Crítica: Dunsmuir "Dunsmuir"

Dunsmuir o lo que es lo mismo; Vinny Appice, Brad Davis y Dave Bone vienen a demostrar que las musas son caprichosas y que no todos los proyectos son exitosos, que Clutch siguen funcionando contra viento y marea a pesar de que “Psychic Warfare” (2015) sea la clara demostración de que la renovación es necesaria y que Dunsmuir es quizá el golpe de suerte más grande que ha tenido Neil Fallon en los últimos años firmando un disco que no hace agua en ningún momento y cuyas canciones entran desde la primera escucha y te harán mover la cabeza desde el primer segundo. Y es que Dunsmuir lo tenían todo para ser un pinchazo y no por la valía de sus integrantes. Puede que muchos deseen mi lapidación si afirmo que de las carreras de Dave Bone (The Company Band) y Brad Davis poco se espera ya (maldita sea la mala suerte de Fu Manchu por no alcanzar mayor reconocimiento) y no me gustan las últimas declaraciones de Vinny Appice, un músico al cual admiro y con un currículum espectacular pero cuyos últimos pasos no me han gustado demasiado y parecen la eterna bísqueda de un artista perdido (Kill Devil Hill, Martiria, Toehider, Joels Hokestra’s 13, Stonehand o Resurrection Kings) haciéndome pensar que no ha sido capaz de encontrar su lugar tras la infinita sombra de Dio o Sabbath y por supuesto que tampoco me gusta su extraña alianza con el insidioso Vivian Campbell en los oportunistas Last In Line que claro que tienen todo el derecho de hacer lo que les plazca pero cuyo debut, “Heavy Crown” (2015), es tan forzado como mediocre. Y tenemos a Neil Fallon al que respeto tanto como en estima siempre he tenido la discografía de Clutch a los que gustándome como me gustan, parecen sumidos en una línea descendente desde “Blast Tyrant” (2004) en una carrera en la que si bien poco nos decepcionan, “Strange Cousins From The West” (2009) y el mencionado “Psychic Warfare” (2015) sí que nos demuestran que son humanos; bien es cierto que muchas bandas ya los querrían para sí y firmarían con el mismísimo diablo por grabar discos así pero también que a Clutch hay que pedirles más, mucho más porque sabemos de lo que son capaces.

Y nos encontramos con el caso de Dunsmuir, uno de esos en los que más vale que no decidan repetir la jugada por aquello de no tentar a la suerte. Un álbum que gustará a fans del metal pero también del stoner, del hard rock o del rock a secas porque sus canciones tienen vocación de grandes y son las justas para que nos enamoren desde el primer momento, conformando un disco casi perfecto (casi porque algunas de ellas no llegan a la excelencia y otras zozobran levemente) en el que bastan sólo diez para convencernos. “Hung on the Rocks” nos golpeará con inmediatez, suena a Clutch; es verdad, en parte por el característico tono de Fallon –ese que a veces es capaz de lastrar las canciones dada su poca versatilidad- pero la base es más clásica, más cercana al hard y Appice lo constata con ese cencerro y su clásica pegada o esos licks tan pegadizos de Dave Bone. Lo que enamora de Dunsmuir es el crisol de influencias bajo una señas de identidad tan marcadas que les permiten el mestizaje entre la NWOBHM o el mismísimo punk en “Our Only Master” o la pegadiza y oscura “The Bats (Are Hungry Tonight)”; quizá una de las mejores de este debut .

“What Manner of Bliss?” suena a Sabbath y es imposible negarlo tanto como inútil porque es grande que haya una pizca de los de Birmingham con forma de medio tiempo si somos capaces de alejarnos de las extrañas comparaciones y disfrutar de lo que Dunsmuir nos ofrecen sin ninguna pretensión más.

Más cómodos y sueltos se les siente en “Deceiver” en la que Fallon intenta cambiar de registro tratando su voz con una leve ‘reverb’ en los recitados que nos llevará directos a los ochenta o de viaje a los setenta y Judas Priest con “...And Madness”. Ese influjo hard de Appice llevará a Fallon y Bone a un cierto sabor angelino en “Orb of Empire” mientras “Church of the Tooth” es una revisión doom a la que le falta una mayor presencia del bajo de Davis para darnos el gusto (algo imperdonable y es que le falta mucho cuerpo) y “The Gate”, sin ser de las más inspiradas, es un solidísimo tema que deberían haber elegido para cerrar en lugar de “Crawling Chaos!” en la que Fallon se atreve de nuevo con la narración sobre una repetitiva base en lugar de lanzarse al galope como en anteriores temas.
Neil buscaba oxígeno y ha encontrado la inspiración que quizá Clutch deberían haber lucido en “Psychic Warfare” mientras Appice ha firmado un disco que seguramente venda infinitamente menos que Last In Line pero que suena indudablemente más auténtico que sus últimos diez años de carrera. Casos así se dan poco y mejor no volver a intentarlo mientras entre nosotros nos preguntábamos, ¿por qué no habremos escrito antes sobre Dunsmuir? (se publicó en verano). Todo un acierto, modesto y alejado de los focos pero sólido y adictivo en su sencillez.

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