra con un Butler gritando “¡Limpia tu corazón!”, un mantra que busca la catarsis pero que no alcanza la fuerza de himnos pasados como “Rebellion (Lies)” de “Funeral” (2004), por no mencionar los innecesarios interludios ambientales, que muestran a la banda experimentando, pero sin la magia que los hacía únicos.

A pesar de sus altibajos, “Pink Elephant” (2025) no es un fracaso rotundo. Hay momentos en los que Butler y Chassagne, me recuerdan su capacidad para emocionar, como en los coros de “Circle of Trust” o la melancolía pastoral de “Ride or Die”. Sin embargo, el disco se siente como un esfuerzo contenido, como si Arcade Fire tuvieran miedo de desatar la grandeza que los caracterizó en “Neon Bible” (2007) e incluso “Reflektor” (2013). La producción de Daniel Lanois, aunque evoca la atmósfera expansiva de sus mejores y más famosas colaboraciones con U2, no logra elevar el material más allá de lo funcional. Personalmente, como alguien que ha admirado la habilidad de Arcade Fire para transformar las emociones más humanas y crudas en himnos colectivos, “Pink Elephant” (2025) me deja un sabor agridulce. Es un recordatorio de su talento, pero también de cómo las sombras del pasado y la falta de riesgo pueden opacar incluso a los más grandes, cuando este no marca el final de Arcade Fire, pero sí plantea dudas sobre si aún tienen la chispa para reverdecer los laureles o si, por ahora, están condenados a vivir en su propia sombra, buscando redención sin encontrarla del todo.

© 2025 Jim Tonic