Crítica: Kvelertak “Endling”

Hay que tener los oídos de corcho para no apreciar, cuando suena la inicial "Krøterveg Te Helvete", que algo ha cambiado en Kvelertak; no es que tengamos que retroceder a la pérdida de Erlend Hjelvik, la fuga de Kjetil Gjermundrød o, más allá, la de Anders Mosness, es que tú y yo sabemos que tras “Meir” (2013), "Nattesferd" (2016) fue saludado de manera desigual y, sin ser un mal disco, sí que resulto mucho más tibio que “Kvelertak” (2010) o el mencionado “Meir” (2013), pero también es cierto que Ivar Nikolaisen defendió las canciones de "Nattesferd" (2016) con toda la dignidad, en plena gira y sin Erlend, no puedo menos que ensalzar semejante colocada de gónadas frente a un público que podría haberle crucificado pero preferimos sujetarle a través de su sudorosa chupa de cuero mientras hacía crowdsurfing. Sin embargo, “Splid” (2020) decepcionó a muchos y no porque no pudiesen presentar sus canciones en directo, a causa de la terrible pandemia, sino porque el disco era, lógicamente, de tránsito en esa complicada carretera por la cual se veían empujados a crecer, pero sin dejar de sonar como lo que ya no eran. Qué complicado, ¿verdad? Sí, claro que lo fue y “Splid” (2020) acusó semejante desgaste frente al poco apasionamiento que despertó entre nosotros, sus seguidores. Así, los noruegos corrieron prestos a anunciar que ya habían entrado al estudio para grabar este “Endling” (2023), producido por Jørgen Træen, Yngve Sætre y Iver Sandøy, en el que las cosas permanecen igual, pero, por lo menos, se siente la clara intención de Kvelertak de regresar a aquello que les hizo famosos, más allá de sus electrizantes directos y, con todo, sin lograrlo.

El arranque de “Endling” (2023) con "Krøterveg Te Helvete" es sorprendente por su duración y su tormenta inicial, en la cual parecen ser más noruegos que los propios noruegos, buena pinta hasta que la canción se convierte en un ‘rocanrol’ de toda la vida y uno se da cuenta de la engañifa que han sido los tres primeros minutos de introducción que, por desgracia, dan paso a ese riff tan genérico sin que sea de una manera orgánica, sintiéndose natural. Es por eso que "Fedrekult" es posiblemente una de las mejores de todo el disco por su crescendo y la emoción que destila, además por qué no decirlo, por esos blast beats con los que nos obsequia Håvard, aunque sea de manera intermitente. Como la psicodelia les sienta bien en “Likvoke” o la sensación de estar escuchando a unos Ramones nórdicos con Ivar haciendo su mejor actuación en “Endling” (2023), “Døgeniktens Kvad” es, por razones obvias, una de mis favoritas junto a "Fedrekult", gracias a Marvin y Håvard, mientras que “Endling” -la canción que da título al álbum- apesta a la década de los ochenta (para mal) y, aunque me gusta su nostalgia y las guitarras de Maciek y Vidar, la voz le hace un flaco favor, sonando excesivamente aguda y callejera, convirtiendo la canción en una nadería, como esta segunda cara con “Skoggangr” (que se hace eterna y aburrida) o el colmo que es “Svart September”, construyendo una triada francamente olvidable con algún destello en “Paranoia 297” pero la innecesaria “Morild” para despedir el álbum sintiendo y también sabiendo que un recorte desde los casi ocho minutos a tres, le habría sentado maravillosamente bien.

No tengo duda alguna de que en directo seguirán siendo tan efectivos como siempre y allí nos veremos, pero su discografía comienza a ser serpenteante con dos discos iniciales repletos de frescura, un punto de inflexión, uno de transición y este último que no termina de cuajar. Si te dicen que es el disco del año, te lo tendrás que creer, pero tú y yo sabemos, como te decía al comienzo de esta crítica, que no es así y tienes ganas de volver a pinchar “Meir” (2013).

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