Crítica: Imperial Triumphant "Alphaville"

Para todos aquellos para los que supone un auténtico trauma el que una banda underground fiche por un sello multinacional, tan sólo decirles dos cosas en esa historia de cuento de hadas, tan vieja como el hilo negro; el que una banda fiche por un sello gigante tan sólo les asegura una distribución de la que discográficas más humildes carecen y por ello, seguramente, haya llegado “Alphaville” a tus oídos, no seamos hipócritas, y dos; el fichaje de Imperial Triumphant por la todopoderosa Century Media sólo ha confirmado que si hay talento y ganas, como es el caso que nos ocupa, no tiene por qué traducirse en algo negativo. En el caso de Imperial Triumphant, era cuestión de tiempo que pusiesen sus ojos sobre ellos (o, mejor dicho; sus oídos) para contratarles y que aquellos que pergeñaron "Vile Luxury" (2018) encontrasen acomodo en un sello como Century Media, casa de cientos de leyendas y otros muchos artistas. 

 

Ahorrándome el comentario sobre su estética y centrándonos exclusivamente en lo musical, Imperial Triumphant no han querido abrir otra brecha sino continuar la abierta en “Vile Luxury” y volver más complejas las estructuras y esquemas de sus composiciones; mezclando sin rubor alguno jazz atonal con el black de sus comienzos y, por supuesto, un death metal técnico a la altura de muy pocos. ¿El resultado? Un disco tan bizarro y excesivo o más que “Vile Luxury”, como si mezclásemos a Charles Mingus y John Coltrane con Deathspell Omega o Gorguts y el metal más sincopado y caótico. Producido por Trey Spruance y Colin Marston, sin embargo, “Aplhaville” suena natural y orgánico por cómo se fusionan los diferentes instrumentos y el resultado en el estudio; uno tiene la sensación de estar escuchando una actuación en directo, completamente pulida y nítida, pero natural, ni siquiera han “matado” el ambiente del estudio.

 

“Rotted Futures” es, básicamente, la continuación de “Vile Luxury”, la guitarra de Zachary Ezrin resuena caótica, mientras Steve Blanco y Kenny Grohowski parecen jugar con una base repleta de fusión en la que todo encaja y la disonancia propia de, por ejemplo, Portal se asienta sobre los teclados de Blanco y lo crujiente del tono de la guitarra de Ezrin; si complicado resultado explicarlo, lo es aún más para aquellos no iniciados y tardará en calar en todos esos que lo escuchen sin entenderlo, sin darle su tiempo y espacio, escuchando sus canciones mientras limpian, hacen la comida o juegan a la consola porque, amigos míos, el disco de Imperial Triumphant no permite la entrada al oyente casual, sino a aquel experimentado y con ganas de dedicarle tiempo para extraerle todo su jugo. “Excelsior” me parece una locura, puros fuegos artificiales por cómo Ezrin toma las riendas de la composición con su guitarra y como Grohowski se atropella o Blanco se sincopa jugando a ser Jaco Pastorius, justo para darle el tiempo necesario a Ezrin para que estalle por Gorguts. 

 


"City Swine" y la presencia de Tomas Haake de Messhugah no deja de ser algo anecdótico en un álbum como “Alphaville” en el que la densidad de la negrura se mezcla con el dorado de la noche de esa portada del siempre genial Zbigniew Bielak y el toque jazzístico, completamente desestructurado, de la canción. El comienzo de “Atomic Age” es tan optimista como engañoso porque el staccato de Ezrin lo rompe de manera abrupta e interrumpida, hasta el emputecimiento definitivo de una canción que parece, literalmente, centrifugar a un aquelarre de brujas y añadir más y más caos a un álbum en el que no había, precisamente, poco. Igual que el comienzo plenamente jazzístico de "Transmission to Mercury" y su violenta convulsión al death de Deathspell Omega y el ahora pérfido orgasmo de una versión oscura del "The Great Gig In The Sky" que nos conduce a la propia “Alphaville” en la que parecemos ser conectados a una máquina eléctrica y Ezrin pone a prueba nuestra paciencia con sus disonantes guitarras, hasta “The Greater God” y su toque, más propio de una banda sonora que de un álbum de metal de vanguardia, con un final repleto de sintetizadores y Grohowski demostrando sus dotes tras los parches.

 

Para concluir, la versión de “Experiment” de Voivod, que les sienta como anillo al dedo, y “Happy Home”, de The Residents, dándonos pistas de algunas de sus influencias y demostrando que ambas canciones, de bandas tan dispares, no han sido escogidas por casualidad sino de manera plenamente meditada. Si algo ha traído esta horrible pandemia es que, por casualidad o no, se están publicando algunos de los mejores y más valientes discos de los últimos años. Será verdad que el talento es probado por la desdicha y, por lo menos, esa es nuestra suerte como oyentes...


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