Crítica: Insomnium “Anno 1696”

Si me dieses a elegir un momento al que viajar en el tiempo y pasar unas cuantas horas, podría elegir Los Ángeles durante los ochenta, peinar mi larga melena a base de laca, y disfrutar de Mötley Crüe o asistir al nacimiento de los Guns N’ Roses más crudos, quizá viajar a finales de lo sesenta a California y pasar una tarde con Manzarek y Morrison en la playa o, como mucho, pasar un fin de semana en el Seattle de primeros los noventa y asistir a un concierto en club de Alice in Chains, Tad, Mudhoney o Soundgarden, pero jamás, en mi puñetera vida, se me ocurriría viajar a la vieja y gélida Escandinavia en pleno siglo XVII y comerme, además del frío, una constante caza de brujas y la sempiterna guerra entre paganismo y cristianismo. Y es que de eso trata el nuevo álbum de Insomnium, un tema fertilísimo para la imaginación, fascinante por la imaginería musical, dramático para las gentes de la época pero que a Insomnium les queda como un guante para su death metal melódico con tintes nostálgicos, melancólicos y épicos, funcionando mejor que ”Heart like a Grave” (2019), lo que no hace malo a aquel, por supuesto que no, cuando Insomnium se muestran claramente incapaces de grabar un disco que no haga honor a su carrera, quizá por esos tintes folkies, a medio camino entre su tradición y el western, con los que abre la propia “1696”, hay momentos en los que recuerdan a Sólstafir hasta que Insomnium hacen lo que mejor saben hacer; entrar en tromba con Markus Hirvonen convertido en Godrick, el Injertado (lo siento, tenía que hacer esta referencia a Elden Ring y la forma de tocar de Hirvonen, pareciendo que tiene más brazos de los humanamente posibles) y las guitarras de Vanhal y Liimatainen se alternan dibujando una bonita y épica melodía, digna de Insomnium, hasta se final desbocado en la cual parecen devorarnos por completo.

Pero quizá mi favorita sea “White Christ” con Sakis Tolis de Rotting Christ en la que destaca el dueto pero también, quizá, las mejores guitarras o más bellas de todo “1696” y no estoy exagerando. Tanto es así que cuando suena "Godforsaken" con Johanna Kurkela, creemos estar llegando al clímax del álbum e ntan sólo tres canciones. Veréis, no soy muy amigo de las voces femeninas en el metal cuando son metidas con calzador, por varios motivos pero el principal suele ser que todas suenan iguales y los recursos empleados por ellas, así como las composiciones tienden a adaptarse a estas, resultan tan manidas que aburren, pero en "Godforsaken" funcionan, los tintes otoñales tiñen el comienzo de “Anno 1696” y cuando suena “Lilian” no queda duda de que estamos ante un clásico instantáneo de la banda; el acceso melódico, la pegada, la línea de Niilo es magnífica, tanto como “Starless Paths” en la que, sin embargo, siento que sobran la mitad de los minutos.

"The Witch Hunter" suena como Amorphis y aligera muchísimo la carga tras “Starless Paths”, como también ocurre con “The Unrest” y su toque acústico, preparándonos de manera suave para “The Rapids” y su inicio a piano hasta recorrer el camino en el que Insomnium más cómodos se sienten; la voz rasgada de Niilo y la carga dramática de las guitarras de Friman, Vanhala y Jani. Pese a tener la sensación de que a “The Unrest” le sobran los mismos minutos que a “Starless Paths”, sí que considero un digno final a uno de los mejores discos de Insomnium en los últimos años con permiso, claro está, de "Winter's Gate" (2016). Quizá sea la composición, el magnífico gusto exhibido en los arreglos, la ejecución perfecta de unos músicos con un sonido claro y definido, madurado durante su larga carrera o, simplemente las musas que han inspirado semejante obra que, de no ser por dos o tres canciones, se coronaría como un auténtico sobresaliente. Algo muy difícil de lograr para el resto de los mortales e incluso algunos dioses paganos nórdicos.

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