SETLIST: Mellow Down Easy/ St. James Infirmary/ Let The Good Times Roll/ You Don't Know My Mind/ Battle Of Jericho/ Buddy Bolden's Blues/ Unchain My Heart/ Junco Partner/ Waitin' for the Train/ Whinin' Boy Blues/ Louisiana Blues/ John Henry/ Yeah Yeah/ Dear Old Southland/ Wild Honey/ Careless Love/ Swanee River/ Tipitina/ Let Them Talk/ Green Green Rocky Road/ Changes/
No seamos hipócritas, si Hugh Laurie no hubiese sido el borde Doctor Gregory House durante ocho años, ninguno de los asistentes que el viernes abarrotó su concierto habría estado allí presente. Pocos allí éramos los que conocíamos a Laurie con "A Bit of Fry & Laurie", "La víbora negra" (Blackadder) o "Los amigos de Peter" y, tampoco nos engañemos a nosotros mismos, tampoco habríamos comprado el disco de Laurie sin que el rol del temible doctor hubiese entrado en nuestras vidas, habría pasado desapercibido. Por desgracia, claro, porque "Let Them Talk" (2011) es un disco excelente en el que el actor se dedica a tocar algunas de sus canciones favoritas bajo los mandos de Joe Henry y acompañado, nada más y nada menos, que por Dr. John, Irma Thomas, Tom Jones y Allen Toussaint. Un esfuerzo que fluye natural y no se ve forzado, un álbum que crece y en el que, meses después, se pueden seguir sacando matices y nuevos rincones en la interpretación de Hugh. La verdad es que me alegro por él, después de muchos años de esfuerzo y de trabajo, por fin, alcanzó la fama mundial y el reconocimiento que, al parecer, se le escapaba y por el que su gran amigo Stephen Fry se alegraba profundamente. Pero nada en esta vida es gratuito y a Hugh le pasó factura el papel de House, tanto que se convirtió en una prisión y una pesadilla para él, no sólo psicológica sino también física y emocional pero, por otro lado, le ha permitido largarse de gira tocando blues por medio mundo, hacer lo que de verdad le gusta y con lo que disfruta.
Hacía tiempo que no veía un concierto tan lleno, Madrid en verano se queda desierto y el calor de la tarde mezclado con el bochorno de cuatro gotas hacía irrespirable el aire así que entramos con tiempo de sobra en el precioso Teatro Circo Price buscando el amparo del aire acondicionado. Es un recinto magnífico, con fáciles accesos, mucho personal y cómodo, buena acústica y con estilo. ¿Qué más podemos pedir los madrileños a estas alturas de una ciudad como la nuestra que, poco a poco, se ha ido quedando seca en cuanto a salas de conciertos gracias a la incomprensible, rácana y retrograda mentalidad de un gobierno que parece mirar la música en directo con recelo en pleno siglo veintiuno? El Teatro Circo Price se antoja como una buena opción, bien comunicado y con todas las facilidades para todo tipo de público. El escenario de esta noche ha sido decorado con lámparas de pantallas anaranjadas y amarillentas, alfombras y antiguas guitarras, un piano de cola lleno de banderas, alguna que otra silla y ambiente "vintage" que dicen los más esnobs. En realidad me recuerda al de ese tipo de baretos que antes abundaban en la capital y en los que Jeff Espinoza y Francisco Simón, bajo el nombre de Red House, nos empapaban de blues a tres a adolescentes, como nosotros, con poco dinero más que para una cerveza y ganas de vivir la música. Ese tipo de garitos como el Vapor Blues (que ahora no sé qué identidad tiene) o el Café Populart y, francamente, lograr ese tipo de ambiente íntimo, de recogimiento, en una sala como el Circo Price, tiene mérito y mucho.


La tremenda y dramática "Junco Partner" se entremezcla con "Waitin' for the Train", historias de los años veinte y treinta, amores y heroína, esperanza, "Whinin' Boy Blues" y ambiente rural, "Louisiana Blues" y la presencia del legendario "John Henry" y su martillo luchando contra la revolución industrial con sus propias manos, se nota que Hugh ama esta música por cómo habla. La desenfadada "Yeah Yeah" cierra el "blues de tanto blues" y nos relaja con la instrumental "Dear Old Southland" y leves pinceladas de "Summertime" que él se esmera en explicar y aclarar a su público. "Wild Honey" sonó mágica como íntima y cálida bajo las luces de las lámparas "Careless Love". Nos contó lo horripilantes que eran sus clases de piano y cómo su profesora no le dejaba tocar la única canción que le gustaba de todo el libro de teoría y así se desboca con una versión de "Swanee River" en la que se enloquece y termina por acabar disparando al piano para poder ponerle punto final ante la locura de la gente. Intenta, de nuevo explicarnos la inexplicable "Tipitina", "Let Them Talk" y "Green Green Rocky Road" para despedirse y salir en los bises que supieron a poco con una final y bonita "Changes".
Veintiún canciones para un actor que es músico, para un músico que es todo un artista y el viernes demostró en Madrid que el éxito nunca llega tarde si a uno le pilla con un bagaje y una formación tan rica como de la que pudo presumir durante dos horas; genio y figura en todo momento y, la próxima vez, la gente no sólo acudirá a ver al Doctor House sino a Hugh Laurie porque tiene mucho, muchísimo que ofrecer cuando se sube al escenario.
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