Crítica: Thom Yorke “Tomorrow’s Modern Boxes”

Para Thom Yorke las discográficas nunca han sido más que meras pasarelas de cobro, un sistema de pago que, con el paso del tiempo, fue fagocitándose a sí misma convirtiéndose en un monopolio y estrangulando por igual a público y artistas. Y si Yorke ya regaló la música de los de Oxford o puso la pelota en el tejado de sus seguidores cuando eran éstos quienes decidían cuánto costaba su, por aquel entonces, último disco. Ahora volvía a regalar sus canciones a través de BitTorrent con la esperanza de devolverle algo de control de distribución al autor y así eliminar incómodos intermediarios. Si la operación de U2 regalando “Songs Of Innocence” ha sido un mazazo a una industria ya agonizante, la de Yorke no ha sido más que la confirmación de que un artista no necesita a nadie más que a su público, lógicamente con infinita menos repercusión que la de los irlandeses, la de Yorke es aún más subversiva porque si bien también él regala su disco, éste no lo hace a través de una empresa privada sino que lo pone a disposición de todo el mundo a través de un programa en el cual los usuarios comparten y descargan unos de otros. Días antes, el propio Yorke mostraba el vinilo blanco de “Tomorrow’s Modern Boxes” y lo que podría haberse convertido un viral de su propio trabajo se convertía en un marasmo de especulaciones sobre el próximo disco de Radiohead. Los foros de internet y redes sociales se llenaron con miles de elucubraciones sobre la misteriosa foto y su reunión con Stanley Donwood pero nadie acertó y todos callamos cuando, sin previo aviso, apareció de la nada “Tomorrow’s Modern Boxes”.

Pero en el mundo de Yorke no hay nada nuevo bajo el sol y cualquiera que haya sido testigo “in situ” de la evolución en la música de Radiohead, su disco en solitario “The Eraser”, el proyecto “Amok” y su amor por la música electrónica, además de sus sesiones en diversos clubs, no se sorprenderá en absoluto cuando escuche “Tomorrow’s Modern Boxes”, un disco en el que todo parece calculado a la milésima, en el que no sobra ni un sólo segundo y, sin embargo, se siente esa libertad nihilista de sus últimas producciones (desde el título, pasando por la portada o las canciones en sí mismas). No parece extraño pensar que desde el formato más básico y orgánico del primer disco de Radiohead (“Pablo Honey”), según ha ido evolucionando el pensamiento, la personalidad y los gustos de sus autores (y esa constante huida de la fama y todo lo que conlleve ser una celebridad), su música se ha ido volviendo más y más opaca, más sintética, extraña (si es que podemos calificar así, a estas alturas de siglo, canciones con elementros electrónicos) pero sí es cierto que, musicalmente hablando, los ingleses dejaron de ser un grupo de rock alternativo para intentar emular a U2 en “The Bends”, terminar siendo más Pink Floyd que los propios Pink Floyd a partir de “Ok Computer” y acabar en plena orgía electrónica-jazzística-minimalista-kraut posmoderna. Tengo una buena amiga, a la que considero bastante en cuanto a su juicio musical, que me dice que no puede escuchar a los últimos Radiohead porque le agobian, la entiendo perfectamente y lo hago extensible a la música de Yorke, lo que pasa es que a mí me fascina y puedo quedarme atrapado en sus surcos durante días, semanas o meses. Corrijo; atrapado en sus ceros y unos.

“Tomorrow’s Modern Boxes” es la cima electrónica para Yorke hasta el momento, nunca ha sonado así de radical y todos sus discos parecen una consecución de la que podría ser muestra éste álbum, hasta ahora incluso las canciones más experimentales de Yorke -con sus compañeros o en solitario- tenían alma, las que nos ocupan carecen de esa cualidad humana, suenan distantes, frías y demoledoramente inhóspitas en ocasiones. Yorke canta como un instrumento más y su voz se ha transformado en un quejido agónico y susurrante con la misma presencia que el chisporroteo de cualquier sintetizador. "A Brain In A Bottle" tiene melodía y resulta embriagador escuchar a Yorke hacerse coros a sí mismo mientras los arreglos electrónicos, un sintetizador oscilante y una repetitiva base rítmica le mecen.

Pero esa "deshumanización" del trabajo de Yorke no es tal en la totalidad de su minutaje si tenemos en cuenta canciones como "Guess Again!" en la que suena más a Radiohead que los últimos discos del grupo y no, no es por el piano (que también) sino por la sobriedad de la melodía, a excepción del ritmo, podría ser interpretada en directo sin problemas y su melodía, esta vez sí, deja espacio para la esperanza a pesar de que diga sentirse "asustado en la oscuridad", por lo menos no es un mantra obsesivo como termina convirtiéndose "A Brain In A Bottle". Igual que "Interference" peca de minimalista y apoya toda sus bazas en los celestiales coros y, de nuevo, las teclas de lo que parece un Moog y la garganta de Tom.

"The Mother Lode" sí que ahonda en la electrónica más indie o alternativa pero vuelve a haber acordes de piano a modo de sampler, cuatro canciones; cuatro experimentos; cuatro aciertos. "Truth Ray" sirve de transición entre una cara y otra, porque la "cara b" de “Tomorrow’s Modern Boxes”  es diferente a lo que hemos escuchado y así lo demuestra la canción que la abre como medio tiempo y de nuevo Yorke en el papel protagonista junto al ritmo (parece claro que construye sus composiciones en función a la base y luego superpone por capas distintos elementos, añadiendo la voz lo último). El dislate llega con "There Is No Ice (For My Drink)", siete minutos ideales para cualquier club cool nocturno de Londres, una rave minimalista que enlaza con "Pink Section" como coda y con "Nose Grows Some" como si fuese una versión moderna del largo medley de la segunda cara de "Abbey Road" y rematar la jugada con una canción en la que a algunos les crece la nariz como dice su título y esta vez sí, acabar el disco de manera desoladora e inhumana entre beats del secuenciador.

Un disco fascinante, extraño, menor dentro del universo de Radiohead pero extrañamente bonito, diferente y excitante. No es una obra maestra y no pasará a la historia pero no por ello deja de ser una pequeña maravilla a tener en cuenta. Resulta imposible evitar pensar que quizá éste sea el camino por el que Radiohead avance en su próximo disco o hacer todo tipo de cávalas sobre los próximos pasos de Yorke en solitario. “Tomorrow’s Modern Boxes” es como un puzle lleno de sorpresa, pero uno bonito. Eso sí, no apto para todos los públicos.

© 2014 Jim Tonic