Crítica: Apshyx "Necroceros"

Siempre he creído que los holandeses Asphyx están plenamente infravalorados por un sector del público que los percibe como un nombre más en el death y no entiende que la banda del ya mítico Martin Van Drunen (Pestilence, aunque también Hail Of Bullets o Grand Supreme Blood Court, entre otros) y una de las mejores voces del subgénero, no son sólo una potente maquinaría de death metal, sino que mezclan con maestría death pero también doom, el miedo y lo gore, lo terrorífico de uno y la sensación asfixiante y pesada del otro, simplemente magistral. Y tampoco negaré que sentía la necesidad de escuchar nuevo material de Asphyx tras la pasada gira de “Incoming Death” (2016) en la cual no sólo tuve la oportunidad de verlos en directo sino también conocerlos personalmente, Martin fue tan encantador como accesible y humilde cuando le pedí que estampase su firma en mis discos. Un nuevo disco de Asphyx en plena pandemia mundial, ¿qué nos depararían los holandeses? ¿Doblarían la apuesta, permanecerían firmes a sus principios o publicarían uno de los discos más contundentes del año? 

 

“Necroceros” mantiene el nivel de “Incoming Death” (2016), quizá la composición es menos inspirada que en aquel, y no ronda el sobresaliente de “Deathhammer” (2012) o “Death… The Brutal Way” (2009) o “Embrace The Death” (1996), pero nos muestra a una banda plenamente engrasada tras tantos años, a pesar del parón de la industria, sonando tremendos, con Sebastian Levermann tras la mezcla y la tenebrosa y lovecraftiana portada de Axel Hermann. “The Sole Cure Is Death” abre de manera agresiva, no exenta de melodía, gracias a las guitarras de Baayens (quien se ha encargado personalmente de la grabación y producción de estas en el álbum) y Martin aullando a la luz de luna más verdosa y purulenta de Hermann. “The Sole Cure Is Death” es 100% Asphyx pero pisando el acelerador y con una sensación de urgencia que roza el thrash sin olvidarnos del fortísimo sentimiento doom cuando, a la mitad de la composición (2:16, más o menos), parecen regresar a su pesadez más doom. “Molten Black Earth” recuerda a los de Karl Willetts mientras Hüskens hace de las suyas con el doble pedal y regresamos al doom, a esa enorme losa de piedra con la que parecen enterrarnos (igual que en “Mount Skull”), entre el grano de los riffs y la voz rota de Van Drunen (quizá una de las más imitadas del mundillo).

 

Me gusta el ritmo de “Knights Templar Stand” y rompe la pesadez de un álbum que comienza acelerado para, progresivamente, irse enfangando, es por eso que esta y sus tres minutos, suena tan refrescante y accesible, más cuando nos enfrentamos al “tour de force” que es “Three Years of Famine”, casi ocho minutos en los que Asphyx nos sumergen en las profundas y gélidas aguas de Innsmouth, en los que Baayens y Martin suenan inconmensurables pero no nos olvidemos de que si es así es gracias al tempo de Zuur y Hüskens sobre los que Baaysens despliega toda la épica de una canción en la que no faltará un hipnótico puente del que Asphyx se desperezan lentamente para rematar la canción de manera emocionante, como si estuviésemos en uno de sus conciertos.

Algo de humor thrashy con “Botox Implosion” es justo lo que necesitamos y ellos lo saben, porque “Three Years of Famine” divide el disco en dos, y tras tanto agobio uno también necesita hacer algo de ‘headbanging’, aunque “In Blazing Oceans” nos meta de nuevo en el redil de “Necroceros” y en “The Nameless Elite” jueguen de nuevo a utilizar su receta clásica de ejecutar riffs puramente doom y transformarlos en una composición de death sólida que, por momentos, recuerdan de nuevo a Bolt Thrower. Por último, la directa “Yield Or Die”, antes de afrontar la final y agobiante “Necroceros”, hermana de “Three Years of Famine”, siete minutos con menos emoción y más hipnótica en ese riff que se repite una y otra vez, a modo de mantra. 

 

Asphyx no defraudan, es por eso que causa tanto placer enfrentarse a cualquiera de sus discos y tener la certeza de que su discografía seguirá siendo igual de sólida. Ahora que parece que estamos en tiempo de descuento, esperando volver a las salas y festivales, no hay nada mejor para calmar el mono que pinchar el vinilo a oscuras y escuchar con cascos “Necroceros” para lograr una experiencia tan brutal como acudir a uno de sus conciertos.

 

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