Crítica: Powerwolf "Call Of The Wild"

Lo mismo que escribí sobre "The Symphony of Sin" (2020) es lo que siento con “Call Of The Wild” de Powerwolf, con Jens Bogren, Tony Lindgren y Jos Driessen tras la consola. Los de Saarbrücken no decepcionan y si bien no innovan, cumplen con creces, con más de una docena de personas tras los coros, pueden jactarse de haber grabado un álbum a la altura de su leyenda, su discografía y lo que sus seguidores esperan. Para aquellos que no leyeron la crítica de "The Symphony of Sin", “Lupus Dei” (2007) y “Bible Of The Beast” (2009) para mí son sus mejores obras, mientras que lo que nos están entregando son discos a una gran altura; bien escritos, interpretados y producidos. Nada que objetar. Pero el motivo por el cual no rozan el sobresaliente es su nula capacidad para sorprender, para crecer, para innovar, para -sin traicionar sus señas de identidad, esas que les ha costado encontrar y perfilar- ofrecer algo que nos haga creer que son músicos vivos, creativamente hablando, no solamente artistas con una determinación clara acerca de su producto. “Call Of The Wild” es un disco magnífico si lo que buscas es power con acento alemán, con cantidad de teclados y una banda solvente y con fuerza interpretando canciones sencillas, pero con grandes estribillos.

 

“Faster Than The Flame” comienza tan rimbombante como podemos esperar de una introducción de Powerwolf, a saber; a todo gas, con la voz de Attila Dorn y los teclados de Falk Maria Schlegel haciendo de colchón, latinajos e inglés teutón, y el contador de veces que suena el estribillo completamente enloquecido. Lo mismo que "Beast of Gévaudan" en la que Maria Schlegel es esencial, una primera parte a un tempo más bajo y Roel van Helden entrando con precisión quirúrgica. Powerwolf son al power en Alemania, lo que Sabaton en Suecia; bandas con una fortísima personalidad y especialistas en una temática, pero con el mismo gusto por la melodía y las voces melódicas. "Dancing with the Dead" posee el gancho, ninguna de estas canciones habría desentonado en "The Symphony of Sin", con un estribillo que sube a los cielos, mientras “Varcolac” baja un poquito el nivel, no de épica, pero sí de brillo. Y así se siente cuando llegamos a la lenta "Alive or Undead", el clásico valle en todo disco que comienza propulsado a reacción, como es el caso de “Call Of The Wild”, demostrando que Powerwolf manejan tan bien las melodías, como miden sus esfuerzos en discos que están plenamente calculados y estructurados. Nada que objetar, tal y como he comprobado en directo, son profesionales y eso se agradece. 

 

No pasa nada, además, porque tiran por la calle de en medio e influencias celtas (algo que no suele faltar en un disco de power europeo), "Blood for Blood (Faoladh)" es sencilla y algo obvia, pero será un bombazo en sus conciertos. Más cuando la cabra tira al monte y los alemanes regresan a lo que mejor saben, “Glaubenskraft”, en su lengua, antes de descerrajarnos la homónima “Call of The Wild” y la hormonadísima “Sermon of Swords”. "Undress to Confess", de nuevo, podría haber entrado en cualquiera de sus obras anteriores, aunque suene más claramente pop y sintética gracias al teclado, pero a cambio posee unos bonitos y ominosos coros que la hacen ganar enteros. Finalizando con “Reverent Of Rats” a toda velocidad, dejando con ganas de más, ¿para qué mentirnos?

Magnífica producción, inminentemente pop, repleto de teclados, pero también de habilidad, de guitarrazos a cargo de la dupla formadas por los Greywolf y una base rítmica trotona e incansable, con Van Helden como una dinamo. ¿Qué más podemos pedirles a Powerwolf? Honestamente, no se les puede pedir más, ni para bien, ni para mal, que lo entienda quien quiera.



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