Crítica: Volbeat “Rewind, Replay, Rebound"

Me encontré un domingo cualquiera, escuchando el promo del nuevo álbum de Volbeat y llegué a la conclusión de que la vida no merecía la pena; al habitual bajón anímico del último día de la semana, se le sumaba el tener que escuchar a una de las bandas más intrascendentes y sobrevaloradas de los últimos años, mientras el responsable de esta humilde web me aseguraba, “hazlo tú porque a mí se me repiten”, y mi novia me decía; “si no te gustan, ¿para que los escuchas?” Lo cierto es que Volbeat me gustaban hasta "Beyond Hell / Above Heaven" (2010) y después murieron de éxito o poca inspiración, de un público que cree que tatuarse un micrófono cromado retro, estilo años cincuenta, es lo más y asegura que lo de Poulsen es la verdadera cuadratura del círculo entre Johnny Cash, Elvis y el metal, cuando no es así. “Rewind, Replay, Rebound" suena plano e hiperproducido, sabe a plástico y su sonido está tan domesticado para la FM que es un auténtico crimen, la producción corre a cargo del propio Poulsen, Caggiano y Jacob Hansen porque, ¿para que complicarse cuando tu público es tan poco exigente? ¡Dale más de lo mismo! Lo peor, si es que puede haber algo peor, es que Volbeat nos llevan de viaje a los ochenta, perdiendo sus señas de identidad; cada vez hay menos metal y rockabilly, convirtiéndose en un imposible cruce entre Nickelback y Huey Lewis And The News en un single como “Last Day Under The Sun” para, tras cinco interminables y aborrecibles minutos, masacrarse a sí mismos en “Pelvis On Fire”, a través de “Pool of Booze Booze Booza” y “Sad Man's Tongue” cuando quieren meter la directa; no, no es rockabilly, son Volbeat haciendo de Volbeat y Poulsen, con menos voz, imitándose a sí mismo. ¿Es malo? Es peor, amigo mío, pero a la gente le encantará, estoy convencido de ello… 

“Rewind The Exit” es puro rock de arena (me refiero al tipo de recintos de capacidad media/alta, que en nuestro país denominamos pabellones), complaciente a más no poder, libre de la afectación de Poulsen pero rica en mediocridad, rock sencillo e inofensivo, con un puente sin emoción. Neil Fallon es el invitado de lujo en “Die To Live” de Clutch, un tema con sabor a punk pop adolescente que ni siquiera Fallon es capaz de salvar, ¿es pegadiza? Como un puto chicle, pero no se trata de eso, sino de que los daneses nos den algo de aquello que supieron recetarnos en “Guitar Gangsters And Cadillac Blood” (2008), por ejemplo, y se libren de los tics y la parodia. Me gustan los arreglos de metal y el piano, pero no la falsa espontaneidad, ¿qué le vamos a hacer?

El horror es el diablo, dirán muchos, lo insondable, asegurarán otros, para mí es encontrarme con una canción como “When We Were Kids” y que alguien defienda un álbum como “Rewind, Replay, Rebound" o pretenda colarme a Billie Eilish por la escuadra, como la gran promesa del pop actual. “When We Were Kids” es un verdadero horror, como “Sorry Sack Of Bones”, u otra balada (otra más); “Cloud 9” y más acústicas, de esas que huelen a Pro Tools. Lo más increíble de todo es que hayan convencido a Gary Holt (Exodus, Slayer) para participar en una canción propia de Avril Lavigne, "Cheapside Sloggers", en la que quizá lo único que merezca la pena sea el solo del norteamericano, en un disco en el que muchos acusarán su variedad cuando la cruda realidad es la ausencia de dirección, pasando del punk inocuo de mentirijilla en “Parasite”, el medio tiempo tontorrón de “Maybe I Believe” y la sobreproducción vocal en una canción como “Leviathan” en la que, sin más contemplación, el macho cabrío debería bajar y caer transformado en rayo sobre la cabeza de Poulsen, por utilizar su nombre en vano. Ridiculeces como "The Awakening of Bonnie Parker" en la que no sólo hay castañuelas sino solos de dos deditos recorriendo el mástil, arreglos ochenteros y la voz de Poulsen pidiendo a gritos sonar en las radios, y así lo demuestran en el pequeño robo al sonido de Metallica en “The Everlasting” o el pastel con todo el azúcar del mundo en “7:24”, muerte por empacho.

“Está claro que no te gusta la banda”, ¿acaso si me apasionasen sería más objetiva esta crítica? Disfruté de sus primeros trabajos, los aborrecí con los últimos, solo que, para colmo, Poulsen y los suyos parecen haber perdido la chispa y ya no sé si Caggiano es un pez fuera del agua en el mundo de Volbeat o es un pájaro de mal agüero que gafa y desgracia toda banda por la que pasa, si la mujer de Poulsen es de verdad quien manda en el seno de Volbeat y quien les obliga a grabar y girar, girar y grabar, cuando las musas no han llamado siquiera a su puerta porque el agotamiento que el propio Poulsen acusa no es solamente físico sino también mental ya que “Rewind, Replay, Rebound", gustos personales aparte, resulta tan poco inspirado como “Seal the Deal And Let's Boogie” (2016) y, en vista del éxito del que gozan, dudo mucho que quieran volver a grabar algo remotamente parecido a su material más antiguo. Con la crítica del anterior álbum, muchos fueron los que se me echaron encima para, tres años más tarde, darme la razón. Con “Rewind, Replay, Rebound" pasará lo mismo. Volbeat, junto a otras no menos ilustres bandas, son el colesterol del rock y metal actual…


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