Crítica: Necrophobic "Dawn of the Damned"

Ya lo mencioné cuando escribí sobre "Mark of the Necrogram" (2018) y la historia de Necrophobic, pero los suecos no han dejado que el tiempo pasé en balde y su banda se quede en el recuerdo, han sabido aprovechar el impulso de su anterior álbum y han vuelto a grabar el sonido del mismísimo infierno, porque "Dawn of the Damned" (2020) es, desde su primera canción, uno de los mejores discos de metal de este 2020 (y no me cansaré de decirlo, este año que, precisamente, está siendo un auténtico vergel de buena música). Con Fredrik Folkare tras los mandos y el jodido genio que es Necrolord en la portada, Necrophobic no dan un brusco giro de timón, sino que prefieren continuar allá donde lo dejaron en "Mark of the Necrogram” (y, la verdad, es que, la ilustración de Necrolord parece adentrarnos en aquella rojísima fortaleza del anterior álbum), lo cual me parece una sabia decisión cuando aquel lo tenía todo; el sonido, la ejecución, la composición y canciones como “Tsar Bomba”, “Sacrosanct” o “Pesta” entre muchísimas otras. Por eso me gustan las guitarras de Sebastian Ramstedt y Johan Bergebäck en “Aphelion” como introducción, como antesala de lo que se nos viene encima, “Darkness Be My Guide” por todo el black metal del mundo, sonando muy similar a Immortal pero más robustos y con más técnica; no puedo negar que cuando escucho “Darkness Be My Guide” recuerdo aquellas palabras que nos decíamos, entre risas, un colega y yo, en mitad de las anestesias etílicas reglamentarias; "once you go black, you never go back..." pero qué cierto es cuando Anders Strokirk parece invocar a todos los demonios del averno y Joakim Sterner pega de hostias a su bombo, uno sabe que nunca más volverá a sentir el metal de la misma manera.

 

“Mirror Black” es el single perfecto para Necrophobic, hiriente en sus primeros segundos, misterioso y solapándose las guitarras con la introducción, me gusta la base rítmica de Lundholm y Sterner y el trémolo de su riff, generando una tensión dramática brutal. Pero quizá lo que más me sorprende de "Dawn of the Damned" es esa pulsión borboteante, esa sensación de ataque sónico constante por el que canciones como “Tartarian Winds” o “The Infernal Depths of Eternity” producen la auténtica sensación de estar siendo golpeado con el pedal del bombo, de estar siendo empujados hacia el interior de un oscuro e infinito abismo, de creer de nuevo que son los noventa y el tiempo no ha pasado, para mezclar llamaradas infernales con el gélido hielo sueco. Tanto “The Infernal Depths of Eternity” como “Dawn of the Damned” arrancan de manera sibilina para, en menos de dos segundos, arrancarte el corazón del pecho aún latiente. 

 

“The Shadows” suena clásica, como si Judas Priest se mezclasen con Immortal, es melódica pero también tiene filo y un ritmo galopante que nos acelera y conduce con velocidad a “As The Fire Burns” (que puede ser la canción menos impactante del álbum pero mantiene un grandísimo nivel) y nos escupe ante una joyita como "The Return of a Long Lost Soul", la más épica de todo “Dawn of the Damned”; siete minutazos repletos de épica, un tempo más lento y un duelo magistral de guitarras de Sebastian y Johan. Tras semejante composición, un final como "Devil's Spawn Attack" se hace demasiado poco, colabora Schmier de Destruction con su voz desquiciada y, aunque no desentone, desmerece un álbum con tanta negrura, maldad abrasadora.

 

A pesar de ello, “Necrophobic” han vuelto a grabar un álbum cercano al sobresaliente, perfecto para todos aquellos que quieran iniciarse en el black y esos otros puretas que disfruten del buen black, parido en el infierno. No tengo duda alguna de que cuando este fatídico año llegue a su fin, “Dawn of the Damned”, estará entre esos diez discos que seguiré escuchando y por lo que consideraré que casi todo merece la pena.

 

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