Crítica: Overkill “The Wings Of War"

Querido Roberto, soy aquel chico con pinta de escuchar a Weezer o, mucho peor, escribir para Pitchfork, que te asaltó en la última edición del Hellfest en la que tocasteis, he de reconocer que tu paciencia fue digna de elogio y guardo un enorme recuerdo de aquel encuentro fugaz. Sigo opinando lo mismo de tu banda, Overkill, y de ti; posiblemente seas el mejor vocalista de thrash del panorama actual y me sigue volando la cabeza que casi treinta y cinco años más tarde sigas conservando la mala leche, así como los propios Overkill, sois una máquina fiable y bien engrasada en directo (subrayo; en directo). Pero, por mucho que me duela, me da la sensación de que andáis algo perdidos desde "Ironbound" (2010) y aquel “The Electric Age” (2012), como también he de confesaros que escucho “White Devil Armory” (2014) y me parece un disco notable pero no puedo decir lo mismo de “The Grinding Wheel” (2017) en el que me da la sensación de que os complicasteis más de la cuenta y, aunque desde esta web ya advertimos del excesivo minutaje de algunas de sus canciones y hubo algún que otro lector que se enfado muchísimo con nosotros y nos afectó de sobremanera, Roberto, meses después tú también lo reconociste y sé que este “The Wings of War” y ese intento por recuperar el sonido más clásico de la banda, sonando actuales y sin perder relevancia, era tu máxima. También he de reconocer que ello, sumado a esa negativa tan vuestra de ignorar los servicios de un productor y ese peregrinaje por hasta cuatro estudios diferentes; de New Jersey a Florida, Nueva York y de vuelta a vuestra tierra natal, no ha tenido el efecto esperado.

Es verdad que en “The Wings Of War” ya no hay canciones de siete minutos y medio, como “Mean, Green, Killing Machine” u ocho, “The Grinding Wheel”, pero siguen teniendo una duración excesiva (“Head Of A Pin”, “Distortion”) cuando de lo que estamos hablando es de thrash puro y duro y esa actitud tan punky que vuestra banda siempre ha tenido. Por otro lado, las guitarras, aunque intenten conservar ese sonido más clásico de la banda, parecen estar en un horrendo segundo plano, por no hablar de la batería. Jason Bittner ha sustituido a Eddy Garcia que reemplazaba a Ron Lipnicki, que a su vez reemplazaba a Tim Mallare y este a Sid Falck, pero tú y yo sabemos que nada de esto debería importar, que Overkill siempre ha sido cosa tuya y de D. D. Verni. Es por eso que me sorprende que parezca costaros encontrar de nuevo la dirección, la inspiración. “The Wings Of War” no es un mal álbum, aquellos que busquen únicamente caña; serán felices. Sin embargo, aquellos que busquen la pista de la banda que firmó "Ironbound" (2010) se darán de bruces con la continuación de un “The Grinding Wheel” más comedido, más endurecido y acelerado pero menos inspirado; canciones que se pegan (“Last Man Standing”) en las que todavía hay energía y cojones, en las que, Roberto, das lo mejor de ti mismo pero poco más. Buen ejemplo, es también “Believe In The Fight”, en la que la urgencia punky que antes mencionaba en ese thrash urbano y violento, cortante, de New Jersey suena como nunca, pero en las que me encuentro que once minutos son demasiados para canciones que funcionarían como un auténtico tiro si apenas rondasen los tres.

“Head Of A Pin” es pasable pero las guitarras de Dave Linsk y Derek Tailer suenan como chicharras y singles potentes como “Batshitcrazy” se ven algo desmejorados por una interpretación que ha tenido momentos mejores por parte de los propios Linsk y Tailer y un recién llegado Bittner que debería dejarse la vida en los parches y, lo siento, no parece hacerlo. “Distortion” posee una buena introducción y evoluciona con maestría, es un medio tiempo encabronado pero el solo de Linsk parece completamente perdido en un tercer plano y no sé si es culpa de Zeuss o de la propia banda tras los mandos, como “A Mother Prayer” es lo más ramplón y sencillo que parecéis haber firmado, hasta me sorprendería que la llegaseis a tocar en directo. Por suerte, el disco contiene ese himno cafre y festivalero, de aire juerguista, que es “Welcome to the Garden State”, aquella que sí o sí debe ser interpretada en vuestros próximos festivales (al igual que aquella que merecería haber despedido el disco, “Out on the Road-Kill”) todo lo contrario que “Where Few Dare to Walk” y la sensación de no saber que queréis o la absurdísima “Hole In My Soul”, canciones incomprensiblemente menores para una banda de la talla de Overkill.

Roberto, Overkill siguen sonando rabiosos y lo tuyo parece un auténtico pacto con el diablo pero, con la mano en el corazón, este no es el disco que esperábamos de la banda. Ni Linsk, ni Tailer, ni Bittner están a la altura, el sonido tampoco, las canciones deberían haber pasado una buena criba antes de entrar a grabar y un buen recorte de minutos. Me duele admitirlo, pero me parece inferior a “The Grinding Wheel” y tan sólo espero que sea un tropezón, espero que sepas encajar esta humilde crítica, pero en tu banda empieza a hacer falta sangre fresca y compañeros que tengan tu misma energía y ganas…


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