Crónica: Roger Waters (Madrid) 24.03.2023

SETLIST:
Comfortably Numb/ The Happiest Days of Our Lives/ Another Brick in the Wall, Part 2/ Another Brick in the Wall, Part 3/ The Powers That Be/ The Bravery of Being Out of Range/ The Bar/ Have a Cigar/ Wish You Were Here/ Shine On You Crazy Diamond (Parts VI-VII, V) / Sheep / In the Flesh / Run Like Hell/ Déjà Vu/ Is This the Life We Really Want?/ Money/ Us and Them/ Any Colour You Like/ Brain Damage/ Eclipse/ Two Suns in the Sunset/ The Bar (Reprise)/ Outside the Wall/

¿Por qué escuchamos a un tipo como Roger Waters? ¿Porque ha firmado el que quizá sea uno de los cinco mejores discos de la historia del rock? ¿Porque fundó Pink Floyd y junto a ellos compuso canciones verdaderamente inmortales? No, no es sólo por eso, escuchamos a Roger Waters porque a sus casi ochenta años todavía tiene algo que decir, porque no se calla, porque te hace pensar, porque te hace ser crítico contigo mismo y buscar más allá de la corriente, porque banaliza el calado de Pink Floyd y, sin desprestigiar lo grabado, se permite regrabar “Comfortably Numb”, porque te hace desconfiar de lo políticamente correcto, del buenismo, porque el tiempo le ha dado la razón frente a Gilmour, en lo musical y extramusical (líbrame de las aguas mansas…), porque me gusta la gente que va de frente, porque no me gustan los dobleces y sí, también porque posee un repertorio que goza de plena vigencia en estos tiempos turbulentos y grises que nos han tocado vivir en los que la obra de Orwell y Huxley ha dejado de ser distópica para convertirse en toda una certeza, al igual que “Animals” (1977) pero también “The Dark Side of the Moon” (1973), "The Wall" (1979) o "The Final Cut" (1983). Seguimos acudiendo a ver a Roger Waters y le vemos caminar entre el público, abriéndose paso mientras suena “Comfortably Numb”, relegada a introducción, porque quizá sea uno de los últimos músicos, creadores, verdaderamente auténticos del último siglo.

Así, con cuatro noches casi consecutivas completamente agotadas, Waters afronta la que supuestamente será su última gira europea y me resulta de verdad muy difícil asegurar que sea la mejor de las cuatro en las que me siento afortunado de haber estado. This is Not a Drill Tour no se ciñe a un álbum, tampoco a una época, sino que es el testimonio de un músico que ha sido testigo de seis décadas y cuyo repertorio, a veces genial, otras no tanto, fluctúa de manera orgánica, haciendo un repaso a los sesenta, la pérdida de su amigo Syd Barrett, su paso por Pink Floyd (auténticamente sin rumbo tras su deserción), su abandono y posterior explicación, todo ello acompañado del imprescindible sonido cuadrafónico por el que carcajadas y voces rodean al público, hinchables, el constante bombardeo de frases y la lógica advertencia al comienzo; “si eres uno de esos que dicen amar Pink Floyd pero no puede aguantar las opiniones políticas de Roger, harás mejor en irte a tomar por culo a la barra ahora mismo”, dejando claro que si Pink Floyd tuvo algo de carácter, además de canciones, fue gracias a él.

Un concierto en el que Waters parece desprenderse de sus números principales con la versión de “Comfortably Numb” compuesta durante el confinamiento y, lógicamente, las coreadas “The Happiest Days of Our Lives” y las dos partes de “Another Brick in the Wall”, si había alguno que deseaba escuchar el célebre estribillo, podría abandonar el concierto e irse a por cerveza sin problema alguno. Pero, por extraño que parezca, el concierto de Waters despegó de verdad con “The Powers That Be” y la impactante mención a todos aquellos caídos a causa de la brutalidad policial, sin olvidar “The Bravery of Being Out of Range” y la íntima “The Bar” que, lógicamente, pierde comba cuando lo que viene es “Have a Cigar” y las magníficas imágenes que acompañan a la música, transportándote a una época, por no hablar de “Wish You Were Here” y la historia de Syd, coreada por miles de gargantas, o la inclusión de “Shine On You Crazy Diamond (Parts VI-VII, V)”. 

“Sheep” nos llevó a “Animals” (1977) pero la interpretación de Roger fue quizá la más valiente de la noche cuando su balido se fundía con el sintetizador de Robert Walter, antes de un descanso que nos traería la versión enloquecida de Pink ametrallándonos en “In The Flesh” y “Run Like Hell”. “Déjà Vu” demostró estar a la Altura, como “Is This the Life We Really Want?” tras la que no habría concesión alguna con el single “Money” y Seamus Blake soplando su saxo como si no hubiese mañana, la preciosa “Us And Them” fundida con “Any Colour You Like“ y, lógicamente, “Brain Damage” y “Eclipse”, recordándonos la grandeza de “The Dark Side of the Moon” (1973). La sorpresa fue “Two Suns In The Sunset” o el titubeante regreso a “The Bar” antes de cerrar con “Outside The Wall”. ¿Eché de menos otras canciones? Por supuesto que sí, pero no tengo queja alguna, me sentí tan apabullado por la cantidad de emociones y estímulos de un espectáculo calculado al milímetro que pedir otras canciones es lo de menos. Roger Waters se despidió de Madrid, de España (porque después de esa noche, la siguiente parada es Italia) y más allá de la pena de no volver a verlo sobre un escenario es la de ser consciente de los pocos artistas que hay de su naturaleza porque acudimos a ver a Roger Waters no sólo por su obra, sino porque es Roger Waters.

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