Crítica: Jerry Cantrell “Brighten"

Huyo como de la peste de aquellas personas para los que todo es bueno buenísimo, de esas que no levantan ningún tipo de reacción a su alrededor, de esas para las que todo da igual y nunca se pronuncian porque en la vida, indefectiblemente, hay bueno y malo, síes y noes, y los grises suelen estar hechos para contentar. Y así, heme aquí, me encuentro ante el nuevo disco de Jerry Cantrell y no sé cómo abordar la exploración anal sin lubricante porque me consta que están aquellos para los que Cantrell es Dios y esos otro para los que, amando a Alice In Chains, creemos que lo mejor del de Washington ya ha sido publicado. Cantrell ha coproducido y grabado “Brighten” junto a Tyler Bates, Paul Fig y Joe Barresi y saben qué, ni con toda la ayuda de los ilustres invitados que pueblan el álbum, es capaz de superar “Boggy Depot” (1998) y los desgraciados “Degradation Trip” (2002). Y aquí es cuando podría elucubrar una intrincada teoría sobre cómo la desgracia hace fértiles a los artistas y la estabilidad es la auténtica peste de la que hay que huir cuando el denominador común de las grandes obras es la miseria, pero siendo un argumento tan socorrido y válido para Cantrell, sigue sin ser la verdad tras “Brighten” y es que, simple y llanamente, las canciones no merecen la pena; no es que esté condenando al rubio guitarrista a componer y cantar una y otra vez las tortuosas melodías que caracterizan a Alice In Chains (por ejemplo, “Atone” es un enorme single, su sonido agreste y sepia es magnífico, la melodía es adictiva y malvada, tanto como la propia “Brighten”, a pesar del sonido claramente norteamericano) es que, cuando escucho a Cantrell, quiero que suene a él y en este álbum hay canciones que sonrojan y aburren, mostrando sus mejores bazas al comienzo para irse diluyendo a medida que avanza. El propio guitarrista asegura que es un viaje desde la oscuridad hasta la luz, bonita forma de endulzarlo.

Lo dicho, me encantan “Atone” y tolero razonablemente bien la propia “Brighten”, pero en "Prism of Doubt" la cosa se empieza a torcer, me gustan las armonías vocales (Cantrell es un genio en las dobles voces) pero es complaciente y predecible. Son esas armonías las que salvan una canción como “Black Hearts And Evil Done”. Mientras que “Siren Song”, producida por Duff McKagan (ya que, según Cantrell, el bajista de Guns aseguraba que la pista de bajo era tan buena que no quería tocar él mismo...) o “Had To Know” funcionan por la soledad que transmiten, esa que parece desaparecer en “Nobody Breaks You” y la aburrida “Dismembered” o la despedida por Elton John, “Goodbye”.

Cantrell es incapaz de grabar algo abominablemente malo, por supuesto, pero “Brighten” no es lo mejor que ha grabado y lo sabe, no suena maduro sino lejos de sus mejores momentos creativos y si debo mencionar la plétora de invitados y músicos para justificarlo, como si se tratase de una receta, es que estoy intentando justificar lo injustificable. La carrera de Alice In Chains ha ido en sentido descendente desde “Black Gives Way To Blue” (2009), quizá sería el momento de centrarse y entender que el descanso ha acabado, que pueden y deben grabar un disco mejor que “Rainier Fog” (2018) que a Cantrell todavía le queda mucho trabajo por delante y este “Brighten” no es más que una curiosidad, un regalito, para todos aquellos que compraremos y escucharemos todo lo que lleve su nombre, aunque seamos incapaz de comulgar con ello y pretender engañar al resto.

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