Crítica: Hatebreed "Weight Of The False Self"

El gran inconveniente que siempre he tenido con una banda como Hatebreed es la temática de sus discos, las letras de sus canciones y ha sido así hasta que les he podido ver en directo, teniendo que reconocer la corriente de electricidad a la que conectan a su público y, por qué no decirlo, Jamey Jasta es un grandísimo frontman que gana en las distancias cortas, es tan honesto en persona y sus redes sociales, como las letras que escribe, pero estamos a finales de 2020 con un disco como “Weight Of The False Self”, que debería haber salido hace meses, y tirando de sinceridad, he de reconocer que podrían haberlo grabado hace cuatro años (justo cuando publicaron el magnífico “The Concrete Confessional”) y nadie habría notado la diferencia. Me explico, Hatebreed suenan igual de vigorosos que siempre, la ejecución es brillante y musculosa, la producción es sólida como una pedrada pero, por mucho que me duela, la excusa que funciona en otras bandas y deberíamos aplicar a Hatebreed, aquí hace aguas; quizá porque es una banda que, aunque ha publicado ocho discos, está muy lejos de resultar clásica o quizá, mucho más plausible, porque su música no se ha convertido en un estilo propio sino que aplican esa suerte de metal contemporáneo, anclado en el hardcore con tintes groove y algunos elementos de otros subgéneros que, aunque funcionan, suenan a más de lo mismo. Me duele escribir esto; pero una vez escuchado un disco de Hatebreed, has escuchado todos y, mucho peor; no es necesario escucharlos para saber a qué suenan. 

 

Sus seguidores pedirán clemencia y mentarán a Slayer o a AC/DC, esa clase de grupos para los que no es necesaria justificación, pero Hatebreed son todavía músicos muy jóvenes, con gran experiencia, ¿por qué no pedirles algo más? A mí cabeza viene una banda como Lamb Of God; hacen groove americano, lo mejor de su carrera ya lo han firmado pero, aunque nos ofrezcan más de lo mismo, cada disco tiene canciones en las que arriesgan, y otras se clavan en tu cerebro. “Weight Of The False Self” es un buen disco pero demasiado plano y menos inspirado que el mencionado “The Concrete Confessional”, cuesta escucharlo y no sentir que estamos escuchando la misma canción doce veces.

 

"Instinctive (Slaughterlust)" suena bombástica, repleta de ese groove tan típico y Jasta ligeramente afónico, ¿me gusta? Claro que sí, pero más allá de los primeros segundos, siento estar escuchando otras canciones de Hatebreed, suena un “blegh!” de Jasta y comienza “Let Them All Rot”, me gusta hasta que entra su voz, ¿el inconveniente? La misma forma de cantar, el mismo registro, el mismo tono, el mismo fraseo, el mismo tratamiento para esta y para la siguiente; "Set It Right (Start With Yourself)". Buenos momentos, como la homónima “Weight Of The False Self” y los coros a juego pero, en definitiva, una y otra vez lo mismo. “Cling To Life” es de lo mejor, las guitarras de Novinec y Lozinak intenta hacer algo diferente y el estribillo es pegadizo, como “A Stroke Of Red” y el bajo de Beattie en primer plano (algo que se agradece profundamente) o el encanto punky hardcoriano de “Dig Your Way Out” y la pisada de acelerador que supone “This I Earned”. Hatebreed poseen la calidad suficiente como para engancharte y llevarte donde quieran, “Wings Of The Vulture”, pero esto no es suficiente cuando conocemos trucos como "The Herd Will Scatter"o “From Gold to Gray” y, para colmo, dejan lo mejor para el final; “Invoking Dominance” en la que son de nuevo las guitarras las que intentan dibujar algo completamente diferente hasta que entra la voz y se obcecan en los mismos riffs entrecortados.

Luces y sombras de un disco que supone un bajón respecto a “The Concrete Confessional” (2016), "The Divinity of Purpose” (2013) y, por supuesto, "Supremacy" (2006) o "The Rise of Brutality" (2003), en el que el artista Eliran Kantor vuelve a brillar con luz propia en la portada, inversamente proporcional al trabajo compositivo de la banda; por no mencionar las letras, hacía tiempo que no escuchab algo tan infantil y fácil, tan obvio y forzado, tan poco original y repetitivo, no puedo con tanto derecho, tanta repetición del yo y la constante inyección para reivindicarse a uno y superarse, romper los muros. Treinta y cuatro minutos son muchos para decir constantemente lo mismo, para decir lo mismo que otros tras tantos años…


© 2020 Lord Of Metal