Crítica: Sepultura "Sepulquarta"

Recuerdo aquel episodio en el que Chandler Bing (Matthew Perry) aseguraba, ante su desencanto laboral, que su trabajo era algo temporal, pero llevaba años en él. Algo parecido ocurre con Sepultura, tras la salida de Max, muchos de sus seguidores de los noventa pensábamos que Derrick Green sería una nota a pie de página, pero lo cierto es que Green lleva la friolera de veintitrés años con los brasileños, mientras que Max sólo estuvo once. Es cierto que a uno le sobraron años para llevar a su propia banda a lo más alto, mientras que Green lleva más del doble y todavía, ni con Igor o el fichaje galáctico de Eloy Casagrande, la nueva formación ha sido capaz de reverdecer los laureles. El caso es que, como a Chandler Bing, para Green esta ya es su banda y, para todos aquellos que crecimos con ellos, no nos queda otra que aceptar que Max nunca más volverá y quizá así sea mejor. Pero vayamos al grano, a Sepultura, como a muchas otras bandas, les pilló la pandemia en plena promoción de su nuevo disco, “Quadra” (2020), y la imposibilidad de salir de gira con lo que, gracias a la ayuda de Conrado Ruther, hicieron del retiro una provechosa colección de colaboraciones que ahora ve la luz como “SepulQuarta”, un álbum repleto de invitados que interpretan canciones, en formato crudo, del pasado más glorioso de la banda y también del repertorio más reciente y, por tanto, menos lustroso. ¿El resultado?

 

Vaya por delante que sigue siendo un placer escuchar los clásicos y, aunque falten muchos, entiendo que la banda no haya querido incluirlos por aquello de promocionar estar segunda encarnación y hacernos creer que las nuevas y no tan nuevas composiciones son aval suficiente como para que el nombre de Sepultura siga en activo, pero lo cierto es que produce una ligera sensación de lástima escuchar a los brasileños desprovistos de casi cualquier producción, interpretando algunas canciones que son -directamente- prescindibles con algunos amigos cuyo nombre sólo se entiende en los créditos y no en la propia colaboración. Tal es el caso de defenestrado David Ellefson en el clásico que es “Territory”, tienes que creerte que está ahí porque su contribución es nula o, por lo menos, inaudible. “Cut-Throat” demuestra que “Roots” (1996), pese a la producción y quizá el erróneo planteamiento yankee-étnico, estaba plagado de grandes composiciones, ¿Scott Ian? Es el invitado en la canción, pero al igual que ocurre con Ellefson, es algo anecdótico. “Sepulnation” con Danko Jones suena más fresca y cercana al nu metal, se agradece la voz de Jones, justo lo contrario que ocurre con “Inner Self” que pierde el encanto pútrido a death metal con el que sonaba en “Beneath The Remains” (1989) y es que resulta muy jodido sonar igual que cuando tenías hambre de comerte el mundo. Además de la clara constatación de que da completamente igual si tienes las canciones, pero no capturas la magia y los músicos no son los mismos porque esta formación de Sepultura es capaz de convertir en algo gris semejante tema.

 

“Hatred Aside” con Fernanda Lira y Mayara Puertas suena más agresiva igual que espacial en sus guitarras, “Mask” de “Kairos” (2017), con el carismático Devin Townsend. Aburridísima resulta “Fear, Pain, Chaos, Suffering”, todo lo contrario que “Vandals Nest” porque, a pesar de lo que piense el lector, también soy uno de esos que piensan que lo mejor que les ha ocurrido en su vida a los brasileños es haber encontrado a Eloy Casagrande. “Slave New World” cuenta con Matthew Heafy de Trivium y, por lo menos, transmite la sensación de estar pasándoselo bien el estudio. Caso muy distinto es el clásico “Ratamahatta” que pierde muchísimo respecto a su versión de hace veinticinco años, ¿no es increíble? “Apes Of God” con Rob Cavestany, suena fiera, pero “Phantom Self” consigue sacarnos de nuevo del álbum y, cómo no, será “Slaves Of Pain” la que nos devuelva la sangre, antes de la incomprensible e innecesaria versión de “Kaiowas” y la versión de la versión que es “Orgasmatron”, convenientemente recogida en “Arise” (1991), absurdamente olvidado en este “Sepulquarta”, igual que “Shizophrenia” (1987) o el “Morbid Visions” (1986). Entiendo que Sepultura deban seguir, que es lo que mejor saben hacer, que Max no volverá y que acudiré a verlos en directo siempre que pueda, pero tengamos claro que fueron grandes por lo que hicieron y fueron, no por lo que son actualmente y esto es, simplemente, un artefacto promocional para que no nos olvidemos de que publicaron “Quadra” y a nadie le importa, pero tendrán que salir de gira para intentar venderlo. Y punto.


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