Crítica: Fractal Generator "Macrocosmos"

Es imposible no perderse algo en la gran marea de discos que se publican y así me ocurrió con "Apotheosynthesis" (2015), cuando lo escuché hace un par de años, al que he tenido que regresar tras escuchar “Macrocosmos”. El gran problema del nicho de Fractal Generator es la gran cantidad de nombres que trabajan un death metal enrevesadamente técnico, a un grandísimo nivel, y la también sobada temática cósmica, espacial y misteriosa. Lo grande de los de Ontario es su increíble ejercicio de  equilibrio para recordar a Portal, por ejemplo, pero también a The Black Dahlia Murder sin caer en el paroxismo técnico de Archspire pero comernos como Ulcerate o Wormed, dándonos la justa medida de death metal técnico con melódico, lo suficientemente elevado como para lograr que levantemos la ceja y acudamos una y otra vez a sus canciones, pero sin perder el atractivo de la melodía y el magnetismo del misterio de unos músicos que, como Imperial Triumphant, ocultan sus identidades, dentro de lo posible; 102119200914 (Justin Rienguette), 040118180514 (Darre Favot) y 040114090512 (Dan Favot) que facturan un death metal técnico, con grind y black, todo sazonado con mucha experimentación. ¿El resultado? Brillante.

 

No es que “Macrocosmos” nos abrume con su ritmo machacón y ese riff, a medio camino entre el metal industrial y el death de toda la vida, es que el juego de voces es una barbaridad y, lo mejor de todo, es sumamente adictiva y pegadiza, como “Aeon” y esa manera de ametrallarnos desde el abismo, hasta que entra la voz y nos recuerda a la brutalidad de Dying Fetus y “Serpentine” nos golpeé con violencia contra las paredes. Si creías que Morbid Angel era agresión, es porque Fractal Generator no te han arrastrado a las profundidades de un agujero negro en el que Azagthoth sonríe, por supuesto, pero los canadienses te la juegan. 

 

“Contagion” es una exhibición de 040114090512 (Dan), en la que no nos dan un respiro hasta su su mitad, justo para volver a rompernos por la mitad. “Chaosphere” comienza de una manera más atmosférica para embrutecerse y llevarnos a un viaje cósmico en el que la guitarra de Justin suena tan robusta que parece que la distorsión y compresión está repleta de grano, mientras Dan no nos da respiro alguno. El riff de apertura de "Shadows of Infinity" parece abrir de nuevo las puertas al sur del cielo con Hanneman sonriendo y he de reconocer que la forma de introducir la electrónica es auténticamente eléctrica porque son tan sólo pinceladas, no hay un abuso del recurso (1:33). Igual que la recta final con el bajo de Darren llevándose todo el protagonismo, en un trabajo en el estudio a cargo de Stefano Morabito (Eyeconoclast), tan sólido como efectista. “Pendulum” o “Primordial” suenan igual de obtusas que “Aeon”, una auténtica borrasca de death metal, recordándonos de nuevo a los de Maryland, y “Ethereal” a Ulcerate, pero concediéndole más espacio al ambiente, sonando menos abigarrada pero más intensa cuando prima la melodía, el riff obsesivo y las voces distorsionadas, haciéndonos creer que estamos siendo devorados por un agujero negro o un semidiós que habite el pliegue de dos realidades, descrito por Bierce o Lovecraft.

 

No puedo menos que rendirme a su magistral ejercicio de inventiva y pirotécnica habilidad, habiendo grabado un álbum enorme desde el primer segundo que lo pinchamos. Nos guste o no, en un mundo en el que habitan auténticos monstruos del mástil, lo verdaderamente difícil es poseer el buen gusto para lograr el maridaje perfecto entre la accesibilidad en un death metal extremadamente técnico y mantenernos lo suficientemente intrigados en su temática y melodía. 


© 2020 Jack Ermeister