Crítica: Eric Clapton "La autobiografía"

¿Conoces a Eric Clapton? No, claro que no. Estoy seguro de que cualquiera que lea esta reseña sobre el libro en cuestión no tiene ni puñetera idea de quién es Clapton. Podríamos resumirlo con una frase tan sencilla como usada hasta la saciedad; Clapton es Dios. No lo discutas, tan sólo asúmelo. Vivimos en un momento en el que hay guitarristas técnicamente más rápidos que Clapton, mucho más efectistas y supuestamente innovadores, pues bien; ninguno llegará donde él ya lo ha hecho. Sin embargo, lo que hace grande a Clapton no es su dominio de las seis cuerdas sino su actitud.

Cada vez que arremeto contra la autobiografía de un auténtico  coloso de la música hay algo que me sorprende siendo siempre lo mismo. Desde Rosendo hasta Rory Gallagher, desde Cash hasta Clapton, todos y cada uno de los artistas verdaderamente enormes son sencillos y humildes hasta el extremo. Clapton es un tipo reservado, del que se ha sabido más por sus usos y abusos como por sus infernales e igualmente adictivas relaciones personales o sus fatídicas desgracias pero nunca porque se confesase y en su autobiografía lo hace y de qué manera...

Todos aquellos que no saben de su carrera deberían sentarse y dedicarle un par de horas a este libro escrito de una manera tan sencilla que asusta por lo bien que se lee, se devora. El pequeño Eric y su relación con su madre, aprendiendo de manera autodidacta a tocar la guitarra, tocando con cualquier músico, "enfrascándose" en interminables giras por Europa en una pequeña y cutre furgoneta cuando todavía no era famoso. Con los Yardbirds, con John Mayall y sus Bluesbreakers, con Duane Allman y los Dominos, tocando con George Harrison o John Lennon y drogándose, consumiendo no sólo alcohol sino cristal, éxtasis, LSD, heroína, cocaína, pastillas, metanfetaminas y anfetaminas, conduciendo como un loco con su descapotable y robándole la novia a su amiguete y ex-beatle, George. Si crees que "The Dirt" de Mötley Crüe es salvaje es porque no has leído este libro, quizá no tenga el tono decadente y "sleazy" del otro pero supera en excesos a todos los leídos hasta ahora.

Todo en un tono amable, sin hacer apología sino arrepintiéndose de lo ocurrido, narrándolo sin hacer exhibición sino para desnudarse ante el lector. En él no sólo encontrarás anécdotas tóxicas sino que sabrás del verdadero por qué sobre su apodo "slowhand" ("mano lenta"), descubrirás el blues y cómo progresa y aprende a tocar la guitarra en cada una de sus páginas, en definitiva una lectura tan placentera que no querrás acabarla nunca.

Como siempre, la edición de GLOBAL rythm es tan cuidada como en todos sus libros haciendo de éstos no sólo una lectura de usar y tirar sino un tomo sobrio y sólido al que acudir una y otra vez con el placer de abrir un libro hecho con cariño, como esta editorial nos tiene acostumbrados. Sobresaliente.

© 2011 J.Cano