Crítica: Annihilator “For The Demented”

Si nunca te han terminado de convencer Annihilator, “For The Demented” no te hará cambiar de opinión. Y lo cierto es que es una pena porque Jeff Waters es un gran músico que, además de caernos bien a todos los aficionados, es indudable lo trabajador y persistente que es pero, por desgracia, las musas no han querido siempre acompañarle a lo largo de carrera y esto se ha traducido en una desconfianza general hacia cualquier nueva obra del guitarrista que a veces ha echado demasiado azúcar en la receta de su banda. “Alice In Hell” (1989) o “Never, Neverland” (1990) son grandes discos, aciertos que el canadiense siempre ha intentado repetir y, para ser honestos, aunque nunca haya llegado a lograrlo sí que nos ha dejado buenas obras o, al menos, correctas. Así, “Set The World On Fire” (1993) o “King Of The Kill” (1994), sin cambiar las reglas del juego, continuaban la carrera de Annihilator con tino pero, a partir de ahí, los relativos aciertos como “Carnival Diablos” (2001) o “Walking The Fury” (2002) han sido los menos mientras que títulos mediocres como “Remains” (1997), “All For You” (2004) o “Metal” (2007) han hecho que todos miremos con reservas a Annihilator cuando, para colmo, los mejores momentos no lo han sido tanto (“Schizo Deluxe” o “Suicide Society”). Pero, si bien Waters no siempre ha estado acertado, discos como “Annihilator” (2010) o “Feast” (2013) nos habían hecho recuperar la esperanza y por eso este “For The Demented” era esperado por muchos, aquellos que queríamos saber si Waters daría la talla de nuevo.

De entrada, es de justicia reconocer que el nuevo álbum de Annihilator, producido por ellos mismos, suena bien, muy bien. En unos años en los que los productores parecen ser igual o más importantes que los propios músicos y hay producciones para todos los gustos; desde aquellas en las que la compresión es insoportable y arruina el producto, hasta aquellas millonarias o esas otras, por el contrario, completamente Low Fi), encontrarse con un álbum de sonido estándar (en el mejor de los sentidos), bien ejecutado y que no exige mayor atención que disfrutar de las canciones, es todo un placer para los oídos.

Con las incorporaciones de Rich Hinks y Fabio Alessandrini en la base rítmica, dejando a Aaron Homma las seis cuerdas y a Jeff Waters, auténtico mandamás, a cargo de todo; desde las voces, todas las guitarras, el bajo o incluso supervisando a Alessandrini, “For The Demented” es un acierto a medias. Entiendo que Annihilator es el bebé de Jeff y de ahí su mimo pero a menudo este tipo de figuras (como Mustaine) suelen ser más castrantes que beneficiosas. Y no deja de llamarme la atención que piense en el pelirrojo por excelencia del metal cuando pincho este “For The Demented” (segundo trabajo tras la marcha de Dave Paddon) y en cada una de sus canciones hay un claro aroma a Megadeth; desde la inicial “Twisted Lobotomy”, al ejemplo más claro en “The Demon You Know” en la que hasta las partes narradas de Jeff parecen una clara imitación del recitado de Mustaine.

Precisamente, “Twisted Lobotomy” era ya conocida por todos gracias a sus interpretaciones en directo; el esquema clásico de Annihilator en cinco minutos de potentes riffs (tras el inicial con pleno sabor a Maiden) que forman una de las mejores de todo el álbum. Waters, aunque aprueba en la tarea vocal, escupe verso a verso su letra, como si de una canción de Megadeth se tratase, y esto que puede resultar divertido, termina por cansar a lo largo todo el disco. Aquella afirmación del mismísimo Jeff en la que admitía que no escondería su admiración por Exodus, Megadeth o Metallica es más que palpable en la escucha de “For The Demented”. En efecto, no lo esconde pero esa afición dificulta la escucha de lo que parece el hermano pequeño que mira con fascinación a sus mayores.

Lamentablemente, Annihilator son incapaces de mantener el nivel de “Twisted Lobotomy” en “One To kill”, un medio tiempo thrashy poco inspirado y que no tiene sentido que se escriba en pleno 2017, su estribillo es pegadizo pero poco más. Algo parecido ocurre con “For The Demented”, la canción, un buen ejemplo de la sensibilidad pop de Waters, quizá la composición más pegadiza en años pero, de tanto repetir una y otra vez la melodía del estribillo, resulta ligeramente indigesta. Me gusta el trabajo de las guitarras, el puente me parece excepcional con la presencia del sintetizador, pero es una canción que debes escuchar con precaución sino quieres que se te repita toda la tarde, por irritante.

Pero los plagios más flagrantes llegan con “Pieces Of You”, esa canción en la que Waters intenta emular a Metallica y se queda en Nickleback o “The Demon You Know” en la que supongo que le dará parte de los beneficios a Mustaine; que cualquier seguidor la escuche y juzgue por sí mismo, es una canción que podría ser parte de la segunda cara de cualquiera de los discos menos inspirados de Megadeth.

Cuando Waters podría parecer que se da cuenta del desaguisado en el orden de las canciones ya es tarde, “Phantom Asylum” recupera la senda de “For The Demented” allá donde lo dejó en “Twisted Lobotomy” pero más centrado en el groove y menos en los afilados riffs de la primera. Y, por fin, la auténtica joya del disco, "Altering the Altar", que parece un regreso a los mejores Annihilator y el último destello antes de perder completamente el rumbo en la autobiográfica pero absurda “The Way” en la que Waters hace perder a su propia banda todas sus señas de identidad y suenan a punky californiano de mentirijilla. Algo que no arregla en absoluto la instrumental “Dark”, erróneamente situada en novena posición y no como apertura, que precede a la anodina “Not All There” con toque funky/blues en su puente tras el que la imitación a Metallica vuelve a hacer acto de presencia. ¿Qué ha pasado, Jeff?

Puede que se sienta más inspirado que nunca, que crea que es el momento de recoger lo sembrado o quiera su trozo de pastel ahora que muchos de sus compañeros desaparecen o abandonan ya cansados pero para mí, con todo el dolor de mi corazón, las cosas no han cambiado y sigue siendo ese músico inmerso en la búsqueda sin éxito de un nuevo “Never, Neverland”.

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