Crónica: Depeche Mode (Madrid) 16.12.2017

SETLIST: Going Backwards/ It's No Good/ Barrel of a Gun/ A Pain That I'm Used To/ Useless/ Precious/ World in My Eyes/ Cover Me/ Insight/ Home/ In Your Room/ Where's the Revolution/ Everything Counts/ Stripped/ Enjoy the Silence/ Never Let Me Down Again/ Strangelove/ Walking in My Shoes/ A Question of Time/ Personal Jesus/

No resulta difícil adivinar que incluso las críticas a “Spirit” hayan podido hacer mella en la confianza de Depeche Mode y del que ya es entendido como el álbum más flojo de su discografía tan sólo interpreten tres canciones en su propia gira de presentación. No es para menos, a los ingleses hay que saber situarlos en su contexto y, si bien siempre se han caracterizado por salirse con la suya, en “Spirit” la jugada no les ha salido todo lo bien que podrían haber esperado en una carrera en la que hay que estar muy ciego para no querer ver varias cimas y una capacidad prodigiosa para la recuperación, para aunar el techno más rancio con el pop de altos vuelos, con la maestría en la composición de Martin y el magnetismo y la elegancia de la voz de Dave. Así, la entrada se mostraba tan espectacular como siempre con varias generaciones de seguidores accediendo a un atestado recinto como el WiZink Center (antiguo Palacio de los Deportes de la Comunidad de Madrid) que durante la espera tuvo más aires de rave que de concierto de rock. Tras casi tres décadas sintiendo admiración por Depeche Mode pero sin rozar los límites de esos ‘devotioners’ para los que la aceleración del tiempo es inversamente proporcional al pacto con el diablo de Gahan y Gore, he de reconocer que, aún conociendo a la banda, no sentía la misma excitación de anteriores visitas. En mi opinión, “Spirit” no sólo es su álbum más gris sino la constatación de que Depeche Mode también pueden envejecer, son mortales, al fin y al cabo. En una discografía casi inmaculada desde “A Broken Frame” (1982) con hitos del calibre de “Black Celebration” (1986), “Music For The Masses” (1987), el sublime “Violator” (1990) o el magnífico “Songs of Faith and Devotion” (1993) no es de extrañar que viviese con intensidad “Ultra” (1997), un regreso auténticamente brutal y que se ha perfilado como su última gran referencia. Aquellos noventa casi devoran a Martin y Dave pero supieron seguir contracorriente y escribir una página más de la música, de “Exciter” (2001) poco más que decir sino como disco de transición al glorioso “Playing The Angel” (2005), un último repunte antes de un disco justito como “Sounds Of The Universe” (2009) o un álbum con aciertos como “Delta Machine” (2013) -de ambos discos no interpretarán ninguna en directo- cuyos peores momentos son apuntes de lo ocurrido en “Spirit” y esa manía acuciante de crear texturas con sintetizadores en canciones demasiado lentas o erráticas.

Toman el escenario y suena “Going Backwards” con la pantalla salpicada por Pollock, la delgada figura de Dave se deja ver y, para todos aquellos que superamos holgadamente la treintena, es inevitable recordar aquella otra recortada de Bono en Zoo Tv. Dave está más delgado que de costumbre, desde hace un tiempo su rostro ha acuciado el paso del tiempo y no es difícil preocuparse e imaginar que su batalla contra el cáncer le haya pasado factura. Otra cosa muy diferente es su actitud sobre el escenario o el estado de su voz, Dave es un superviviente y no será la primera, ni la última vez, que desafíe a la muerte y se levante aún con más brío. Como casi todas las canciones menores de Depeche, “Going Backwards” gana gracias a la excitación del directo, a la presencia de una batería real (con el pulso humano de Christian Eigner golpeando sus parches), más aún cuando es seguida de “It’s No Good”, aquel single de “Ultra” que no sólo ha superado la prueba del tiempo, sino que se ha convertido en otro de los puntos álgidos de sus conciertos (curioso ver a Martin armado con una Fender Mustang). De aquel de 1997 también recuperarán “Barrel of a Gun” y, aunque me gustase más la interpretación de pasadas giras, sigue conservando toda su oscuridad y me parece valiente situarla en tercer lugar tras un single del alcance de “It’s No Good”. Como rescatar “A Pain That I'm Used To” pero por Jacques Lu Cont, una versión que nunca me ha terminado de convencer, con el bajo de Peter Gordeno llevando todo el peso de la canción. Momento en el que me percato de que si bien la actuación de Depeche Mode está a la altura, el sonido no y se muestra demasiado opaco, los graves se comen todos los matices y el bajo de Gordeno, en primerísimo primer plano, engullirá la canción de “Playing The Angel”, como también ocurre con “Useless”.

“Precious” siempre me ha parecido una revisión del clásico que es “Enjoy The Silence” pero se agradece, tanto como “World In My Eyes” de “Violator”, coreada por todo el público. Pena es el contraste de semejante canción con “Cover Me”, antes del sempiterno momento de Martin en directo, en el que revisitará “Ultra” (del que interpretarán cinco canciones, frente a esas tres de “Spirit” o ninguna de los dos anteriores) con la íntima “Insight” o esa barbaridad que es “Home” en la que no cuesta seguir emocionándose. Dave Gahan vuelve a tomar el escenario con “In Your Room” y la última concesión al nuevo álbum, “Where’s The Revolution”, en la que uno llega a entender que más que un canto por ella, es una irónica pregunta en los tiempos que corren. Es a partir de este momento en el que Depeche Mode despliegan toda su artillería con “Everything Counts” o “Stripped”, la magia entre Martin y Dave (aquellos que antiguamente no podían siquiera sentir la presencia del otro) parece domesticada tras tantos años, ante la hierática mirada de Fletch desde sus teclados.

“Enjoy The Silence” o la futilidad de las palabras frente a los actos y el mar de brazos, la devoción, en “Never Let Me Down Again” antes de un último bis con Martin y una bonita, desnuda y emotiva versión de “Strangelove” y la tormentosa (quizá mi favorita) “Walking in My Shoes”, antes de dejarnos bien claro que “A Question of Time” sigue sonando igual de amenazante como impactante “Personal Jesus” y ese sencillísimo riff saliendo de la Gretsch de Martin, con más de diez mil personas en pie, en pleno éxtasis. No puedo menos que sentirme aliviado, una de las bandas con la que he crecido sigue estando en plena forma y me siento afortunado de haber escuchado la voz de Dave en semejante estado en directo o haber tenido a pocos metros a Martin, uno de los grandes compositores de los últimos treinta años, pero tan sólo les pido una cosa; por mucho que superen la prueba del tiempo en su directo, que no se olviden de la importancia del estudio. El élan vital de Depeche Mode se conserva intacto pero si quieren conservar esa dignidad que una banda coetánea como U2 parece haber perdido, es necesario que se alimenten de nuevas canciones que demuestren que lo suyo no es solamente un ejercicio de músculo y un espectacular pasado sino también creativo y presente.


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