Crítica: The Strokes "Comedown Machine"

¿Son The Strokes una dictadura en la cual hace y deshace Julian Casablancas o son una democracia en la que todos pueden alzar la voz y opinar? ¿Es Albert Hammond Jr. la mano que mueve los hilos en la sombra? ¿Por qué The Strokes no vuelven a hacer música como la de sus dos primeros discos? ¿Son aquellos dignos de elogio? Pues ni una cosa ni la otra. Antes de comenzar a destripar este "Comedown Machine" que llega tarde, muy tarde, debo aclarar que la principal incógnita de la ecuación strokiana no son las supuestas luchas de ego o el clásico síndrome del grupo con un buen disco y una carrera llena de altibajos. Según mi opinión, el principal problema de The Strokes no son sus dos últimos álbumes sino el encumbramiento por parte de la crítica más especializada y esnob de un disco tan mediocre como "Is This It" (2001) el cual fue elevado a los cielos como la séptima maravilla a comienzos de una década sedienta de una nueva escena que veía como los grupos de "supuesto sonido garajero", pintas arrastradas y artículo delante del nombre, podían llegar a convertirse en la próxima sensación. Pues bien, han pasado diez años y de esas bandas quedan pocas que hayan soportado el tirón del primer disco y los que lo hacen, como es el caso que nos ocupa, son vapuleados por crítica y fans a partes iguales porque ninguno de los dos sabe exactamente lo que quiere y, a estas alturas, parece que ni el mismo grupo lo tiene claro. ¿Realmente queremos que The Strokes vuelvan a firmar un "Is This It"?  Lo entendería si fuese el "Teenage Head" (1971) de The Flamin' Groovies pero el primer disco del grupo de Casablancas fue un soberano coñazo y uno de los pocos álbumes con los que me he echado unas siestas de órdago intentando dilucidar el por qué de su éxito y del que todavía me sorprendo que queden defensores porque, excepto el plagio a Petty en el compás y ritmo de "Last Nite" (y el culo de la novieta del fotógrafo que quedará inmortalizado en su momento álgido por los siglos de los siglos en esa portada), el resto era un soberbio coñazo, eso sí; defendido a capa y espada por todo tipo de revistas y portales como Pitchfork. Y, llegados a este punto, tienes dos opciones; seguir leyendo o cerrar la página.

Gracias por continuar. Si un grupo como los Strokes publica un disco tan desnortado como "Angles" (2011) y, al poco, decide grabar uno nuevo, hay dos opciones; que estén en atravesando su mejor momento creativo (algo que descartamos con el grupo de Nueva York) o que estén en plena crisis tras el acoso y derribo que sufrieron con el recién publicado álbum. Y así era, nunca estuvieron tan cerca de abandonar, de separarse y los rumores de que Casablancas era ajeno a la realidad del grupo y estaba más interesado en su carrera en solitario se extendieron por los medios y a ello tampoco ayudaron los rumores de distanciamiento de los músicos durante la grabación y su peregrinaje por varios estudios y diferentes productores. "Angles", tal y como dijimos antes que nadie; daba la sensación de haber sido un plato con buenas ideas sobre el papel pero cocinado por demasiadas manos y sin contención alguna. Porque una cosa está clara; cuando algo no sale, por lo menos, hay que saber cuando parar de intentar arreglarlo. Y eso mismo ocurre de nuevo con "Comedown Machine".

Claro que contiene buenas ideas y algunas melodías pegadizas, claro que, en algún que otro momento, se vislumbra algo de genialidad pero es en dosis tan pequeñas y hay que hacer tal esfuerzo que, cuando acaba el disco, se tiene la sensación de que no merece la pena por tan poca recompensa. Quizá lo que The Strokes necesiten no es plagiarse a sí mismos haciendo la misma música que facturaron en "Is This It" o "Room On Fire" (2003) sino sentarse y componer juntos, olvidarse de que son los Strokes y volver a tener algo de ilusión o intentar que así se lo parezca al oyente.

La guitarra de "Tap Out" es engañosa y promete más de lo que da, pronto se convierte en una canción al más puro estilo de la década de los ochenta pero en el peor de los sentidos. Suena tan artificial y fingida que parece una caricatura de cualquier tema de aquella época. Aún así, "Tap Out" engancha, es pegadiza, recuerda vagamente al estilo de los Strokes y tiene más encanto que el adelanto que fue "One Way Trigger"; de la que aprovecho para aclarar que no me importa que la melodía me recuerde a "Take On Me" (o incluso a Maná para todos aquellos cuyo acervo musical sea tan pobretón como para acordarse de los mejicanos), es algo que me es indiferente pero lo que sí que no soporto es lo irritante de su base, es un bucle sobre el que Casablancas, para colmo, exhibe un falsete lastimero (sorprendente por su registro pero no por su calidad), aunque entra con mucha paciencia me niego a seguir escuchándola y darle importancia.

"All The Time" fue la gran esperanza de muchos tras escuchar "One Way Trigger" y, aunque esos mismos ilusos hablen de baterías y guitarras, ya podéis olvidaros de tal majadería porque las guitarras del tema suenan sin fuerza, capadas, y aunque tengan algo de volumen no llegan a abrasar. "Welcome to Japan" deja frío a pesar de que el solo es de lo mejorcito del disco (y eso que dura segundos, así que imaginémonos el nivel...) pero el auténtico bajón es "80's Comedown Machine" haciendo honor a su nombre y la verdad es que, por momentos, uno no sabe a cuento de qué viene, a estas alturas del álbum, una canción así.

"50 50" empieza bien pero, aunque no es de lo peor de "Comedown Machine", su desenlace es tan grotesco como absurdo. "Slow Animals" continúa la senda de  "80's Comedown Machine" y vuelve a dejarnos en un estado en el que uno no sabe si tirar el disco a la papelera, hacerse un posavasos, darle la vuelta para ver de nuevo la portada y comprobar que el grupo es The Strokes o pasar a la siguiente. "Partners In Crime" es la más interesante del conjunto, quizá porque recuerda a lo que "se supone que eran", quizá por su ritmo... "Chances" sin llegar a convencer (de nuevo ese falsete irritante y horrendo) nos hace creer que la recta final será algo más digna que el resto de "Comedown Machine" pero "Happy Ending" y, sobre todo, "Call It Fate Call It Karma" dejan claro que no estamos ante un buen disco sino un paso en falso más de The Strokes pero el problema no es de ellos sino nuestro por habernos creído que eran algo muy diferente a lo que en realidad son. The Strokes fueron sobredimensionados y, lo peor de todo, es que nos damos cuenta ahora, diez años más tarde; como el que se compra un cachorro y, mucho tiempo después, se da cuenta de que lo que se ha llevado a casa es una rata...

© 2013 Jack Ermeister