Crítica: Tesseract "Sonder"

Lo primero que sentí al escuchar “Sonder”, el cuarto álbum de Tesseract, fue sorpresa y no es que no supiese cómo se las gastan los ingleses, sino por la exhibición vocal de Daniel Tompkins a lo largo de todo el álbum. Aprecio el trabajo de Ashe O'Hara en “Altered Stated” (2013), claro que sí, pero siempre me pareció que la música de Kahney, Amos Williams, James Monteith y Jay Postones es multidimensional, mientras que la voz de O'Hara, aún derrochando sensibilidad, tan sólo cubría una parte del espectro de Tesseract. “Altered State” es un gran álbum, pero demasiado djent y O’Hara tiende a la atmósfera, al escondrijo emocional, ese mismo en el que Daniel sabe sumergirse pero también salir a la superficie, pasar del pasaje más sensible y emotivo al más desgarrado y visceral, y la música de Tesseract lo agradece tanto como nosotros, como oyentes. Sigo considerando “One” (2011) como su mejor obra y “Polaris” (2015), aún siendo el menos agraciado, aquel que mezcla lo mejor de “One” y “Altered State”, además de traernos de vuelta a Daniel Tompkins. En “Sonder”, primer álbum de la banda en el que repiten vocalista, esto se deja sentir y no hay que tener un oído demasiado avezado para escuchar que los entrecortados riffs propios del djent sigue presentes pero no están tan marcados, el álbum respira una naturaleza muy diferente, como si Tesseract tuviesen clara esa dirección que parecían perder en “Polaris”, aunque .

Tras el adelanto que supuso “Smile” (que Amos se encargó de aclarar que no era la versión definitiva que formaría parte del nuevo álbum), “Sonder”, un término inventado por la propia banda que sirve para definir ese profundo sentimiento de insignificancia cuando te percatas de que todo el mundo, a tu alrededor, está inmerso en su propio viaje vital (en palabras de Tompkins), abre con la más accesible de las ocho piezas que lo componen (siete, si consideramos que “Beneath My Skin” y “Mirror Image” son el mismo corte), “Luminary” que resume en sus tres minutos, lo mejor de Tesseract. Un riff enorme y monstruoso, bellísimas acústicas y la carga emocional de un estribillo que Tompkins maneja con milimétrica maestría. Las guitarras de Kahney y Monteith, “Acle” y “Metal”, se unen a la perfección, mientras el bajo de Amos le da profundidad a la mezcla.

“King” recuerda en sus primeros compases a los difuntos o durmientes Porcupine Tree (no me cabe la menor duda de que Steven Wilson los resucitará oportunamente), sólo que Tesseract llevan la canción a otra dimensión muy diferente que los de Wilson, por su groove y pegada, sus contrastes con las partes más etéreas y una melodía magnífica, de nuevo es Tompkins el que despunta; sería interesante escuchar las pistas de su voz sin acompañamiento musical, tan sólo por las inflexiones de su garganta. La bonita “Orbital” sirve de introducción a “Juno”, en la que será Williams el que nos sorprenda a todos con el ‘slappeo’ de su bajo, confiriéndole otro color muy diferente a la canción mientras la progresión de Monteith, a lomos de su guitarra, es de lo mejor de “Sonder”, a nivel instrumental, junto al magnífico puente.

“Beneath My Skin/ Mirror Image” quizá sea la canción, o canciones, menos agraciadas del álbum, simplemente parecen no gozar de la misma inspiración que el resto. Mientras que la primera intenta tirar de épica con un riff demasiado estático que no termina de cuajar (si no fuese por la melodía de Tompkins terminaría ahogada), “Mirror Image” podría considerarse un ‘outro’ en el que tanto la batería de Postones como la voz de Tompkins parecen no tener la suficiente presencia.

De “Smile” me gusta cómo su atmósfera es capaz de mezclarse con el riff más potente de todo “Sonder” y esa alternancia entre el ‘ruidismo’ más emotivo y los sintetizadores de las estrofas o como Tompkins parece aullar y alcanzar notas más altas de las habituales en su propio registro. Como la magnífica unión con “The Arrow” y cómo cerrar un álbum tan particular, de una manera tan convincente.

A “Sonder” hay que querer llegar, no es posible escuchar un par de canciones y hacerse con el álbum, requiere de cierto esfuerzo en un viaje como es el de Tesseract, una banda a la que también uno ha de querer llegar. Con todo, siendo superior a “Polaris”, los ingleses parecen no haber encontrado el equilibrio y estamos ante un álbum en el que se perciben grandes ideas que no terminan de cuajar; exceso de introducciones y algunos momentos claramente menos inspirados que otros en un disco excepcionalmente breve. Pero el esfuerzo merece la pena por algunas de las joyas que contienen en sus surcos y esa voz, esa jodidamente brillante voz de Daniel que da toda una lección a aquel que la preste la debida atención.
© 2018 Jack Ermeister