Crítica: Devildriver "Trust No One"

Todavía no sé qué es lo que esperaba de este “Trust No One” de Devildriver, supongo que tras “Winter Kills” (2013) parecían haber recuperado el norte que perdieron con “Pray For Villains” (2009) y, sobre todo, con aquel “Beast” (2011) completamente olvidable. Pero, la gran incógnita era ¿serían capaces de grabar algo a la altura de "The Fury Of Our Maker's Hand" (2005) o "The Last Kind Words" (2007)? Y es que todavía no aprendo y debería saber de una vez por todas que cuando un artista abre la boca es únicamente para promocionarse y que incluso cuando ataca a compañeros del negocio o asegura haber grabado el mejor disco de toda su carrera, todo se reduce a una estrategia para vender y aparecer en los titulares durante las semanas previas y posteriores al nuevo lanzamiento. Así, Dez Fafara juraba haberle servido el descanso para centrarse definitivamente en la carrera de Devildriver y olvidar, por fin, a Coal Chamber. Prometía un disco sólido, robusto y musculoso y auguraba un futuro fértil y asombroso para la banda cuando escuchásemos el as que tenía guardado en la manga. Y bien, ¿qué ha ocurrido? Pues que, como suele ocurrir, disparaba con balas de fogueo.

A Dez Fafara hace falta presentarlo a las nuevas generaciones, esas que rondan los veinte años y no recuerdan el escandaloso ridículo que hizo en España cuando nos visitó junto a Black Sabbath y unos Pantera que, afrontando sus últimos años aún sin saberlo, seguían resultando una apisonadora en directo. Fafara se había subido al carro del nu metal a finales de los noventa con aquella broma que, aún muchos consideran banda, llamada Coal Chamber y que debía gustar sí o sí a los fans de Korn o Limp Bizkit. Publicaron tres álbumes en cinco años para exprimir los bolsillos y se reunieron el año pasado para grabar un discretísimo “Rivals” (2015) que pasó, obviamente, sin pena ni gloria. Fafara pronto renegaría de todo aquello y tan sólo un año más tarde de firmar la sentencia de muerte de Coal Chamber, todos fuimos testigos de cómo la esquizoide e histriónica personalidad chandalera de Dez mutaría en la de un groover en toda regla debutando con el homónimo “Devildriver” (2003) que, si bien no era una maravilla, le servía como punto y aparte para establecer su nueva propuesta musical y estética bien lejos de las rastas, los ojos pintados, los asesinos en serie de mentirijilla que conducen camiones de helados y las zapatillas adidas. Todo el mundo tiene derecho a rectificar…

En aquella época, lo de Fafara no era tan llamativo, ahí teníamos a Rob Flynn que había pasado de facturar un disco enorme como “Burn My Eyes” (1994) y una correcta continuación, “The More Things Change...“ (1997), y en cuestión de dos años se había teñido el pelo de rubio platino, vestía ropa deportiva de colores flúor y firmaba un disco tan irregular como “The Burning Red” (1999) o, más tarde, un “Supercharger” (2001) y, como Dez Fafara, comenzaría a entrar en razón con “Through the Ashes of Empires” (2003). Y, ¿por qué cuento todo esto? Pues porque a Dez Fafara se le siente demasiado forzado en este “Trust No One” y tras varios pasos en falso hace que me cuestione la honestidad de este proyecto del cual tan sólo puedo quedarme con, como mucho, los más arriba mencionados; "The Fury Of Our Maker's Hand" y "The Last Kind Words".

Tengo muy claro lo que busco en un disco de Devildriver; riffs potentes y melodías fáciles bajo un envoltorio violento y bruto, lleno de rabia, nada que me haga pensar demasiado ni me exija demasiada atención. En “Trust No One” (producido por Mark Lewis) me encuentro a un Fafara demasiado adolescente en sus letras (claro ejemplo de ello podría ser la infantilona “Bad Deeds”), con la voz menos gruesa y más rasgada pero falta de potencia y una dirección, musical y compositiva, claramente orientada hacia su vertiente más melódica. No me supone ningún problema, lo que ocurre es que cuando conceden más importancia a ésta no termina de enganchar y en los momentos más duros y agresivos también siento que le falta empaque a esas canciones. Lo que se traduce en un disco que navega en tierra de nadie; no es lo suficientemente groove, no es death metal melódico y, definitivamente, es más sucio que uno de metalcore. Lo que a otros músicos les habría servido para tantear y buscar nuevas vías en “Trust No One” se traduce en una banda que quiere pero no puede y termina transitando en la zona gris con un Dez prometiéndonos más de lo que nos termina ofreciendo.

