Crítica: Soen "Imperial"

Produce cierto placer cuando uno se sabe poseedor de la razón, incluso cuando hace años, lo único que se recibían eran ataques. Soen nació como un espejo sobre el que mirarse los fans de Tool, no lo digo yo, lo dijo el mismísimo Martín López en algunas entrevistas y, en aquellos años de hambre de la banda de Maynard, muchos seguidores de nueva hornada (aquellos que aseguran haber esperado décadas, cuando no es verdad), se apresuraron a coronar a Soen como la banda que, a falta de Tool, todos debíamos ver en directo. Tampoco lo digo yo, su propio promotor en nuestro país, fue el que anunciaba los conciertos de la gira de "Cognitive" (2012) como un pequeño bálsamo ante la espera de lo que sería el regreso de los de Adam Jones. Es por eso que no me molesté en escribir sobre "Cognitive" (2012) y tampoco sobre “Tellurian” (2014), ignorando el pequeño hype y, por supuesto, sorteando el ejercicio patrio de estupidez. Pero algo cambió en “Lykaia” (2017), lo escribí y aquellos mismos se me echaron encima, para ahora ser ampliamente reconocido; en aquel álbum, Soen dejaron atrás sus deudas e influencias para crear su primer disco, propiamente dicho, pero también es cierto que fallaba (con el paso del tiempo, también se ha evidenciado), la producción. Sin embargo, en “Lotus” (2019) alcanzaban la madurez como banda, ya se podía hablar de un sonido “puramente Soen” sin tener que rendirle cuentas a nadie, podíamos escuchar a los de López (me niego a escribirlo sin tilde, lo siento) sonando mejor que nadie, porque no hay mejor formar que desmarcarse del resto que siendo uno mismo, en tu propia liga y Soen lo bordaron. La producción era opulenta, redonda y musculosa (como me gusta escribir cuando prima el groove) y, en este caso, la base rítmica de Kobel y López predominaba en la mezcla, acercando a Soen a todas esas bandas de metal alternativo o progresivo de los noventa (nada que objetar) y unas canciones realmente gloriosas (desde la primera a la última, no seamos idiotas).

 

Pero heme aquí, escuchando “Imperial”, un álbum producto de esta horrible pandemia en el que la banda se ha visto obligada a cancelar su gira y ensayar, ensayar y ensayar, resultando sus días en maratonianas jornadas de doce horas y eso, queramos o no, se se siente en cada uno de los surcos de “Imperial” porque, hasta ahora, dedicarle tanto tiempo a rodar las canciones no era el ritmo propio de una industria, como es la musical, en la que no hay tiempo si lo que quieres es facturar y generar ingresos en lo único rentable del mercado, las giras. Además, “Imperial”, bajo la mano de Churko, suena infinitamente mejor que “Lotus”, no es que aquel sonase mal pero había un abuso de los medios que convertía la mezcla en un muro de hormigón (magnífico, sólido) pero que aquí, en “Imperial”, gana enteros cuando Churko le concede espacio a los agudos, resultando un disco mejor balanceado, con más brillo pero la misma presencia.

 

Es esa fórmula perfeccionada por Soen, por la que cuando suena “Lumerian” nos sentimos como en casa y ahora reconocemos sus señas de identidad sin que a nuestra cabeza venga uno u otro nombre, López está magnífico y la voz de Ekelöf suena con personalidad, el riff nos taladra pero nos libera en ese tipo de estribillos propios de Soen, en los que parece que sobra el techo de la sala, liberando una melodía tan bonita como abierta; “I believe that in a year we could be somеthin' more but every trace of who we are is gone…”,dobles voces, arreglos de cuerda (enlatados, pero igualmente efectivos) para lograr el efecto deseado y tocarnos directamente el corazón. “Deceiver” golpea con fuerza, la guitarra de Cody Ford repiquetea sobre López y, de nuevo, un buen puente que nos conduce al estribillo, composiciones trabajadas y escritas con mimo, como ocurre con la melancólica “Monarch” o la intimista “Illusion”, evocando el recogimiento de los Opeth más nocturnos o los Anathema más emocionales.

“Antagonist” es pura fibra, la guitarra de Ford suena más enérgica, con más presencia y fuerza, mientras Ekelöf nos lleva de nuevo a su terreno en uno de los adelantos que, paradójicamente, menos muestran los vericuetos de “Imperial”. Es verdad que en “Modesty”, la guitarra de Ford recuerda a la pulsión del delay de Gilmour, como que “Dissident” nos devuelve a los Soen más aguerridos y “Fortune” cierra por “Lotus”, con la misma intensidad y emotividad, con el mismo tinte melódico y las mismas cargas de profundidad, concluyendo el disco de manera magnífica.

 

Como puntos a favor, respecto a “Lotus”, el trabajo de Churko tras los mandos, la maestría de Soen y la mejora sustancial de Ekelöf como vocalista, la personalidad y la presencia, la belleza y sensibilidad de su voz, encontrando el único punto en contra la ausencia de una composición como la inmediata “Lascivious” u “Opponent” que les abra las puertas de un público más amplio, aunque, bien visto, ¿quién quiere algo así para una banda tan especial como en la que se están convirtiendo Soen? Bendita pandemia que nos ha dado la oportunidad de “Imperial”, ahora sólo queda disfrutar de ambos discos sobre los escenarios, allí nos vemos.


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