Crítica: Volbeat "Seal The Deal & Let’s Boogie"

La última vez que alguien me dijo que le gustaba Volbeat y le pregunté el porqué, me respondió que se debía a que le resultaban "un chute de energía" aún reconociendo que la banda valía poco o nada en absoluto per se. Lo cierto es que respeto muchísimo a todos aquellos que siguen a Volbeat porque sé que todo tiene una edad aún cuando la justificación por su parte se limite a la comparación del grupo con un Jägerbomb pero lo que sí me preocupa es el constante encumbramiento de bandas que no merecen la pena y que se nos haga creer que son dignos de encabezar un festival por encima de grandes nombres que es lo que, de hecho, ya está ocurriendo. Personalmente, cuando necesito energía y optimismo, nunca se me ocurriría recurrir a los discos de Volbeat pero es que soy de los que piensan que hay tantísima buena música ahí fuera que sería poco menos que un crímen refugiarme en canciones tan planas, simplonas y con tan poca alma.

No esgrimiré argumentos supuestamente objetivos para echar por tierra la labor de la banda centrándome en la irreparable pérdida del guitarrista Thomas Bredahl y su sustitución por el simpático mercenario que ha resultado ser Rob Caggiano (que sigo creyendo que no tiene lugar ni por estilo, ni por planta, en un grupo como Volbeat) o la de Anders Kjølholm al bajo tras esta última gira, siendo únicamente el batería Jon Larsen y el propio Michael Poulsen los supervivientes de aquella agrupación que firmó "Guitar Gangsters & Cadillac Blood" (2008) y "Beyond Hell / Above Heaven" (2010) –en "Rock the Rebel / Metal the Devil" (2007), aunque aparezca acreditado Bredahl quien tocó la guitarra fue Franz "Hellboss"- porque lo cierto es que su pérdida, siendo músicos tan discretitos como son, no supuso obstáculo alguno para el éxito de "Outlaw Gentlemen & Shady Ladies" (2013) ya con Caggiano y la plena aceptación de que Volbeat es el proyecto de un Michael Poulsen a su posterior encumbramiento durante su gira, cada vez más consumido y agotado tanto física como creativamente, que lo que sí que sabe hacer bien es rodearse y moverse dentro del ambiente como para hacer contactos lo suficientemente interesantes que le hagan abrir para bandas como Metallica o estar por encima de otras con menos reconocimiento pero con más valía, carretera y talento a sus espaldas.

Como tampoco entiendo esa propuesta tan apta para todos los públicos que pierde cualquier atisbo de originalidad, genuinidad y pimienta que es la del toque rockabilly (cada vez menos en menos dosis, por suerte) con la de un metal de FM tan inofensivo que hace que Chad Kroeger parezca Varg Vikernes a su lado, la constante búsqueda de un nuevo single como “Lola Montez” (“The Bliss” o “For Evigt”, como prefiramos) o la poca pericia de Poulsen para escribir canciones que suenen frescas, por no hablar de esas letras repletas de tópicos y cuyo vocabulario es tan limitado como para jugar el scrabble con dos o tres temas y poder componer toda la discografía de los daneses.

Para desmontar el nuevo álbum de Volbeat, si eso queremos, tan sólo hay que escucharlo y descubrir que; siendo el sexto, han vuelto a grabar el mismo otra vez, con todos los defectos de los anteriores pero, en cambio, la falta de frescura que podían poseer sus tres primeros álbumes; lo que nunca ha supuesto un problema en otras bandas cuya falta de innovación es el perfeccionamiento de su propio sonido o receta pero que aquí, con Volbeat no ocurre.

Que es sorprendente y aburridamente largo, trece canciones (diecisiete en su formato extendido, diecisiete…), algo completamente innecesario cuando descubrimos que todas suenan igual y hay tanto azúcar que su simple escucha mataría a un diabético. Con una producción tan anodina y facilona, con la empachosa voz de Poulsen y sus engoladas infexiones en primerísimo primer plano, que no sorprende leer en los créditos que es él mismo junto al experimentadísimo Rob Caggiano (en labores tras los mandos, nótese la ironía) o el sempiterno Jacob Hansen quienes han pergeñado semejante producto sin complicación alguna y para salir de nuevo de gira (con sus interminables y, sin duda auténticos, medleys de Judas Priest y Johnny Cash) que es donde de verdad está ahora la pasta para los artistas.

