Crítica: Cavalera “Morbid Visions”

Resulta inevitable no sentir cierto desgaste ante ciertos productos; cuando parece que lo único que funciona en pantallas son las precuelas y secuelas o los remake, pasando lo mismo en el mundo de la música. ¿Qué sentido tiene volver a grabar Morbid Visions de 1986? Efectivamente, ninguno. Pero también es cierto que producía cierto morbo saber cómo sonaría el debut de Sepultura en manos de los hermanos Cavalera y siento que, tras el resultado, no sería descabellado esperar lo propio de Schizophrenia (1987) o Beneath the Remains (1989). Y la verdad es que sería de lo más apetecible ya que tienen tanto derecho a grabar las canciones que ellos mismos han escrito, como Sepultura de seguir interpretándolas en directo. Y es que, como ya he escrito en muchas ocasiones en esta web, siento que hay cierto desprecio hacia Max y lo que pueda venir de él, por parte de gente que, principalmente, no vivió aquello o no tiene la más remota idea de lo que supusieron Sepultura a finales de los ochenta y primeros de los noventa. Pues bien, Morbid Visions es su oportunidad de acercarse a un auténtico clásico que sonaba infecto hasta ahora (como debía de sonar, que nadie me malinterprete) y escucharlo maravillosamente remozado con la ayuda de Arthur Rizk y John Aquilino y las interpretaciones de Igor Amadeus Cavalera, Tony Roberts y Daniel González junto a Max y, por supuesto, el todavía inconmensurable Igor. 

El resultado, aunque lejos de la sensación underground del original, de la rabia y velocidad que los Sepultura más jóvenes le imprimían a Morbid Visions (1986) y Bestial Devastation (1985), es auténticamente notable, dejando en paños menores a una banda como los actuales Sepultura, de los cuales únicamente puedo salvar a un purasangre como Eloy Casagrande pero no a un Derrick Green cada vez con menos potencia, cuyos problemas de salud han lastrado en directo, al gris Paulo Jr y un Andreas Kisser, del que nadie duda de su talento, pero sí de su actual estado creativo y la dirección de una banda completamente desnortada. Así, Morbid Visions, abre con fiereza y Igor golpeando con brutalidad, mientras Max recibe el apoyo de Daniel y Tony, además de Amadeus haciendo las líneas de bajo. Mayhem sigue sonando igual de cruda y corrosiva que hace casi cuatro décadas y Troops Of Doom, como su fiel nombre indica, trae algo de pesadez a una banda que practicaba un death brutote y sin fisuras, con ciertos momentos de black, plenamente adelantados a su tiempo (esos trémolos y blast beats los delatan y sitúan a la vanguardia de un subgénero que estaba aún en un huevo en el norte de Europa y cuatro brasileños supieron ver antes que nadie.

War es una auténtica navaja, mientras que Crucifixion es todavía un pequeño pero demoníaco himno por el que muchas bandas de metal pagarían en pleno 2023, mientras que Show Me The Wrath acusa la falta de suciedad de la original, pero suena como si las puertas del infierno se abriesen ante nosotros. Funeral Rites evidencia la influencia de Hellhammer, como Empire Of The Damned nos sumerge aún más en ese inframundo que invocaban los Sepultura más adolescentes y que los hermanos Cavalera han sabido recrear una vez más y, como muestra, la nueva Burn The Dead y su abrasión; a medio camino entre el death y el punk. Al margen de las críticas, de los cuestionamientos sobre Max y la imposible reunión que nunca ocurrirá (por suerte), es un auténtico placer reencontrarse con estas canciones con un envoltorio más actual pero la misma mala leche y rabia de siempre. Magnífico por los Cavalera y la demostración de que el que tuvo, retuvo, y por los seguidores, ante semejante golosina. Si te quejas de algo así, es que eres un auténtico amargado o no tienes puta idea.

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