Crítica: Korn “The Nothing"

Hay algo que marca la diferencia entre Korn y el resto de bandas de los noventa que cayeron. Inequívocamente, bajo la etiqueta del nu metal, muchas se subieron al carro de aquello (si hubiesen eclosionado cinco años antes, habrían llevado camisas de franela en lugar de chándal de Adidas, así son los principios de muchos artistas) pero todas, con el paso del tiempo, han huido de aquella etiqueta con la excusa de la maduración o, mucho mejor, aquel “donde dije digo, digo Diego” que tan sólo enmascara la necesidad de estar de relevancia y, claro, seguir vendiendo. Todas, excepto Korn que han seguido su camino sin grandes aspavientos, algunos aciertos, muchos traspiés (con todo, me sigue gustando “The Path of Totality” de 2011) y un disco como “The Serenity of Suffering” (2016) que, quieran o no, les reconcilia con su público tras discos que, sin ser desaciertos a mi modo de ver, han supuesto pequeños fiascos. Y aquí quería llegar porque tras la gira de “The Serenity of Suffering” y la absoluta confirmación de su éxito, Brian "Head" Welch, sin embargo, se ha empeñado en aclarar que no se sentían todo lo a gusto que deberían con muchas de las canciones del anterior, en especial, Jonathan Davis. Honestamente, no lo entiendo; he visto a Korn en sus últimas giras y en ninguna les he sentido tan cómodos sobre el escenario que cuando interpretaron las canciones de “The Serenity of Suffering”, algo que no me ocurrió con las giras de “The Paradigm Shift” (2013), “The Path of Totality” (2011) y, por supuesto, la del aniversario de su mítico “Korn” (1994).

Sin embargo, la prisa por meterse en el estudio tras “The Serenity of Suffering”, denota lo positivo de una gira y unas críticas que hacía mucho que Korn no recibía. Jonathan Davis publicó su disco “Black Labyrinth” (2018) con un resultado un tanto irregular y la mala suerte se cebó con él y la muerte por sobredosis de Deven Davis que nos dejó algunas de las imágenes más impactantes de Jonathan, llorando en los escenarios y recibiendo el abrazo de sus compañeros. Según él, si la gira siguió, si el espectáculo continuó fue por su necesidad de encontrar el alivio en la catarsis, el consuelo en su propio arte y el desahogo en sus canciones. Nada que objetar entonces pero, con todo, aunque el título “The Nothing” haga referencia a esa sensación del propio Davis de estar siendo devorado por unos acontecimientos que parecían estar acabando con su propio mundo, dudo mucho que Davis entienda que esa “Nada”, a la que hace alusión el nuevo álbum, tenga nada que ver con el “endeiano” concepto del autor de “La historia interminable”, como él mismo ha señalado, y esa “nada” que acaba con todo pero que no es, ni más ni menos, que la pérdida de la imaginación cuando nos hacemos adultos, mediante la cual olvidamos todo lo que fuimos, cuando todavía inocentes conservábamos la ilusión en la fantasía.

Pese la autocrítica, a la necesidad de endurecer aún más su sonido por parte de Davis, “The Nothing” supone otro paso más atrás. Un álbum cuyos avales están en su primera mitad y muestra sus primeros ases a la primera de cambio pero, al contrario que “The Serenity of Suffering”, termina deshaciéndose en un mar de composiciones sin demasiado brillo. Quizá, la mayor diferencia con el anterior son los singles, mientras el anterior se puede ver como una sólida unidad trabajada a conciencia; un bloque monolítico de canciones notables, “The Nothing” posee los singles (“Cold” o "You'll Never Find Me") y la inspiración pero, más allá de ello, el disco pierde fuelle, por mucho que me disguste escribir esto sobre una de las bandas a las que más cariño tengo.

Con unos primeros segundos jugando al órdago, “The Nothing” producido por Nick Raskulinecz, arranca con “The End Begins” gaitas y el lamento de Davis, y ese “Twist” sincopado que es “Cold”, tomando el groove pero también el drum ‘n’ bass hasta uno de los mejores estribillos melódicos de Korn. "You'll Never Find Me" y de nuevo en el centro de la diana, el clásico sonido de la banda -basado en el bajo de Fieldy, la batería de Luzier y las pesadísimas guitarras de Head y Munky- está presente, convenientemente remozado para la ocasión, con fuerza pero lejos de la agresión de "The Serenity of Suffering" (2016). ¿Quieres groove? Korn te aseguran que "The Darkness Is Revealing" machaque tus cervicales mientras Davis frase su melodía por encima de la pesadez de la base industrial y unos puentes infantiles que recuerdan a “Falling Away For Me”, marca de la casa, antes de atacar el estribillo. Llega el momento en el que, como oyentes, ante una pieza como "Idiosyncrasy", pensamos que Korn lo han vuelto a hacer, el ladrido de Davis y lo contagioso del riff nos engañan; “The Nothing” pierde tanta altura a partir de la breve "The Seduction of Indulgence" que el título, en sí mismo, parece premonitorio de lo que va a ocurrir. "Finally Free" es indigna de Korn y lo más ñoño que hayan podido grabar en toda su carrera, esta y "Can You Hear Me" podrían haber formado parte del álbum en solitario de Davis, mientras que "The Ringmaster" parece llevarles a otra dimensión, aquella más bailable, más digerible, menos arriesgada y más blandita. En "Gravity of Discomfort" juegan a encontrarse a sí mismos, en buscar su propia originalidad, en recuperar el ‘break’ adornándolo y en "H@rd3r" harán lo propio con las dobles voces o la síncopa en “This Loss” pero lejos de los momentos más salvajes de liberación para rematarnos por la espalda con la inofensiva "Surrender to Failure", terminando de estropear el álbum allá donde, seamos honesto, tampoco tenía ya solución.

“The Nothing” es un álbum entretenido, con pegada en algún momento e ideal para los que nos consideramos seguidores de Korn (en mi caso, desde aquel “Life Is Peachy” que me brindó la oportunidad de verlos en salas en nuestro país), pero que decepciona en posteriores escuchas. Estoy convencido de que en directo tendrá más lustre porque, fundamentalmente, interpretarán sus singles, compartiendo espacio con sus clásicos. Además, Korn, les cueste mucho o poco admitirlo a los más esnobs, siguen siendo una de las bandas más fiables del directo, pero “The Nothing” ha sido un auténtico jarrazo de agua fría…

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