Crítica: Royal Blood "Royal Blood"

Me ha gustado mantener la calma tras el hype de Royal Blood y su estallido veraniego. Podríamos finiquitar esta crítica en dos líneas y escupir a la cara de todos aquellos que han visto en Royal Blood la salvación del rock y se han excitado ante el planteamiento de un grupo que no es tal, sino un dúo formado únicamente por un batería y un bajista como si no hubiesen conocido en su vida algo parecido (combos sin guitarras o con predominancia del bajo) y no existiesen Lightning Bolt o Cause For Effect, Morphine nunca hubiesen paseado por los escenarios su elegante propuesta, Megachurch fuesen una leyenda y Sleep, después Om,  no hubiesen dado ya de sí todo lo que deben (o eso parece) pero entiendo que presentar a Royal Blood como la gran promesa británica del rock puede resultar toda una campaña viral de publicidad de lo más oportunista y más si Dave Grohl te menciona y te quiere como telonero o Matt Helders de los Arctic Monkeys luce una camiseta tuya. El formato de dúo puede seguir resultando algo exótico en el mundo del rock (no tanto en otros géneros y derivados) pero las comparaciones de Royal Blood con los White Stripes no vienen precisamente por ser tan sólo dos integrantes sino porque la voz de Mike Kerr a veces es demasiado parecida en sus inflexiones y esquizoides giros a la de Jack White y, más aún, si le sumamos un poquito de fuzz casual a su garganta. Pero entonces, ¿por qué funciona Royal Blood? No hace mucho tiempo, uno de los mejores baterías del rock -del que no mencionaré su nombre- decía que el mayor secreto de un gran éxito en las listas suele ser un gran ritmo, un gran groove o una sensacional cadencia y no le faltaba razón, es por eso que el dúo de Worthing aprueba con notable su primer disco y si con los alemanes Mantar nos sorprendía su sólida propuesta para ser una pareja formada por guitarra y batería, con Royal Blood lo que nos engancha es su contagioso ritmo aunque a veces, sólo a veces, me resulte insoportable escuchar a Kerr cantando como White, nos guste o no; su tono y estilo suena demasiado parecido a pesar de que la prensa del otro lado del charco le hayan llegado incluso a comprar en las partes más melódicas con Matthew Bellamy.

"Royal Blood", producido por Tom Dalgety (conocido por sus trabajos con Opeth o los emergentes Tigercub o Family Rain) se ha convertido en todo un éxito en todo el mundo pero sobre todo en Reino Unido y ahí es donde algo huele a chamusquina porque por todos   -o por casi todos- es sabido que en Inglaterra son muy dados a aupar a grupos para luego defenestrarlos sin piedad en el segundo o tercer disco, sin darles espacio para crecer. Pero, pese a todo esto; su inexplicable ascenso como salvadores, sus famosos seguidores y los desmesurados elogios de la crítica, Royal Blood han reunido en su primer larga duración una buena cantidad de canciones llenas de energía, a veces rabia y mucho, mucho gancho. "Out Of The Black" golpea con fuerza con constantes envites musculosos en los que parecen un grupo mucho más numeroso de lo que realmente la alianza de Mike Kerr y Ben Thatcher a la batería es. El bajo de Kerr suena vibrante y lleno de groove pero no sólo en las cuerdas más graves sino en las primeras también por lo que uno no echa de menos una guitarra en ningún momento y la batería de Thatcher es tan salvaje en ocasiones que recuerda a la contundencia básica del mejor Grohl.

"Come On Over" y su palm mute en las estrofas, su fragmentada estructura entre calmados versos llenos de tensión y desbocados cambios de ritmo para llegar a los estribillos y los fraseos del bajo son realmente geniales y dinámicos, muy lejos del habitual aburrimiento de las bases rítmicas de muchos grupos que tan sólo sirven como gris campo de batalla para el lucimiento de los seis cuerdas. "Figure It Out" es un single claro, arrollador y pegadizo pero la voz me recuerda demasiado a la de White cuando comienza y consigue arruinarme el clímax, aún así ya querría Meg llevar el ritmo como Thatcher y construir un base tan sólida. "You Can Be So Cruel" profundiza en el "sonido Stripe", lo siento, es así, es una composición floja y mediocre aunque en el disco ya se echaba de menos un medio tiempo la canción fracasa a pesar de tener un estribillo a la altura del resto del álbum. "Blood Hands" continúa la senda de los de Detroit y hace que "Royal Blood", como disco, baje notablemente su nota mientras que "Little Monster" vuelve a recolocar las cosas con su pesadez inicial (que poco a poco se desvanece, todo hay que decirlo) y un estribillo más cerca del post-grunge o cualquier género alternativo que del garage de los Black Keys.

"Loose Change" acierta aunque lo que queremos a estas alturas es otra vez a Thatcher desbocado  y a Kerr sacar algún que otro armónico de su bajo o, por lo menos, un tema con la misma pegada, la canción tiene fuerza y su tempo abierto tiene estilo pero uno tiene la sensación de que el disco, según avanza, va perdiendo fuelle y así es... "Careless" parece cambiar el rumbo igual que la marciana "Ten Tonne Skeleton" intenta que el debut del grupo no se quede aguado o su propuesta parezca finita y lo logra por segundos, es un tema acertado con una voz mucho más limpia y melodiosa que cuando Kerr quiere sonar por los Stripes pero nuestros temores se confirman cuando llega "Better Strangers" y deciden acabar con ella el álbum. Suenan frescos, su ritmo es vital, tienen ideas, suenan poderosos y en directo parece que la jugada les sale redonda a base de energía y fuerza pero hay que estar muy miope y muy necesitado para ver en Royal Blood a la próxima gran respuesta del rock o, por lo menos, con tan sólo este primer disco en el que abundan los buenos momentos pero en el que, según corre su minutaje, se vislumbra que queda aún mucho trabajo por delante.

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