Crítica: Ozzy Osbourne “Ordinary Man”

Amando a Black Sabbath más que a la misma vida, soy el primero que habría querido que Ozzy hubiese publicado un disco completamente diferente a “Ordinary Man” y no precisamente porque entre en absurdas comparaciones con su carrera en Sabbath o el período clásico de su discografía en solitario. Sino porque, entendiendo que este seguramente sea el último disco de estudio de Ozzy, me habrían gustado algunas cosas que no escucho o siento en él; la primera, la sensación orgánica de una banda -más o menos estable- con la que Ozzy trabaje en estudio y no un ramillete de colaboraciones que parece más una despedida honorable que un paso más al frente, algunas tan poco encajadas y acertadas que producen vergüenza ajena. Segundo, la producción tampoco es la mejor para Ozzy, gustándome que no abusen de la compresión, en mi humilde opinión, lo peor de todo este “Ordinary Man” es, precisamente, la voz y me parece un auténtico crimen; no porque Ozzy haya tenido nunca una garganta prodigiosa (pero sí peculiar y plenamente identificable) sino porque se siente demasiado procesada. Tercero, otro asunto es la composición; asumiendo que Ozzy haya compuesto todas y cada una de las canciones (no habiendo recurrido a ningún músico que, como es habitual, haya tenido que ceder sus composiciones por obligación contractual) tampoco me parecen las mejores canciones de su carrera o siquiera especialmente reseñables. Menos aún cuando uno comprueba los créditos y se encuentra una auténtica ensaladilla de colaboraciones también en la escritura. Resumiendo, “Ordinary Man” parece un artefacto creado en el estudio al milímetro, sin la ayuda de Wylde (que, obviamente, entiendo que Sharon no lo quiera ni ver para que su reconocible sonido no fagocite el álbum de Ozzy) y sí un constante salir y entrar de puertas de vodevil que, lo siento, termina desdibujando la personalidad de Osbourne y convirtiéndolo en una parodia.

Es verdad que venimos de un álbum que, en mi modesta opinión, fue un fiasco (“Scream”, 2010) con el bueno de Gus G. y además, nuestro querido protagonista, no está atravesando su mejor momento. Lo entiendo perfectamente, pero “Ordinary Man” posee el carácter de los discos corales que poco requieren al artista y mucho de maquillaje y cosmético posterior, cuando no campaña promocional. Y eso, para un seguidor de Sabbath y Osbourne, más que una celebración es motivo de pena.

"Straight to Hell" abre con coros, Wotman engancha un riff con mucho sabor pero genérico, mientras que ni Chad Smith o Duff McKagan parecen autorizados a aportar sus señas de identidad. Igual que “All My Life” resulta bastante plana para ser cuatro minutos y la constante repetición del estribillo, como el enésimo homenaje a “Iron Man” en “Goodbye”, canción que ralentiza terriblemente el álbum y no termina de cuajar, ni siquiera cuando cambia de tercio y se acelera entre guitarras de tinte hard rock pero completamente estándar, hasta el desaguisado definitivo que es “Ordinary Man” con Elton John. Veréis, me encanta Elton John (preferiblemente el de los setenta, “Tumbleweed Connection” del 71 es uno de mis discos favoritos) y sé que Ozzy posee un corazón pop que ama a The Beatles o considera a Elton John a la altura de su leyenda, y también que puede resultar mínimamente emocionante (para alguien más que ellos mismos) escuchar a Ozzy y Elton mano a mano, pero lo que me ocurre con la canción que da nombre al disco es que es una composición menor en la que no me gusta el sonido, la diferentes estrofas estructuradas como un juego infantil de construcción, los arreglos de cuerda enlatados y, en general, el tono crepuscular (siempre he deseado utilizar este adjetivo en una crítica, no me lo tengan en cuenta) de dos músicos que no se han visto siquiera para grabar sus respectivas partes. ¿Me emociona escucharla? No, al revés, creo que tengo que buscar algo remotamente parecido a un sentimiento en el profundo saco de mi alma. Me resulta una caricatura que suelo saltar en el disco y sólo podría emocionar a un octogenario en su lecho o a un chavalín que no tenga ni la más remota idea de quiénes son Ozzy o Elton.

“Under The Graveyard” me descolocó la primera vez que la escuche y, por desgracia, lo sigue haciendo; me gusta más la voz de Ozzy en los primeros compases aunque la instrumentación no sea la adecuada, se pega ligeramente pero la segunda parte rompe tanto la dinámica que termina por estropear la tensión creada. “Eat Me” abre con el bajo de Duff y me gusta su comienzo por lo pesada que resulta, entendiendo que quizá este disco debería haber sonado así desde el comienzo, algo que confirmo con "Today Is the End" (puede que la que más disfrute del álbum). Ambas canciones no son gran cosa, no puedo mentir y decir lo contrario, pero sí en su envoltorio, en su sonido...

Todo lo contrario de "Scary Little Green Men" con un guitarrista-pirotécnico como Tom Morello que, si Sharon se queja de Zakk Wylde, no sé qué opinará del de Nueva York, mientras "Holy for Tonight" resulta convincente en el tono desgastado de Ozzy y lo bien que suena cuando no hace de sí mismo, mientras que la colaboración con Post Malone, “It’s A Raid”, es un auténtico horror en el que se mancilla “War Pigs” y se la convierte en una canción de feria, a la que hay que añadir a un Malone haciendo uso del Auto-Tune. El cierre con "Take What You Want” y Travis Scott es otro de los peores momentos de “Ordinary Man”, indigno de un disco de Ozzy, con sus palmas enlatadas, arreglos petardos y voces procesadas a tope, hasta convertirse en un horror con la que desearás convertir el disco comprado en un posavasos.

Un cartucho perdido, un álbum desnortado, extraño en su concepción, completamente innecesario y ridículo de principio a fin. Me duele decirlo porque es Ozzy y siempre he sentido su música y personaje como algo propio, pero no lo quiero ni regalado. Ridículo de principio a fin…


© 2019 Blogofenia