SETLIST: If You Want Blood (You've Got It)/ Back in Black/ Demon Fire/ Shot Down in Flames/ Thunderstruck/ Have a Drink on Me/ Hells Bells/ Shot in the Dark/ Stiff Upper Lip / Highway to Hell/ Shoot to Thrill/ Sin City/ Dog Eat Dog/ Dirty Deeds Done Dirt Cheap/ High Voltage/ Riff Raff/ You Shook Me All Night Long/ Whole Lotta Rosie / Let There Be Rock/ T.N.T./ For Those About to Rock (We Salute You)/
Siete conciertos de AC/DC, como digo siempre; muchos para algunos, pocos para los que amamos a los australianos. El primero fue en aquella cita madrileña que luego inmortalizarían en uno de sus directos más queridos, en Las Ventas, presentando “Ballbreaker” (1995) y el último hace escasas horas, en el estadio Riyadh Air Metropolitano de Madrid, dos noches que han sido un hervidero de energía en el que AC/DC han demostrado que su legado sigue más vivo que nunca; atrás quedan las salidas polémicas de algunos de sus miembros o esos videos de redes sociales que, supuestamente, atestiguan el mal estado de forma de Brian o Angus. Tan sólo bastaba acercarse al Metropolitano para dar fe de que, si estamos ante la posible última gira de la banda, es tan sólo porque los años pasan, aunque no sea por ellos y su rendimiento sobre las tablas.
Ambos estuvieron soberbios en las dos noches; bajo un cielo despejado, la cálida temperatura veraniega y un público, una marea de sesenta mil almas, que no dudó en subir un par de grados más gracias al fervor con el que los recibimos. Desde el momento en que las luces se apagaron y el rugido de los amplificadores Marshall resonó, la banda comandada por Angus Young y Brian Johnson desató una tormenta eléctrica que reafirmó su estatus como íconos inmortales del rock. The Pretty Reckless, liderados por la carismática Taylor Momsen, calentaron como pudieron el escenario con un set crudo, aunque genérico, interpretando temas como “Death by Rock and Roll”, “Make Me Wanna Die” o “Take Me Down” preparando el terreno para los australianos que, a la hora señalada, irrumpieron con una puntualidad impecable, y la atmósfera se tornó en una comunión total: camisetas negras con el relámpago rojo, miles de cuernos luminosos entre el público, el rugido de miles de gargantas y una energía colectiva que vibraba en cada rincón del estadio. La pasión de todos los seguidores, desde adolescentes hasta veteranos que crecieron con “Highway to Hell”, era un testimonio vivo de la devoción que AC/DC sigue inspirando, uniendo generaciones en una celebración sin concesiones.
El repertorio fue un recorrido magistral por más de cuatro décadas de himnos, una cátedra del rock ejecutada con precisión y una pasión que desmentía cualquier crítica sobre la edad o salud de los músicos. Abrieron con “If You Want Blood (You’ve Got It)”, un arranque explosivo que hizo estallar al estadio, Angus Young, ataviado con su icónico uniforme, desatando riffs afilados como cuchillas y su característico y frenético paso, prestado de Chuck Berry, electrizando a la multitud. Brian, con su voz rasgada y llena de actitud, demostró que, a pesar de las habladurías, sigue siendo un frontman imponente, dejándose la garganta en “Back in Black” y “Thunderstruck” con una entrega que conectaba con cada rincón del estadio, simplemente asombroso. La banda, completada por Stevie Young en la guitarra rítmica, Chris Chaney en el bajo y Matt Laug en la batería, sonó compacta y poderosa, con un sonido nítido que hacía justicia a la producción de sus discos clásicos y dejaba en entredicho el sonido exhibido por Maiden una semana antes en el mismo lugar. “Have a Drink on Me” y “Sin City”, temas que no tocaban en directo desde hacía años, fueron sorpresas que avivaron la nostalgia y contentaron a los más exigentes, mientras que “Shot in the Dark” y “Demon Fire” del álbum “Power Up” (2020) mostraron que AC/DC sigue siendo relevante sin traicionar su esencia. El momento álgido llegó con “Let There Be Rock”, donde Angus Young se lanzó al clásico solo incendiario, corriendo por el escenario, subiendo a la plataforma elevada y tocando con una furia que parecía desafiar cualquier crítica; impagable verle durante dos horas marcar el compas con ambos pies. “Highway to Hell” o “You Shook Me All Night Long” fueron recibidas como los himnos sagrados que son, con el estadio cantando al unísono, erizando la piel de cualquier mortal, mientras “Hells Bells”, descerrajada en las primeras posiciones, trajo consigo la icónica campana gigante, que resonó como una llamada. “Dirty Deeds Done Dirt Cheap” y “Whole Lotta Rosie” mantuvieron la intensidad, con el público entregado a cada riff y cada grito de Johnson. El cierre con “For Those About to Rock (We Salute You)”, tras "T.N.T.", acompañado por los clásicos cañonazos retumbaron en el estadio, un espectáculo visual y sonoro que selló la noche con una grandiosidad épica, dejando al público en pleno clímax y la sensación de haber presenciado algo irrepetible, como así es.
La profesionalidad y la pasión de AC/DC en Madrid fueron un recordatorio rotundo de por qué son una de las bandas más grandes de la historia. A sus setenta años, Angus Young sigue siendo un torbellino sobre el escenario, tocando con la misma furia y alegría que hace cuatro décadas, desafiando cualquier comentario sobre su edad con una energía que muchos jóvenes envidiarían. Brian Johnson, con su carisma y entrega, demostró que su voz, macerada por el tiempo, sigue siendo un vehículo perfecto para transmitir la crudeza y la emoción del rock. La banda entera creó un muro de sonido que resonó con una claridad apabullante, haciendo que cada acorde se sintiera como un puñetazo al alma. Las críticas sobre su longevidad se desvanecen ante un espectáculo que no solo cumple, sino que supera cualquier expectativa, con una puesta en escena espectacular que incluyó pantallas gigantes, pirotecnia y una producción impecable, algo que no necesitan pero forma parte del idioma de los conciertos en estadios. AC/DC no solo tocó en Madrid; creó un momento inolvidable, un ritual que unió a seguidores de todas las edades en una celebración de su legado. En un mundo donde el rock a veces parece perder terreno, las dos noches de los australianos fueron una declaración de que AC/DC sigue siendo la chispa capaz de encender corazones. Cada riff, cada grito, cada cañonazo fue una prueba de que su música no envejece, y mientras Angus siga subiendo al escenario con su guitarra y Brian alce su voz, AC/DC continuarán siendo la banda que define lo que significa vivir y respirar rock. Como dice el meme; Angus y Brian, con setenta años, y en pijama tienen más rock en sus venas que todo su público, qué verdad es. Más grandes que la vida...
© 2025 Jota Jiménez
Libro firmado por Brian © 2025 Jota Jiménez