Crítica: The Acacia Strain "Slow Decay"

No suele ocurrir a menudo que una banda firme su mejor trabajo dieciocho años después de haber debutado y no precisamente porque The Acacia Strain no hayan firmado discos notables a lo largo y ancho de su carrera sino porque lo han logrado sin moverse un ápice de sus convicciones y su sonido, tras un momento en el que la banda parecía haber perdido fuelle (entre 2012 y 2017). “It Comes In Waves” (2019) fue su resurrección tras el tibio “Gravebloom” (2017), “Coma Witch” (2014) y “Death Is The Only Mortal” (2012), trabajos que disfruto pero a los que me cuesta regresar tras escuchar la triada que sigue a “The Dead Walk” (2006) y siempre había considerado a un gran nivel. Por tanto, ¿quién podría esperar que Vincent Bennett sería capaz de reconducir la carrera de la banda y su mezcla de death con metalcore (en mayor proporción de lo primero, por suerte).

 

De esta forma, comienza la contundente “Feed A Pigeon Breed A Rat”, en la que parece que Devin y Tom van a hacer despegar sus guitarras y Bennet aparece reconvertido en un auténtico monstruo, con una voz rotísima en una canción repleta de dramatismo, a la que le sienta maravillosamente bien. “Crippling Poison” es puramente de Acacia Strain, sonando por los cuatro costados y esa forma que tienen de arrinconarte, una vez el tren ya se ha puesto en marcha. En “Seeing God” colabora Aaron Heard (no será el único invitado, en “The Lucid Dream” hace lo propio Jess Nyx, Zah Hatfield en "I breathed in the smoke deeply it tasted like death and I smiled" y Courtney LaPlante en "One Thousand Painful Stings". “Seeing God” es el mejor ejemplo del gusto de la banda por los contrastes en el tempo de sus composiciones y en cómo Kevin Boutot se convierte en el auténtico motor y guía de The Acacia Strain.

 

Abren la herida sónica aún más en “Solace and Serenity” en la que son claves Devin y Tom por esa forma hiriente de hacer que sus guitarras sirvan para crear atmósfera y en “The Lucid Dream” recuperan músculo, sudor y sangre a base de testosterona y el magnífico contraste del juego de voces, mientras que la farragosa "I breathed in the smoke deeply it tasted like death and I smiled" prefieren apostar por el asfixiante ritmo de Kevin y “Crossgates” se convierte en la introducción de “Inverted Person” en la que presumen de dinámicas y la sensación de estar sonando la base rítmica al revés, o un acercamiento al metal más machacón de “Chhinnamasta”. La voz de Courtey Laplante logra que “One Thousand Painful Stings” suene refrescante y The Acacia Strain se lancen la galope y jueguen a engañarnos entre momentos de pesadez más doom y otros más ligeros en “Birds of Paradise, Birds of Prey” y una de las mejores composiciones de “Slow Decay”, “EARTH WILL BECOME DEATH”, quizá una de las más accesibles y una de las mejores y más vibrantes formas de concluir el disco, dejándote con ganas de más.

 

Desconozco si Vincent Bennett y la banda continuarán en estado de gracia en la continuación de “Slow Decay” y firmarán una triada a la altura de sus primeros años, pero todo parece apuntar a que seguirán firmes en su estilo y apostando por el trabajo de composición, como está ocurriendo. Tan robusto, como brillante, ideal para estas largas tardes de verano, cerveza en mano, mientras seguimos a la espera de poder ver a las bandas de nuevo sobre las tablas…


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