A esto hay que sumarle la ausencia de Jeff Kendrick a las guitarras (lo que se nota y mucho) y John Boecklin en la batería, además de Chris Towning, sustituido por Diego "Ashes" Ibarra en el bajo. Con lo que tenemos a una formación de Devildriver completamente nueva en la cual el miembro más antiguo es el propio Fafara o un eterno secundario como Mike Spreitzer que le acompaña desde el 2004. Queramos o no, todo esto, además del descanso de tres años y la absurda infidelidad con Coal Chamber pasa factura.

“Testimony Of Truth” basa su atractivo en la melodía, definitivamente es groove metal pero prestando demasiada atención a esas líneas tejidas por las guitarras en una estructura de estrofa y estribillo que no plantea reto alguno al oyente, es inmediata y pegadiza, como “Bad Deeds” y esa letra que antes mencionaba; “You're a bad person. Bad deeds. Bad karma. Bad seed… Stay away from me!” mientras Austin D'Amond parece ametrallarnos con un doble bombo que suena muy artificial. Sí, es una canción sencilla y el problema no reside ahí sino que es demasiado fácil, en el peor de los sentidos. Pero es que la siguiente, “My Night Sky” parece la segunda parte de “Bad Deeds”; en ella el Fafara más místico volverá a cargar contra la gente “la gente mala” que mencionaba en la anterior, esa que –según la canción- pretende arruinarle la noche e incluso envenenarle su vino. No pasaría nada sino fuese porque “This Deception” ahonda, de nuevo, en esa herida y sería el momento perfecto para coger a Fafara, abrazarle y preguntarle; ¿cuál de tus amigos te ha hecho tanto daño para que le dediques un álbum por entero? Tanto “My Night Sky” como “This Deception” poseen un “envoltorio” potente pero tenemos a Dez cantando en un segundo plano junto a la rítmica mientras la guitarra solista teje toda la melodía.

Lo más gracioso de todo esto es que, cuando llega la acústica de “Above It All” uno cree que va a escuchar un medio tiempo y, por lo menos, Devildriver vuelven a desatarse (eso sí, de forma más contenida), pero, ¿de qué trata la canción? De elevarse sobre la negatividad, de seguir tu camino pese a las críticas. De verdad, ¿es necesario? Miro de nuevo la portada del disco y veo a ese lobo con piel de cordero y supongo que la traición, cualquiera que sea, debe haberle dolido mucho a Dez Fafara pero es que todo el disco transmite tal cantidad de resentimiento que, lejos de resultar agresivo o combatiente, produce la patética sensación de aquellos pusilánimes que se lamen constantemente las heridas...

El riff principal de “Daybreak” suena a Lamb Of God por los cuatro costados y se nota que es algo buscado lo que pasa es que donde Blythe se desboca en el estribillo, Fafara es puro azúcar con las guitarras de Spreitzer y Tiemann, otra cosa a revisar serían los solos de guitarra de todo el disco; parece no encajar ninguno con el resto de la canción. Vamos a ver, no es posible que juegues con unos riffs gordos propios del groove y luego pretendas meter un solo de hard o de metal más clásico, doblando las guitarras. La temática de las canciones no mejorará en “Trust No One”, como era de esperar, y quizá lo peor es que la melodía de las guitarras en el estribillo es tan repetitiva que se torna irritante. Dejando a un lado “Feeling Un-god-ly” con la que terminaremos de bostezar , “Retribution” y “For What It's Worth” comenzarán de manera diferente para terminar convirtiéndose en más de lo mismo con la excepción de que esta última, para colmo, toma toda su atmósfera en esos arreglos tan cargantes sobre los que Spreitzer y Tiemann trabajarán la melodía con sus guitarras. Como regalo, las prescindibles “House Divided” y “Evil On Swift Wings” que no, no convencen tampoco, ni se agradecen a estas alturas del álbum.

Muchos de sus fans dicen que, parafraseando el título del álbum, no debes confiar en nadie excepto en Devildriver porque supuestamente han grabado un gran disco pero no es así. A esta nueva versión de Devildriver les hace falta primero encontrarse, después tocar y rodarse en directo y, mucho más tarde, entender que son una banda y no el vehículo de Dez Fafara para llorarle al mundo con cincuenta años como si fuese un adolescente de entorno familiar desestructurado. Dez quiere suavizar mucho su propuesta y endurecer mucho sus melodías y, claro, el resultado es una mezcla que ni él mismo entiende, al final va resultar que sí es todavía un adolescente y no tiene claro lo que quiere o quizá sí y ese es el público que busca y habrá encontrado a tenor de sus ventas.

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