Crítica: The Black Crowes "Happiness Bastards"

Cuanta más música escucho, menos disfruto de hablar con otros seguidores de una u otra banda y artista. He conocido a tanto imbécil que se cree más importante que los músicos, que cree saber más que ellos mismos, que me dan ganas de vomitar. Hace un año y medio, nos visitaban los hermanos Robinson en esta última encarnación de The Black Crowes y muchos seguidores prefirieron quedarse en casa y escuchar “Shake Your Money Maker” (1990), mientras lloraban en la intimidad y se duchaban frotándose con su jabón corporal de canela y regaliz, en lugar de disfrutar de las canciones en directo. El motivo era claro, faltaban Johnny Colt, Jeff Cease y, claro, Steve Gorman, los Robinson estaban equivocados, los seguidores no, su fundamentalismo les hacía encerrarse en su cuarto y aquellos que asistieron fue para peor, no veían con buenos ojos nada, no se emocionaron con ninguna canción, allí faltaban Colt, Cease y Gorman, pero, entre otros, también nuestro querido Marc Ford (responsable del sonido de “The Southern Harmony and Musical Companion”, mi favorito “Amorica” y, claro, “Three Snakes and One Charm”). Aquellos que se creen más negros que los propios cuervos, no disfrutaron del concierto, lo siento por ellos. ¿Fue perfecto? No, en absoluto, eché de menos a Gorman o Ford, claro que sí, pero nada de eso impidió que disfrutase de una noche en la que lo único que falló fue la compañía (pero de eso no tienen la culpa ni Chris o Rich). El caso es que me resulta imposible pensar que los Robinson estén en mi ciudad y no asistir, por lo mismo que muchos ahora se arrepienten de no haber asistido a ver a Robert Plant y Jimmy Page en aquella reunión de los noventa, porque faltaban John Paul Jones o Bonham, o no quieren ver a Dylan porque no toca “Mr. Tambourine Man” y a mí me está pasando lo contrario, la vida es demasiado corta como para ser tan idiota, quiero disfrutar sin complejos y rehúyo de los seguidores fundamentalistas como de la peste, esos que han visto a Pearl Jam en cuarenta y tres ocasiones o creen tocar mejor el slide que Rich Robinson sobran en mi dieta.

Y así me encuentro ante este “Happiness Bastards” (2024) que he disfrutado mucho muchísimo, siendo su primer álbum de estudio desde “Before the Frost...Until the Freeze” (2009), producido por Jay Joyce y que, aunque no es perfecto, roza con los dedos el sobresaliente más absoluto. El sonido es el habitual, el equilibrio perfecto entre rock clásico, blues, un poquito de sureño y esa sensación -todavía intacta- por la cual los Crowes parece que se van a encender en cualquier momento y alargan las canciones para alcanzar ese clímax, muchas veces prendido por los flamantes coros, o su sabrosísimo slide. No hay experimentos, no es un disco doble, tan sólo diez canciones que atestiguan esa química innegable entre Chris y Rich, por la que en solitario son grandes músicos, pero cuando se juntan, surge esa chispa que todavía los hace únicos. “Bedside Manners” entra a bocajarro, suena fresca y su piano repleto de boogie es perfecto para el machacón ritmo de batería y la guitarra de Rich, como la voz de Chris sigue conservando todo su encanto. Me encantan canciones como “Rats and Clowns”, por su sensación de urgencia, o el medio tiempo de “Wanting and Waiting” por esa mezcla de hard y glam, o esos coros liberadores apoyando a Chris, como “Cross Your Fingers” se convierte en el clímax de la primera cara con su maravilloso mestizaje entre los Allman Brothers, Zeppelin y el fraseo rap del estribillo, pero quizá lo mejor de esta primera mitad sea, como siempre, esa melodía acústica que es “Wilted Rose” con Lainey Wilson, en la que Chris demuestra, una vez más, por qué se coronó como uno de los mejores vocalistas de los noventa, oro puro.

La segunda cara abre con la funky, “Dirty Cold Sun” y Rich sazonando la mezcla con ese puntito de fuzz, de nuevo el coro sacando lo mejor de las composiciones de los Crowes, hasta el country blues de “Bleed It Dry”, un plato cocinado con ingredientes de Dylan y los Stones, slide y harmónica, ¿qué más queremos? “Flesh Wound” retoma la herencia de Cheap Trick, antes de echar la persiana con “Follow The Moon” y la emotiva “Kindred Friend” para concluir de bellísima manera. Por supuesto, no es su mejor disco, podría situarlo entre “Lions” (2001) y “Warpaint” (2008), pero es que el nivel es tan jodidamente alto en la discografía de los Black Crowes, que un álbum así sería el sobresaliente de cualquier otra banda. Si “Happiness Bastards” (2024) resulta es por el increíble talento de los Robinson, no se trata de revivir el pasado, es simplemente juntar las piezas para entender que los ingredientes los llevan en sus venas. Notable muy alto, para disfrutar durante los próximos meses, para recuperar toda su discografía y pegarse un atracón. Me repito, lo he disfrutado muchísimo, que le den al resto.

© 2024 Jota Jiménez