Su disco número doce, publicado en Verve y con David Foster a la producción. Desde luego, no podemos quejarnos de productores, en "Glad Rag Doll" teníamos a T-Bone Burnett y en "Quiet Nights" a Tommy LiPuma pero es en éste en el que encontramos quizá más recogimiento ya que nos regala a la Krall que más nos gusta; ésa que entre susurros canta sus canciones favoritas sin mucha más floritura que su piano. Y es verdad que Foster ha logrado que la voz de Diana suene más oscura por momentos y, en un tono quizá más grave, alcance nuevos matices...
Los que pretenden conocer al que escribe -al crítico tras el disco- se sorprendrían mucho si supiesen que no puedo escuchar Burzum o Darkthrone a todas horas y que entre mis diez canciones imprescindibles de todos los tiempos, Diana Krall -que sin duda debe conocerme- ha colado varias en este "Wallflower". Así, comienza con "California Dreamin'" de John y Michelle Philips que popularizaron con su grupo The Mamas & The Papas. ¿Una de las canciones más perfectas de la historia? Evocadora, emocionante, otoñal, brutalmente bella y capaz de atrapar toda una época, de transportarte a otro tiempo como la magdalena de Proust. Krall la canta de manera digna, unos pocos arreglos, su voz y lo que parece una base programada que se arranca en el segundo verso. No es la mejor versión que he escuchado de esta canción pero vale su peso en oro en la aterciopelada voz de la canadiense. "Desperado", sin embargo, sube considerablemente la nota y es que encaja perfectamente en el tono de Krall, la canción de Frey y Henley es una maravilla que los Eagles inmortalizaron en el 73 y es otra de mis grandes favoritas. Suena emocionante, intensa y mágica en su voz.
"Superstar" le sienta como un guante, original de Leon Russell y Bonnie Bramlett pero popularizada por The Carpenters, comienza con unos arreglos de cuerda que servirán de colchón a la voz de la cantante, sobresaliente. Y llegamos a otro de esos temas que he escuchado hasta la saciedad y podría recitar de memoria; "Alone Again (Naturally)" de Gilbert O'Sullivan. Es cierto que la original ya es mágica y perfecta de por sí, imposible de añadir algo a una obra de arte pop de esa magnitud, como también es verdad que la voz de O'Sullivan, tan nasal y melancólica, hace difícil que uno imagine la canción cantada por otra persona pero Krall, con humildad, la interpreta de manera magnífica y, en mi modesta opinión, debería haberla firmado ella a solas porque la participación de Michael Bublé -aparte de vergonzosa para un servidor- no aporta nada en absoluto. Es curioso como Bublé llena grandes recintos y, sin embargo, su voz es quizá la menos reconocible de todo el pop. Además, ¿por qué no decirlo? Me parece que va a destiempo en las dobles voces de la recta final de la versión, un desastre si éste es el crooner de nuestros días. Si Davis, Martin y Sinatra se despertasen del sueño eterno le tirarían una botella a la cabeza.
Cómo no, no podía faltar una canción de Bob Dylan y es la que da título al disco. "Wallflower" es un alhelí, la canción es del 71 y pudimos escucharla todos veinte años más tarde en la indispensable recopilación que iniciaba el deseo arqueológico de Columbia de recopilar material de Dylan de manera oficial, "The Bootleg Series Volumes 1–3 (Rare & Unreleased) 1961–1991" pero el término anglosajón no se refiere a una flor... Un "wallflower" es ese tipo de alma, levemente torturada, que disfruta viendo los toros desde la barrera; el único que no sale a bailar en la fiesta, el que se queda en una esquina y, por su timidez o lo que sea, ve la vida desde lejos, aquellos que prefieren contemplar el mar de sus copas en vez de hablar con los demás. Krall se siente así muchas veces, puede parecer incomprensible para alguien con su carrera pero Dylan también lo supo ver cuando la compuso y, mucho me temo, que se sigue sintiendo así cada noche aunque suba a un escenario ante miles de personas, como Krall. La versión es bonita y, gracias a su dulzura y su piano, se convierte en una nana.
"If I Take You Home Tonight" de McCartney suena sencillamente preciosa y es una elección acertadísima dentro de las posibles elecciones dentro del repertorio de Macca. Y volvemos por los Eagles pero esta vez con Schmit en "I Can't Tell You Why" que podría haber formado parte de cualquier disco de Krall, pero quizás su favorita y en la que se siente aún más cómoda es "Sorry Seems to Be the Hardest Word" de su amigo e idolatrado Elton John (quien la ha ayudado muchísimo tras el reciente e inesperado fallecimiento de su padre). ¿Qué decir de una canción como ésta? Es sublime la interprete quien la interprete y Diana la disfruta y eso se nota (como la toma en directo que acompaña al disco). "Operator (That's Not the Way It Feels)" de Croce es otra de las grandes en la garganta de Krall. "I'm Not In Love" de Eric Stewart y Graham Gouldman suena oscura y su interpretación desarma por completo mientras que la inmortal "In My Life" de Lennon y McCartney acaba transformada y se descubre como la obra de arte que es, la interprete quien la interprete. En "Feels Like Home" le echa una mano Bryan Adams y éste, a diferencia de Bublé, sí que se hace notar gracias a su voz ligeramente rota, la canción es de Randy Newman, ¿qué podemos decir de ella o de Newman? Todo un "must". Sensacional.
Un punto negativo es incluir "Don't Dream It's Over" de Neil Finn (Crowded House) que, aunque suene muy diferente y se agradezca, ha sido tan sobreexpuesta en los últimos años que fatiga escucharla de nuevo (ya sé que muchos me dirán que el resto también pero la de Finn ha sido saqueada sin pudor en anuncios y películas) mientras que "Yeh Yeh" y su dueto con Georgie Fame cierra "Wallflower" de manera divertida. Echamos de menos muchas pero, sin duda, habría sido maravilloso escuchar a Krall cantar algo de Nilsson. Un disco tranquilo, amable, de recogimiento, nocturno y con estilo, con clase y por el que no nos ha importado proclamar nuestro amor por Krall que a su edad mantiene una dignidad y un saber estar que ya quisieran para sí muchas. Delicioso.