Crítica: Spurv “Myra”

Algo hizo que muchos prestásemos atención a “Skarntyde” (2015) en un mundo cuya oferta musical se ha multiplicado exponencialmente y, cada vez que uno descubre a una banda, encuentra mil referencias más; cientos de nombres de artistas desconocidos por el gran público pero, sin embargo, rebosantes de calidad. Es verdad, no puedo negarlo, estamos sufriendo una masiva sobreexposición de un tipo de música con tendencia a la introspección por parte de artistas nórdicos, bosques, mujeres en vaporosos camisones blancos, runas, tribales, cérvidos y, cuando las guitarras se encabritan con un Big-Muff; pechos y cuernos de más animales, huesos, nubarrones y títulos de canciones impronunciables que evocan el músculo del stoner. Negarlo es inútil, es toda una evidencia que en los últimos años la popularidad de subgéneros tradicionalmente minoritarios como el doom, el post-rock, el revival por lo progresivo, el black metal elevado a la categoría de cultura de masas de mano de Inditex y cientos de chavalas que han escondido bajo la alfombra sus discos de Taylor Swift o Vetusta Morla para ahora posar con vinilos de Profound Lore o Relapse es casi una plaga de tintes bíblicos. ¿Para qué negarlo?

Como también es verdad que Spurv son tan originales y complicados como un botijo; ninguna de sus canciones sorprende porque es el mismo camino trillado por cientos de bandas antes y será el de miles de millones de bandas después de ellos, no hay ni un solo segundo de originalidad en los surcos de sus, hasta ahora, dos discos. Ni “Skarntyde”, ni “Myra”, aportan nada al post-rock, a la música experimental con aires cinemáticos y conceptualización clásica; de mirarse al ombligo y llorar en días de lluvia, de dejarte en evidencia a ti mismo piropeando a tu crush a través de redes sociales y sentirte el más desgraciado del mundo con un Iphone X en el bolsillo y un café del Starbucks en la mano. Spurv son una gran banda, suenan magníficamente bien, pero son el estereotipo hecho música, perfectos para el estereotipo de almas sensibles, sentiditos y emocionalmente afectados de por vida que pueblan las redes sociales. A saber, “Myra”, es pura reverberación, guitarras dobladas en varias pistas, delays eternos que desbordarían al mismísimo The Edge, e-bows y arcos de violín, guitarras off-set, eternos trémolos y zapatillas, vaqueros y una emotividad a prueba de kleenex e Instagram.

A la ya clásica introducción de siempre, “Et løfte i fall” (agua, un cuerno y una ululante guitarra), le sigue “Og ny skog bæres frem” con un compás que sería el orgullo de Dave Brubeck. A la intensidad de Explosions In The Sky le han añadido más dramatismo y profundidad, Simon Ljung lleva la canción por donde quiere mientras las guitarras parecen quedar en un segundo plano, a modo de colchón. “Fra dypet under stenen” parece que va a estallarnos en plena cara pero no es el caso, Ljung no termina de dar ese platillazo, o ese golpe de parche, y cambio de tercio que tanto necesitan y la canción adolece de ello cuando el drama, la intensidad se vuelve algo irresoluto; hay tensión, pero no hay orgasmo.

Quiero dejar bien claro que “Myra” es un buen álbum y lo disfruto, pero la experiencia se ve empañada cuando uno detecta de dónde toman cada ingrediente. En un disco así, no pueden, faltar las canciones con una extensión que sobrepase la paciencia del oyente, en muchas ocasiones; “Fra dypet under stenen” o “Allting får sin ende, også natten” con más de ocho y diez minutos, respectivamente. Como tampoco puede faltar una composición como “Hviler bekkenes sang”, lo que parece una pieza a modo de interludio por culpa de las cuerdas o más y más delay en “Et blekt lys líder” que, pese a ello, podría ser la mejor de todo “Myra”, algo de experimentación de manos de la retroalimentación en y algo de ganancia en “Fra myrtemplet” pero sin dirección.

Es justo aquí donde “Myra” pierde comba, las atmósferas hace tiempo que ganaron la partida a las guitarras y la batería de Simon parece a medio gas, domada por las exigencias de unas composiciones plagadas de clichés en sus giros, en su estética, en su desarrollo y desenlace. Como no, el sampleado es de rigor y así es utilizado en la introducción de la larga “Allting får sin ende, også natten” en la que Herman Nilius, Gustav Jørgen, Hans-Jakob y Simon Ljung parecen ser conscientes del callejón en el que se han metido e intentan agitar las aguas; demasiado tarde, “Myra”, es al post-rock lo que un plato de microondas a la Nouvelle cuisine. La naturaleza de esta colección de canciones de los noruegos es fugazmente intrigante mientras que las influencias tan palpables que uno tiene la pesadez de un disco indigesto que no conduce a ningún sitio y cree haberlo escucha un millón de veces de manos de otros artistas que llegaron hace más de diez años. Spurv caminan por caminos ya de sobra transitados, esa es la auténtica pena y no su forzada languidez y melancolía.


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