Crítica: Six Feet Under "Nightmares Of The Decomposed"

Si hace exactamente tres años intentaba justificar un disco tan mediocre como “Torment” (2017) por el cariño que le tengo a Chris Barnes, lo hecho con Cannibal Corpse y discos notables como “Undead” (2012) o “Unborn” (2013) y esos clásicos como son “Haunted” (1995), “Warpath” (1997), “Maximum Violence” (1999), ha llegado el momento de subir la cremallera en la bolsa y cerrar los ojos de Barnes, de regresar a sus clásicos y olvidarnos de él como músico, de llevar a la mesa de matanza (nunca mejor dicho) un disco tan horrendo como “Nightmares of the Decomposed”. No se trata del sonido, aunque intuya que Chris Carroll (Malevolent Creation, HatePlow o los propios Six Feet Under) ha debido dormirse sobre la consola y haberse limitado a cobrar su salario, tampoco se trata de los músicos; Ray Suhy, Jack Owen (joder, Jack Owen de Deicide), Jeff Hughell y Marco Pitruzzella, claramente solventes en su oficio pero, seguramente, poco interesados en lo que aquí se cocía, la horrenda portada de Luke Hunter o la cascadísima -ya perdida- voz del propio Barnes, es que todo, absolutamente todo, apesta en “Nightmares of the Decomposed”. Un álbum repleto de riffs poco imaginativos, usados hasta la extenuación, genéricos y sin alma, aburridos y poco sorprendentes (“Amputator”), un sonido plano, opaco y gris en el que la mezcla es horrorosa y cuando suena la batería de Pitruzzella, el charles se come esta como una pandereta, con las guitarras creando una masa informe, el bajo casi inaudible o con sonido a pedorreta, y Barnes totalmente perdido, errante sobre unas composiciones absurdas y pobres, poco trabajadas o elaboradas.

Escucho “Zodiac” o “The Rotting” y me apena que eso que suena sea Barnes, pienso en los años de abuso a los que se ha sometido, en lo poco que se ha cuidado y su afición a la marihuana y el humo, el puto humo que debe haber dejado sus cuerdas vocales como los cabos ajados por la sal de un buque pirata anclado en el estómago del océano, siento especial vergüenza ajena en “The Rotting” y esa especie de ‘pig squeals’ que parecen el diafragma de un gremlin pariendo y ese jodido riff tan repetitivo y circense, robado en un Lefties del metal o un banco gratuito de riffs para discos de death de bajo coste. Lo peor de todo, si es que hay algo peor que escuchar a una leyenda como Barnes en semejante estado, con un Jack Owen creativamente ausente, no es asistir impasible al dantesco espectáculo de que canciones como “Death Will Follow”, “Migraine” o “The Noose” se suceden sin que este “Nightmares of the Decomposed” remonte el vuelo, sino que con semejantes ingredientes como los descritos anteriormente y Barnes convertido en un caricatura del Monstruo de las Galletas de Barrio Sésamo, pretendan tomarnos el pelo. Cualquier banda amateur que esté comenzando, repito; cualquiera, es capaz de facturar algo con más dignidad e ilusión, un producto mejor acabado.

 

El comienzo de “The Noose” es deprimente, igual que “Blood Of The Zombie” y su horrendo y tristón riff, el sonido de "Self Imposed Death Sentence" y el patetismo cafre, de serie B, que es “Dead Girls Don't Scream”, nada funciona en un disco que produce una digestión pesadísima y que acabar de escucharlo debería estar premiado. "Drink Blood, Get High", "Labyrinth of Insanity" y "Without Your Life" concluyen cuarenta y tres minutos en los cuales no serán pocas las veces que uno tema por la salud de Barnes y crea que va a quebrarse en la siguiente canción, esas que durante la media de cuatro minutos escupen una y otra vez las mismas guitarras, los mismos fraseos y solos que suenan absolutamente a chiste. 

Llegados a este punto tengo la duda, ¿por qué la mítica Metal Blade Records le ha permitido publicar semejante aberración? ¿por qué nadie le ha advertido a Barnes lo que iba a parir? Mucho me temo que únicamente prima el interés económico o contractual cuando compruebo, atónito, que Metal Blade ha prohibido los comentarios en todos los promocionales de “Nightmares of the Decomposed” en YouTube. Pensaba que “CFMT” de Corey Taylor sería lo peor que escuchase este año, pero la vida a veces nos regala discos tan horrendos que ni siquiera sirven como posavasos. Un horror de principio a fin, a menos que quieras tirar tu dinero y llorar por Barnes, no lo compres, ni siquiera lo escuches, lo expongas a la luz, mojes o alimentes después de medianoche…

 

© 2020 Jack Ermeister