Crítica: Marduk "Memento Mori"

No han sido años fáciles para Marduk, merecido o no, la única verdad es que da la sensación que los suecos han querido seguir jugando en el infantil mundo acomodado de su adolescencia, confundiendo el deseo de elevar al cubo la maldad de su música y esto se ha terminado desdibujando con lo que política y moralmente es inaceptable: como un ser antediluviano que ha de adaptarse, de golpe y porrazo, a pedir comida a domicilio y legitimar su propio pensamiento a través del buenismo de redes sociales. Marduk siempre han jugado en la cuerda floja y parecen haber terminado por quemarse. A este juicio, en el que no me extenderé y profundizaré, nos quedan dos opciones; seguir escuchando su música y esgrimir la hipocresía del consabido “matar al artista” para poder disfrutar de sus canciones previa tirita y esparadrapo o, por el contrario, comenzar a eliminar artistas de nuestras vidas por no coincidir con nuestro canon ético y político, sin terminar de saber o conocer toda la verdad, dejándonos llevar únicamente por lo que nos llega; sin duda, son tiempos complicados, mayormente porque a la incertidumbre hay que sumar la jeta de aquellos otros que se suben al carro de la cancelación con algunos personajes públicos o artistas pero, defienden a capa y espada, a otros mucho más execrables.

Centrándonos de nuevo en el caso de Marduk, los suecos llevan desde primeros de los noventa siendo incómodos y rodeados de polémica, grabando grandes discos todavía y presentándolos en directos que no dejan a nadie indiferente por la apisonadora que siguen siendo sobre las tablas. “Memento Mori” (2023) llega después de dos discos como “Viktoria” (2018), resultón pero sin sabor, y el también controvertido “Frontschwein” (2015), que no terminó de cuajar en sus fieles, y la sensación de que han vuelto a hacer bien las cosas; con Devo de vuelta al bajo después de que Joel Lindholm no sea parte de la banda tras su saludo nazi en el Incineration Fest (aunque firme algunas pistas y la composición de dos canciones), además de la aparición de nuestro querido Lars-Göran Petrov (Entombed, Entombed A.D. o Firespawn, entre otros), fallecido en 2021.

Así, de momento como trío, Mortuus, Morgan y Simon, se empeñan en recordarnos nuestro inminente final con la inicial “Memento Mori” y la sensación abrasadora de estar siendo devorados por las llamas del infierno, gracias al trabajo de Simon en la batería y un nivel de agresión desgarrador con Mortuus sonando más cafre y blasfemo que nunca, mientras Morgan ataca su guitarra de camuflaje. Algo que no es un espejismo precisamente y constatamos con el auténtico cañonazo que es “Heart of the Funeral” y, la aún más salvaje, “Blood of the Funeral” en la que las hirientes guitarras y el atropelladísimo ritmo nos deja completamente molidos. Con todo, la estrella de la primera cara es “Shovel Beats Sceptre” y su sombría introducción, Mortuus nos interroga; ¿te has dado ya cuenta de que la vida es un reloj de arena? Y bajan de ritmo pero no de intensidad, con el bajo marcando nuestro paso como una marcha fúnebre. “Charlatan” nos lleva a los noventa atacando a Abraham, mientras “Coffin Carol” ahonda en nuestra propia relación con la muerte y nos la presenta como nuestra amiga, animándonos a abrazarla, en lo que es, sin duda, otra de las mejores canciones de “Memento Mori”, antes de sumarnos a la marcha de “Marching Bones”, en la que Simon aplasta nuestro cráneo a su paso, “Year of the Maggot” profundiza en ese sonido más siniestro antes de rompernos el cuello con su aceleradísimo blastbeat, “Red tree Of Blood” es el sonido afilado de una guadaña cercenando cuerpos a su paso y “As We Are” roza el sobresaliente absoluto con Morgan fuera de sí, firmando una de las mejores guitarras de todo el disco y , por supuesto, la ayuda vocal de Lars-Göran Petrov. Dejándonos sin respiro pero, irónicamente, con ganas de más.

No hay duda alguna de que Marduk han firmado su mejor disco en años y demuestran ser mejores músicos que lo que son capaces de transmitirnos a través de su dañada imagen, sólo espero que espabilen y se centren en aquello que mejor saben hacer, que sepan salirse de toda polémica y sólo se hable de ellos en relación a su música, esa que siguen pergeñando en el infierno.

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