Crítica: The Obsessed “Gilded Sorrow”

Ya lo escribí en mi crítica de “Sacred” (2017), que Scott “Wino” Weinrich siga queriendo tener en activo a The Obsessed es todo un regalo del cielo que deberíamos valorar, como si se tratase de ese tiempo de prórroga carveriano que uno no espera y por el que se debe apreciar cada segundo. Y, sin querer entrar a resumir la carrera de Wino (quizá me extendí demasiado en mi anterior crítica para entender el serpenteante camino que nos llevó a aquel), la única verdad es que la suya ha sido una vida plagada de aciertos que, sin abandonar el underground y dar el salto definitivo al mainstream (algo que ni él, ni nosotros necesitamos), ha logrado dar a luz a diferentes bandas y revolucionar el mundo de la música tal y como lo entendemos. Spirit Caravan, Saint Vitus o The Obsessed son referencias obligadas si lo tuyo es el hard o el doom, pero también si disfrutas del stoner o, simplemente, del buen hard rock y eso es lo que es “Gilded Sorrow” (2024), con la ayuda de su viejo amigo, Frank Marchand, tras la producción, y Jason Taylor en las guitarras, Chris Angleberger al bajo y Brian Constantino en la batería, firmando un disco que, si bien no llega a las cotas de “The Church Within” (1994), "Lunar" Womb" (1991) o su debut de 1990, sí que mantiene el tipo junto a “Sacred” (2017) y logra un gran nivel. Pero, seamos sinceros, ¿qué tiene que demostrar Wino a estas alturas? ¿Tiene sentido esta o cualquier otra crítica actual a The Obsessed? Deberíamos sentirnos afortunados de poder disfrutar de nueva música de la banda en pleno 2024 y tener a Wino en tan buena forma, es como si el tiempo no hubiese pasado y los últimos treinta años hubiesen pasado en un suspiro por esa misma gracia por la que muchos músicos parecen no acusar el paso de los días y su obra, breve pero escogida, mantiene el mismo sabor a pesar de esta lucha contra cronos. Además, tan sólo han pasado siete años entre “Sacred” (2017) y este “Gilded Sorrow” (2024), no veintitrés como ocurrió entre el anterior y “The Church Within” (1994), brindemos por ello.

El riff clásico con el que se inaugura el álbum viene de la mano de “Daughter Of An Echo” y, a pesar de tener el sabor de muchas influencias, el fraseo de Wino y cómo las guitarras juegan entre ellas, su tono setentero es todo lo que nuestro protagonista significa en el mundo de la música, mezclado con ese sonido crujiente, a medio camino entre el hard, el doom y el stoner mencionados, como el corte de manga que supone “It’s Not OK”, con mucho más groove, en el que parece que Wino hace una peineta al mundo en su rodar, mientras que “Realice A Dream” es ese hard atemporal (con toque sureño incluido) que tan bien le podría haber sentado al Ozzy de los últimos discos, si se hubiese dejado aconsejar correctamente y olvidado de los experimentos innecesarios. De “Gilded Sorrow” me gusta la textura que logran, el apasionado y febril solo de guitarra a mitad de la canción y cómo se construye la tensión, pero ralentiza demasiado la transición del disco, más aún cuando el doom hace acto de presencia en “Stoned Back to the Bomb Age”, de nuevo con magníficas guitarras y Wino recordando a Ian Astbury, pero sentenciando el disco a un tempo más lento que parece confirmarse con “Wellspring - Dark Sunshine” (la menos resultona, todo hay que decirlo), haciéndonos olvidar la triada oficial, y dejándonos únicamente con “Jailine” como última pisada a fondo del acelerador para una lentísima “Yen Sleep” o el indigno final que es “Lucky Free Nice Machine”.

Es verdad que por cosas así, el resultado de “Gilded Sorrow” (2024), después del deslumbrón inicial, termina perdiendo lustre, más teniendo en cuenta su brevedad, y muestra la fortaleza de “Sacred” (2017) pero, como escribía unas cuantas líneas arriba, somos afortunados de poder escuchar estas canciones y tener a Wino recorriendo los escenarios de medio mundo y ante eso, sólo podemos entender a “Gilded Sorrow” (2024) como una excusa para echarse a la carretera y seguir haciéndonos vivir el sueño, para nosotros es un regalo.

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