Crítica: Alice In Chains “Rainier Fog”

Si alguien me hubiese dicho que, dieciséis años después de la muerte de Layne Staley, estaría escribiendo sobre un nuevo álbum de Alice In Chains, habría pensado que estaba loco. Hay momentos que tengo grabados a fuego en mi memoria; la publicación del homónimo “Alice In Chains” (1995) y aquella camiseta que me acompañaba un día sí, otro también; el estreno del “MTV Unplugged” un año después y, de repente, el silencio, los rumores y la tristeza de una mañana de abril del 2002 en la que todos nos despertamos con la noticia de la muerte de Layne. Es verdad que Jerry Cantrell no se apresuró a publicar material nuevo o siquiera se atrevió a sugerir que la banda podría continuar. Entre su último disco y “Black Gives Way To Blue” (2009) median catorce años, siete desde la desaparición de Layne, pero sigue costando aceptar y digerir su ausencia para todos aquellos que sí crecimos en los noventa y vivimos aquello de primera mano, pese a toda la dignidad de Duvall, gracias a él. Al sobresaliente, en todos los aspectos, “Black Gives Way To Blue” le siguió el menor “The Devil Put Dinosaurs Here” (2013) que disfruté muchísimo pese a no contener las canciones de su predecesor y lo mismo puedo decir de “Rainier Fog”.

En lo formal, grabado en los Bad Animals Studio de Seattle (lo que marca el regreso de la banda a su ciudad) y repitiendo con Nick Raskulinecz en la producción (con quien han trabajo en los dos anteriores discos), “Rainier Fog” supone un disco introspectivo; en el que Alice In Chains parecen mirar al pasado para tomar prestado lo que les interesa o rendir discretos homenajes pero también para cortar, poco a poco, el cordón umbilical y escribir algunas canciones que despegan del homenaje a lo que fueron y abrir el baúl de Cantrell. Y escribo esto porque escucho “Rainier Fog” y, al contrario, que “Black Gives Way To Blue” o “The Devil Put Dinosaurs Here”, en algunos momentos tengo la sensación de estar escuchando aquellos “Degradation Trip Volumes 1-2” (2002) de Jerry Cantrell en solitario. No hay queja alguna, además de gustarme su carrera, como seguidor de Alice In Chains, sé que gran peso de la banda siempre recayó en él y que hubo una época, mal que le pese recordarlo, que él mismo vio en Layne y su inestabilidad todo un obstáculo para que la Alice In Chains publicasen más material y girasen presentándolo, la continuación de su proyecto dependía del malogrado vocalista. No podía haber más diferencia entre uno y otro; mientras Layne luchaba con sus demonios internos pero era adorable con los seguidores y se mostraba abierto a colaborar fuera de la banda, Cantrell no luchaba contra nada y su agria actitud y recién adquirido estatus de estrella de rock fracturaba aún más a Alice In Chains, mientras veía como sus intentos por seguir publicando (“Boggy Depot” de 1998), recibían una tibia respuesta, cualquier movimiento de Layne era celebrado, por ejemplo “Above” (1995) con Mad Season.

El tiempo no ha mejorado el carácter de Jerry Cantrell, lo ha agriado aún más (que nadie nos lo quiera contar tras nuestro encontronazo con él en Madrid), y la figura de Layne no ha hecho más que crecer. Y, si algo se echa de menos en “Rainier Fog” es precisamente su unión, el álbum es notable y los singles, “The One You Know", "So Far Under" y "Never Fade" han sido escogidos con verdadera precisión; mientras que la primera juguetea con el concepto de “Fame” de Bowie y alberga uno de los mejores estribillos de todo el disco; “Tell me, does it matter If I'm still here, or I'm gone? Shifting to the after An impostor, I'm not the one you know”, “So Far Under” posee la misma esencia de Alice In Chains; esos tempos farragosos, guitarras pesadísimas y oscuras propias del amor de Cantrell por Iommi, además de un estribillo en el que parece que la cinta de grabación ha sufrido un bajón de corriente (es un ejemplo, soy amargamente consciente de que el proceso de grabación y producción de “Rainier Fog”, como millones de discos, es completamente digital) y “Never Fade” suena lo suficientemente actual y accesible para enganchar a todos aquellos nuevos seguidores pero también a algunos nostálgicos. Pero echo de menos, más que nunca, las armonías vocales entre Cantrell y Layne.

Muchos pensarán que ya ha pasado tiempo y han publicado tres discos sin él como para que eche de menos el jugueteo entre sus dos voces, pero tanto en “Black Gives Way To Blue” o “The Devil Put Dinosaurs Here” había un esfuerzo por evocar ese espíritu y Cantrell y Duvall ponían especial empeño en reproducir y recuperar el sentimiento de aquellas tortuosas y nasales voces dobladas, valga el ejemplo de “Check My Brain” o “Stone” y del que aquí sólo encuentro parangón en la propia “Rainier Fog” o la bonita “Red Giant”. Mientras “Fly” o “Maybe” (la más pegadiza) podrían haber formado parte de “Jar Of Flies” (1994), “Drone” (de nuevo, por Iommi), “Deaf Ears Blind Eyes” y, más en concreto, la larguísima “All I Am” nos muestran a un Cantrell que parece soltarse y disfrutar escribiendo el material que le gusta aunque ello pase facture al álbum de Alice In Chains y complique la escucha de su segunda cara.

El segundo y último gran inconveniente que aprecio en “Rainier Fog” es la ausencia de grandes, grandísimas canciones que literalmente te golpeen en la cara, estribillos que suenen eternos o melodías que uno no pueda sacarse de la cabeza. Me resulta complicado recordar, por ejemplo, “All I Am” o “Drone” frente a “Check My Brain”, “Your Decision”, “Last Of My Kind”, “Hollow”, “Stone” o “Voices” por no mencionar los clásicos imperecederos publicados con Layne y que, comprobado de nuevo este verano en dos ocasiones, siguen sonando como un auténtico cañonazo en directo y consiguen que la lograda “The One You Know" parezca una medianía. Amo Alice In Chains y “Rainier Fog” me parece un buen disco al que acudiré en más de una ocasión pero, joder, es que la sombra de Layne es tan, tan alargada...


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