Crítica: Mastodon "Cold Dark Place"

Debemos estar agradecidos de que exista una banda como Mastodon y que esté atravesando semejante momento de creatividad. Aquellos que siguen bramando sobre “Emperor Of Sand” (2017) asegurando que es quizá su peor trabajo no sólo tienen que lidiar con canciones como “Jaguar God” y tragarse sus palabras sino encontrarse con los de Atlanta en directo y ser testigos de cómo se las siguen gastando sobre las tablas y ahora, para colmo, digerir un EP tan breve pero toda una delicatesen como “Cold Dark Place” (2017), dejando bien claro el gran estado creativo del que disfrutan. Estoy seguro de que a cualquier seguidor que siga a la banda en redes sociales no se le pasó por alto aquella foto de Brent Hinds sentado frente a su flamante pedal steel, un Sho-Bud de 1954, como si de Daniel Lanois se tratase. ¿Dónde estaban aquellas canciones en “Emperor Of Sand”, un álbum cuya naturaleza fue doble al comienzo de su grabación? Las respuestas están contenidas en las cuatro canciones que integran este EP que, sin embargo, cuyas ideas parecen proceder de los últimos dos esfuerzos discográficos y tienen más que ver con Hinds que con Mastodon aunque finalmente haya sido asumido por la banda. Si en “Emperor Of Sand” teníamos a la banda envuelta en la travesía de la vida con el tiempo como emperador y el desierto como escenario del drama de un enfermo de cáncer, en “Cold Dark Place” el sentimiento es más íntimo, de recogimiento y quizá sea debido al anteriormente mencionado pedal Steel de Hinds, tan presente en “North Side Star”, creando ese suave e infinito colchón -a modo de arreglo- más cercano a una atmósfera (de ahí que a mi memoria acuda Lanois) que al infinito slide con el que se nos castiga en el country, no sólo demostrando la inusual pericia de Hinds sentado frente al pedal steel sino también su buen gusto. 

Si “North Side Star” enamora es por su intensidad, por su emocionalidad, por ese desgarro propio del maullido más roto de Hinds que incluso cuando Dailor toma las riendas y la canción parece eclosionar, es incapaz de perder su intensidad porque quizá lo mejor de toda ella es el momento más psicodélico, cercano a una jam propia de The Grateful Dead cuando se vuelve más musculosa y humeda, cercana al ritmo más negroide. Como sorprendente es que el productor Nick Raskulinecz sea responsable de tres de las canciones del EP y sean justo esas las que sea cardinalmente opuestas a las grabadas en “Once More ’Round The Sun” pese a ser un material que se pergeñó en ese estudio.

Será precisamente Dailor quien continúe la senda en “Cold Dark Place” con “Blue Walsh”, un medio tiempo abierto con cierta tendencia a la psicodelia y aires de “Once More ’Round The Sun” en el que las dobles voces del batería y Hinds se acoplan a la perfección en esos estribillos con sabor a puente hasta que toda la composición parece encabritarse como el mismísimo mar que alberga en su seno a la Gran Ballena Blanca o esa demencia acuática tan propia suya. He de reconocer que la primera vez que escuché “Toe To Toes” me recordó a “Octopus Has No Friends” pero aquí la sensación es más dulce quizá por las palmas, por la buena vibración que transmite el sentimiento pop, la forma liberadora de cantar de Hinds  tras la rotundidad de Sanders y el propio desarrollo, ese que parece vertebrar el riff principal.

Quizá la más llamativa por lo alejado del universo de los de Atlanta es precisamente la que titula el EP porque posee más de Hinds que de Kelliher, Dailor y Sanders, porque hurga en esa herida y en esa faceta más secreta y recóndita del corazón del guitarrista a la que quizá hace referencia el título. Lo que podemos tener claro es que, pudiendo gustar más o menos, es difícil que Mastodon decepcionen en este viaje a la madurez artística en el que nos han embarcado a todos.

© 2017 Jim Tonic