Crítica: Gone Is Gone “Echolocation"

Castigarme a mí mismo al más puro estilo masoquista escuchando el debut de Gone Is Gone no entraba en mis planes y más tras haberme aburrido con su insípido debut pero mi pasión por Mastodon es superior a mi razón. Sé que muchos me dirán que es una estupidez escuchar a Gone Is Gone esperando encontrarse con algo de lo que hizo famosos a los de Atlanta pero si a ello le sumamos mi afición a Queens Of The Stone Age desde aquel 1998 o a At The Drive-In, no es de extrañar que sí tuviese algo de curiosidad por ver cómo se manejaban Gone Is Gone en un larga duración (muy al contrario que todos esos que seguramente les disfrutarían de la misma manera si sus protagonistas no tuviesen a sus espaldas el jugoso currículum del que hacen gala) tras el aperitivo que supuso aquel EP con duración de LP y la verdad es que la mejora es sustancial. No es que “Echolocation” sea la piedra filosofal y nos haya descubierto algo o vaya a tener más en cuenta a esta formación que, como Giraffe Tongue Orchestra (aunque con mucha menos gracias), nada en las aguas del lapso de tiempo que podríamos considerar como descanso para sus integrantes, es que “Echolocation” –a pesar de una mayor coherencia- sigue resultando tan intrascendente como las primeras canciones que parieron y vieron la luz hace unos meses. Pero el problema del álbum es su carencia de chispa; es cierto que podríamos decir que han acertado y han conseguido fusionar todas sus influencias y algo (¡muy poco!) del sabor original de sus respectivas formaciones bajo el hipnótico tratamiento de unas guitarras que se superponen entre capas y capas de efectos, que son capaces de crear texturas al más puro estilo de Deftones (por el contrario, sin la explosión de rabia contenido de los de Chino) pero también que la inspiración parece haber pasado de puntillas por el estudio cuando una introducción como la de “Sentient” se hace tan extensa como para provocarnos el bostezo en sus casi seis minutos de repetición y matarnos casi cualquier atisbo de curiosidad por lo que sigue.

Es por eso que agradeceremos “Gift” o “Resurge” pero deberemos obviar “Dublin” si querremos que este primer álbum se queden grabado en nuestro cerebro y no lo desechemos a la papelera de reciclaje tras sus primeras escuchas. “Ornament” es interesante, claro que sí, pero sigue sin eclosionar; sin romper, como le ocurre a la más nerviosa “Pawns” o ese medio tiempo más propio de la atmósferas opresivas de Mánchester en los ochenta que de Norteamérica. Agradezco la investigación, las ansias de trascender, de innovar y sorprender el camino no es el aburrimiento de “Roads” o las forzadísimas “Slow Awakening” y “Fast Awakening” (en la que, por lo menos, nos desvelarán ligeramente del extraño sopor en el que nos han querido sumergir en las nueve canciones anteriores).

La nana que es “Resolve” posee más magia que todo el álbum junto pero tampoco suficiente de ella como para hacerla inolvidable o siquiera tengamos la absurda tentación de darle de nuevo al botón del reproductor y escucharla otra vez mientras que (¡oh, maravilla!), “Echolocation”, sí que sorprende y parece resumir a a perfección lo que quizá Gone Is Gone querían buscar a lo largo de un álbum que ha zozobrado entre el tedio y la nadería, entre la conjunción de buenas ideas y la incapacidad para llevarlas a cabo; de intentar capturar en el estudio lo que los músicos seguramente tengan en su cabeza, lo que quiera que sea, para justificar un proyecto así. “Echolocation” es valiente y más arriesgada, con una melodía clara y un sonido refrescante, con más emoción y sentimiento que ninguna; una pena que sea la última, aunque una despedida así nos haga entrar de nuevo en el disco e intentar encontrar sin éxito las trazas que tanto nos han gustado en ella.

Veinte canciones (entre su EP y este álbum) son demasiadas para un experimento que no termina de cuajar y son la evidencia de que Gone Is Gone no merece más oportunidades que cualquier otro proyecto de Sanders y, por supuesto, que un disco de cualquiera de las bandas que le han llevado a la fama a él pero también a Troy Van Leeuwen, Tony Hajjar y Mike Zarin. Así no es de extrañar que muchos creyeran que “Broken Lines” era una maravilla, “Echolocation”, aunque muestre señales de mejoría respecto a su antecesor, nos demuestra que Gone Is Gone son igual de indigestos en un formato como en otro; debería haber sido un EP o directamente no haber sido publicado tras el fiasco anterior y un álbum de Mastodon en ciernes que nos haga olvidarnos de esto. De obsolescencia programada.


© 2017 Jack Ermeister