Crítica: Lamb Of God "The Duke"

Hay muchos motivos por lo que de verdad amo la música de Lamb Of God y me da en la nariz que no soy tan original porque hay muchos más locos como yo que sienten lo mismo por ella. Me encanta la potentísima base rítmica que forman John Campbell y Chris Adler, las guitarras de Willie Adler y, por supuesto, Mark Morton pero lo más importante es que, aparte del poderoso rugido, siento una especial simpatía por Randy Blythe. Creo que tras su fortísima garganta y esa transformación que sufre cuando se sube a un escenario por la cual un tipo interesado en la fotografía y la literatura, se convierte en un verdadero animal, hay un tipo sensible con tantísimos fantasmas como cualquiera de nosotros y una mala suerte durante los últimos años como su desgraciado incidente en Praga, el accidente de bus que sufrió la banda mientras giraba o el robo y agresión que sufrió en Dublín que ha logrado superar gracias a su buena estrella y “The Duke”, este EP que tenemos entre las manos, sólo viene a confirmarme lo que pienso de Blythe, un músico con los pies en la tierra que, con las lógicas reservas, no dudará en estrecharte la mano y mostrarse tan cercano como pueda. Y es que la historia que hay tras este EP es la de un fan, como tú y como yo, que logró su sueño y conoció a Randy Blythe en Phoenix, Arizona, y al que Lamb Of God dedicaron “Ruin” debido a su lucha contra la leucemia. Wayne Ford -así es como se llamaba- tres años después empeoró y su familia informó a la publicista de la banda, Randy llamó a Wayne y terminó forjando una amistad a distancia, charlando con él habitualmente, chateando y permitiéndole escuchar los avances de “VII: Sturm und Drang” en el estudio, Wayne había terminado entrando en la vida de Randy para bien pero, por desgracia, aquello no duró mucho ya que, poco después, perdía su batalla contra la leucemia y fallecería placidamente en su casa, rodeado de sus seres queridos, tenía tan sólo treinta y tres años.

“Immortalis”, la canción que Randy escribió para Wayne, nunca llegó a entrar en “VII: Sturm und Drang” pero era lo correcto porque merecería más protagonismo, una llamada de atención para que la gente se conciencie de la importancia de la ayuda, de lo fácil que es ser donante de médula ósea y los pocos que hay en el mundo. “Immortalis” terminó llamándose “The Duke”, curiosa coincidencia cuando descubrimos que Frank, el padre de Wayne, decidió bautizarlo así por el actor, John Wayne, al que se le llamaba “The Duke”, y no podría ser mejor homenaje para Wayne Ford. Todos aquellos que se han sorprendido de escuchar a Randy cantando de manera más melódica no tendrían porqué si entienden que Lamb Of God no son una cerradísima banda de groove sino que, tal y como muestran sus últimos trabajos, hay ansias de trascender y, sin perder robustez, prestar atención a la melodía y experimentación.

“The Duke” posee la fuerza pero también un estupendo solo de Mark, además Chris Adler demuestra por qué es uno de los grandes baterías del momento, un tema magnífico en el que no debería haber cabida para la clásica polémica entre guturales y voces melódicas que tantos ríos ha provocado en el mundo del metal. Además, la inédita “Culling” nos devuelve a los Lamb Of God de siempre, esos que son capaces de mostrarse más contundentes y con tanto músculo o más que Pantera pero con un toque polvoriento, repleto de grano, que tanto nos gusta de los de Virginia; puro nervio.

Como material extra para este EP, “Still Echoes”, o la clara demostración de que el groove metal en directo puede sonar igual de bien que cualquier otro subgénero y que la calidad no depende únicamente del técnico sino también de la pericia de la banda. Aquellos que estuvimos en la gira de presentación de “VII: Sturm und Drang” recordaremos con cariño cómo sonó “Still Echoes” y la inevitable para Randy Blythe, “512”, con la que nunca olvidará uno de los episodios más dramáticos de su vida. “512” en directo suena magnífica y su verso; “My hands are painted red, my hands are painted red” se graba en tu memoria desde la primera vez que lo escuchas, como “Engage the Fear Machine” parece un martillo hidráulico en el que la voz de Randy se rasga tantísimo que llega a parecer un animal herido; claras demostraciones del poderío de la banda sobre las tablas.

Puede que Wayne Ford nunca haya llegado a ver publicado este EP, “The Duke”, pero nosotros le hemos conocido a él y su historia a través de la música que más amaba y ello, aparte de recordarnos nuestra propia mortalidad, nos acerca aún más a Randy Blythe y nos demuestra que es tan grande sobre un escenario como cuando se baja de él, historias como estas nos reconcilian con el mundo…

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