Crítica: Humanity’s Last Breath "Välde"

¿Me arrepiento, nos arrepentimos de no haber escrito sobre “Abyssal” (2019)? Por un lado, sí, dado mi amor por Vildhjarta pero, por otro lado, me alegro porque hace un par de años hubo un verdadero hype con los suecos y no estaba dispuesto a ceder, a escribir sobre aquel disco que mucha gente quiso encumbrar -no sin motivo, ojo- pero me negué a formar parte de aquel pequeño circo de instagrammers posando con el vinilo, como ocurrió con mi queridísimo “Mirror Reaper” (2017) de Bell Witch y la prostitución de semejante belleza. Así que, con las aguas más calmadas, cuando se anunció el regreso de Humanity's Last Breath sentí algo remotamente parecido a emoción, ¿habrían sido capaces de superar “Abyssal”? Obviamente no, “Välde” es un buen álbum que palia algunos de los errores de “Abyssal”, esos que alejan a aquel del sobresaliente, pero aquí aparecen otros nuevos que sí son imperdonables. Por ejemplo, aquellos momentos de ensimismamiento e instrumentales, aquí son con cuentagotas y prefieren el desarrollo de lo monolítico a los pasajes que no llevan a ningún sitio en una banda de deathcore cuyo subgénero se le ha quedado pequeño y navegan a medio camino entre el death, djent y progresivo, mezclando un poquito de todo.

Bajo la portada del genial Mariusz Lewandowski, Humanity's Last Breath te golpean la cabeza con un muro de hormigón, tras la introducción que es “Dödsdans”. “Glutton” abre de manera brutal, Danielsson está enorme y la cohesión de la banda es tan clara como para que parezca haber pasado una década entre un álbum y otro. “Earthless” fue uno de los adelantos y se convierte en uno de los mejores momentos del álbum con Rosell golpeándonos contra los parches, esos mismos que castigará en “Descent” (genial la atmósfera creada) o “Spectre” por todo el djent del inframundo, mientras que en “Dehumanize” se pasan al death y en “Hadean” logran la cuadratura del círculo de “Välde”, como en “Tide” se demuestran a sí mismos y a nosotros que son una banda capaz de lo mejor, queriendo romper los límites del metal. Entonces, ¿qué es lo que ocurre en “Välde”? 

Muy sencillo, las cimas son enormes (por ejemplo, “Descent”, “Spectre”, “Tide” o “Hadean”) pero no todo está a la misma altura y el relleno es puro sebo y, para más inri, situado estratégicamente en la secuencia del álbum. “Väldet” es tan innecesaria que hiere, como “Siren” y sus constantes empujones, así como la sensación de estar escuchando metal alternativo, nada que tenga que ver con el extremo, hasta tal punto que una maravilla como “Futility” pierde pegada cuando deciden cerrar con algo tan pueril como “Vittring” y la sensación de una copiosa comida que se repite eternamente. “Välde” es un álbum al que le falta dirección o le sobran canciones que hacen parecer que la banda no tiene contención alguna y prefiere publicar un álbum con doce canciones de una duración no siempre justificada, en lugar de uno de seis u ocho que verdaderamente noqueé al oyente y aunque eso me joda, no abandono las esperanzas de que graben algo superior a “Abyssal” a tenor de algunas de las canciones incluidas en este álbum. Los suecos lo tienen todo, ahora sólo les queda soltar lastre y cribar hasta pulir verdaderamente el diamante que ellos y nosotros también sabemos que tienen entre las manos.

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