¿Y qué nos encontramos al pinchar “Seal The Deal & Let's Boogie”? Pues de primeras el robo a mano armada a Nickelback en el riff de “The Devil's Bleeding Crown” que suena como "Burn It To The Ground" de su “Dark horse” del 2008 y que nos demuestra que si quieres plagiar siempre es bueno irse a por los realmente grandes o a un artista poco conocido y no a medianías como Kroeger y una canción que, tras el riff plagiado, podría haber estado incluída en "Outlaw Gentlemen & Shady Ladies", “Guitar Gangsters & Cadillac Blood", "Beyond Hell / Above Heaven" y hasta en "Rock the Rebel / Metal the Devil". Nada que objetar si esto es lo que espera el fan medio de Volbeat o aquellos casuales que se encuentren con ellos en pleno festival y con un litro de Paulaner en sus manos pero como oyente ajeno a todo ello y lejos de mis gustos pero conociendo sobradamente sus discos, me gustaría escuchar a una banda que pueda ofrecerme algo más ahora que es cuando más debe demostrarlo.

“Marie Laveau”, con Poulsen en el mismo tono y a la misma altura, es puro empacho con esas armonías y juegos de voces en el estribillo, como “For Evigt” o su versión internacional, “The Bliss”, y es cuando nos acordamos de Poulsen cuando asegura en sus entrevistas que este es el álbum más duro de Volbeat y reímos socarronamente, ¿en serio? Por lo menos, en “The Gates Of Babylon” intentan hacer algo diferente con ese fraseo de tintes orientales, además de algunos arreglos pero el problema es que son más de cuatro minutos en bucle. “Let It Burn” es un medio tiempo con un solo en la parte central, casi inaudible, y el recurso de esos manidos “oh, oh, oh” que no le perdonamos a otras bandas y, sin embargo, en ellos tienen que parecernos simpáticos sí o sí.

Para colmo, en “Black Rose” se une Danko Jones (algo que se agradece porque descansamos del tono de Poulsen. Que no es que no me guste, es que siempre es el mismo, no hay matiz alguno o intento de hacer algo diferente). “Rebound” suena mejor, claro; es una versión de Teenage Bottlerocket (como “Battleship Chains” de los geniales Georgia Satellites) pero en ella somos testigos de cómo, cualquier canción que interprete Volbeat; terminará completamente pasada por su filtro (como ocurrió con la insoportable versión de "I Only Wanna Be With You" que popularizó Samantha Fox a finales de los ochenta, décadas después de Dusty Springfield y Volbeat destrozó por derecho propio)

“Mary Jane Kelly”, un segundo; ¿no hemos escuchado ya “For Evigt”? Este es el problema de “Seal The Deal & Let's Boogie”, la constante búsqueda del single, del “Lola Montez” de turno, de la misma canción una y otra vez. Que “Goodbye Forever” sea quizá la mejor del conjunto dice mucho de un álbum que no aguanta más de dos escuchas sin que nos sintamos hartos antes de tiempo. Como el que alguien crea que “Seal The Deal” es puro rock n’ roll sería motivo suficiente para hacerle repetir curso pero es la más acelerada que escucharemos, mientras que “Battleship Chains” es ligeramente más divertida gracias al uso del slide y sus coros. Otra cosa, ¿alguien se ha dado cuenta del insoportable tono de las guitarras a lo largo del disco? Sencillamente horroroso. “You Will Know” es quizá la despedida más aburrida que podríamos habernos encontrado porque de “The Loa's Crossroad” y el aprovechamiento del mismo riff de “The Devil's Bleeding Crown”, perdón "Burn It To The Ground", ni hablaremos por considerarla relleno.

Pero si hay algo que abunda en “Seal The Deal & Let's Boogie” son sobras, como “Slaytan” que, menos mal, no llega al minuto y Poulsen debe considerar lo más pesado que haya grabado hasta la fecha, la mencionada “The Bliss”, otra toma de “Black Rose” (como si no hubiese ya sido suficiente con una) y de nuevo “The Devil's Bleeding Crown” pero esta vez en directo. ¿Funciona? Sí, claro, es lo que tiene tocar un riff que ya está alojado en nuestro hipotálamo de la mano de otras bandas, no sólo Nickelback, y cantar como un tirolés hipertrofiado (no exagero, que alguien escuche la toma, por favor).

A los fans de Volbeat les encantará como a esos que no le piden demasiado a la música, que no quieren pensar demasiado y tan sólo ponerse una camiseta, menear la cabeza y pasar un buen rato con los colegas después de un parcial o esos otros que, patéticamente, pretenden recuperar la adolescencia perdida. No hay problema, lo entiendo, pero no nos los tomemos demasiado en serio (eran más divertidos cuando les tocaba actuar en el Sonisphere a las dos de la tarde y con el sol de frente porque nadie nos hacía creer lo que no era) y hablemos de relevos generacionales porque si Volbeat se convierten en los sustitutos de Maiden o Sabbath me bajo del carro. Por lo pronto, en el Hellfest y coincidiendo con ellos, preferiré ver a Overkill (pocas bromas con Bobby 'Blitz') o Magma pero aguantaría con gusto una interminable cola para comer o el acceso a los aseos antes que escuchar de nuevo la enésima versión de “Lola Montez”. Dentro de cinco años, muchos de los que no comulgan con esta crítica vendrán con velas dándome la razón…

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