Crítica: Abiotic "Ikigai"

Seis años han tardado los de Miami en volver tras dos discos como "Casuistry" (2015) o "Symbiosis" (2012) y lo hacen con un álbum como “Ikigai”, abandonando toda intención cósmico-espacial, para zambullirse de lleno en la existencia cotidiana y esa llamada que da sentido a nuestra vida con el concepto japonés que puede traducirse de muchas maneras pero que, en el fondo, significa el motor de nuestra existencia. Curioso es que la banda haya decidido emplear semejante término y complementarlo con una portada que representa el seppuku, harakiri, haraquiri o hara-kiri y el ya clásico ritual de suicidio japonés. Lo que está claro es que Abiotic han decidido mirar hacia abajo en lugar de a las estrellas con un álbum que, según Matos, tiene un poco para todos y también contiene la rabia y el sentimiento de aislamiento de los tiempos que, forzosamente, nos ha tocado vivir. Bajo la producción de su propio batería, Anthony Lusk-Simone, “Ikigai” nos trae a una banda que ha tenido tiempo para perfeccionar su estilo, sintiéndose su música mucho más rica y compleja que en trabajos anteriores, "Casuistry" (2015) o "Symbiosis" (2012, en una discografía que parece progresar en sentido ascendente. "Natsukashii" es una bonita introducción japonesa con la que dar un bocado a la propia “Ikigai”, en la cual pretenden mantener ese influjo oriental, pese a las guturales de Travis Bartosek y una canción en la que se sincopan y juegan a abandonar el deathcore para tocar con los dedos (nunca mejor dicho) el death más técnico, recordándonos levemente a Fallujah, pero sin el éxtasis atmosférico de estos. 

 

El influjo de The Black Dahlia Murder en "Covered the Cold Earth" es algo tan obvio como no escondido, cuando en la propia "Souvenir of Skin" está el mismísimo Trevor Strnad en un álbum en el que no faltan precisamente los invitados, en "Smoldered" está Chaney Crabb prestando su voz en un contrapunto interesantísimo con Bartosek, canción en la cual hay un momento muy free jazz, para rompernos con “The Wrath” y sus orquestaciones o “If I Do Die” con Brandon Ellis, guitarrista de The Black Dahlia Murder, aportando su toque y en la siguiente, la ya mencionada colaboración de Trevor. Mientras que en “Her Opus Mangled” es el dotadísimo Jared Smith de Archspire quien aporta su gracia en una banda, como es Abiotic, en la que por momentos siento que no están plenamente ubicados y mezclan conceptos cuando se quieren acercar a la locura que es el death más técnico (como es el caso de Archspire), el death técnico pero cafre de Black Dahlia y esos momentos para la ensoñación (como es en “Her Opus Mangled”) en la que parecen querer jugar en otro terreno, más cercano al gaze, algo que escrito puede sonar atractivo pero que cuando lo escuchamos resulta ligeramente extraño, no porque no estemos acostumbrados sino porque no suena natural.

 

Precisamente, otra de las referencias que antes citaba, es más que evidente cuando escuchamos "The Horadric Cube"y leemos en los créditos que Scott Carstairs de Fallujah suma su mástil a la canción e incluso John Carpenter de The Contortionist en “Grief Eater, Tear Drinker”, siendo imposible disimular las huellas en la arena o la trayectoria trazada de Abiotic para este “Ikigai”, que cierra con una dramática “Gyokusai” y el fuerte sentimiento de lo escrito anteriormente, cuando al escucharla no sabemos muy bien para dónde quieren tirar en la última canción del álbum y la sensación de que esa variedad, ese “querer incluirlo todo, para todos, un poco de aquí y de allá” no siempre es bueno y ha desdibujado el espíritu de un disco que, conteniendo minutos de calidad y siendo plenamente disfrutable, se queda en un notable muy bajo. Con todo, no hay que perder de vista a la banda, puede que afinen el ojo y en próximas ocasiones acierten con la hoja de ruta o, simplemente, se den cuenta de que no siempre hay que saldar deudas con todos que, aunque el sufrimiento existencial pueda ser justificado con un concepto, en la música no es lo mismo y no a todos nos vale el mismo remedio.


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