Crónica: Behemoth/ At The Gates/ Wolves In The Throne Room (Madrid) 19.01.2019

SETLIST: Wolves Ov Siberia/ Daimonos/ Ora Pro Nobis Lucifer/ Bartzabel/ Ov Fire and the Void/ God = Dog / Conquer All/ Ecclesia Diabolica Catholica/ Decade of Therion/ Blow Your Trumpets Gabriel/ Slaves Shall Serve/ Chant for Eschaton 2000 / Lucifer/ We Are the Next 1000 Years/ 

Resulta harto complicado intentar explicarle a miles de personas por qué Behemoth son Behemoth pero, por el contrario, por qué ya no lo son. Aquí no hay que enarbolar la bandera del “yo estuve aquí primero”, la autenticidad o la edad, las canas de uno o las ventas de los otros, porque nada de eso tiene sentido. Pero sí es verdad que poco queda de aquellos que firmaron obras como “Zos Kia Cultus (Here and Beyond)” (2002) o “Demigod” (2004), por aquello de no intentar remontarse al origen de los tiempos y perder cierta credibilidad en la reseña de lo que fue una noche de metal en la que tampoco faltó el carnaval. 


En lo estrictamente musical, los polacos han perdido pegada (‘punch’ que dirían los entendidos) a favor de los ‘hooks’ (que dirían esos mismos, en lugar de estribillos) en ese fútil ejercicio que tan bien les salió en “The Satanist” (2014) en el que el metal quiso dejar espacio al hard rock y la simpflicación de estructuras o el amanse de los caballos salvajes que antes Nergal y los suyos espoleaban. Adam, siendo un esteta, como siempre ha sido, nunca descuidó la estética, el papel y el celofán que envolvía a su música pero, permítanme que me ponga dramático; algo terrible ocurre en el arte cuando se le presta más atención al envoltorio que al dulce, al contenido que al continente y eso es lo que les ha ocurrido en “I Loved You at Your Darkest” (2018). Un álbum que, sin ser malo, deja ver en demasía las intenciones de una banda que ha llegado a fin de ciclo y quiere alargar la fórmula, diluyendo la esencia de “The Satanist” en agua, por aquello de que dure un par de años más. 

Los Behemoth de ayer en Madrid, y anteayer en Barcelona, son una banda que aprovecha los restos del naufragio; con unas canciones de composición rácana ("Bartzabel") y singles contundentes pero repetitivos ("Wolves ov Siberia", “God=Dog”), el mismo planteamiento escénico de la gira anterior y momentos de auténtico sonrojo por lo inconexo (la batucada en ‘playback’ u Orion con el tocado de plumas alargando la tirada de confeti) que lastraron la noche para unos y fueron un festín para esos otros a los que la pirotecnia, el humo y los clichés justifican la entrada pero luego se santiaguan y descojonan de Kiss o Alice Cooper, ignorantes de que sus hijos harán lo propio con un tipo que quema incienso sobre el escenario y cree invocar al espíritu de Marte pero luego resulta tan previsible y poco provocador como para lanzar sus dardos de nuevo, una vez más, a una agonizante y caduca Iglesia Católica. Ver para creer…

La noche comenzó con Wolves In The Throne Room y lo que pintaba como un gran cartel se deshizo en nuestras manos con una banda de black norteamericana, una de melodeath sueco y nuestros protagonistas polacos, tres formaciones completamente equidistantes en todas las coordenadas de su ser. La banda de Washington ha grabado obras maestras como "Diadem of 12 Stars" (2006) o "Two Hunters" (2007) y es un auténtico lujo tenerles sobre los escenarios de nuestro país, pero todo lo contundentes que sonaron en la prueba de sonido, se volvió un espejismo cuando saltaron a las tablas y, entre pose y pose, vino y pachuli, interpretaron algunas de las canciones del tibio “Thrice Woven” (2017), como la larga “Angrboda”. ¿Disfrute de la actuación? Sí, por supuesto que sí, y hubo momentos de negrura, claro que sí, pero la sensación general fue de templanza. Quizá un escenario más pequeño, en una sala más recogida, con más oscuridad y ellos, como protagonistas, dando forma a un repertorio que supere los cuarenta minutos, hubiese sido lo justo pero no pudo ser. Al concluir la actuación, sentí todo un interruptus.

At The Gates, mis queridos At The Gates, sin embargo, aunque el sonido no les acompañó, salieron sobrados de actitud, oficio y tablas. Es verdad que “To Drink From the Night Itself” no es un gran disco, pero el repertorio, aún con grandes olvidadas, fue un auténtico cañonazo con su single atronando en los primeros compases (aunque el riff sea todo un autoplagio del de “Blinded By Fear”, también lo acepto). Como dice un amigo mío, tener a Tomas Lindberg a medio metro justifica casi cualquier cosa, con Jonas Stålhammar como reemplazo de Anders, la banda apareció con la misma solidez de siempre y la pista respondió con creces; “Slaughter of the Soul”, historia viva del death sueco, sonó espídica y, para mí sorpresa, disfruté muchísimo de canciones como "A Stare Bound in Stone" o "Daggers of Black Haze", aunque el clímax lo alcanzamos con esa preciosidad llamada “Cold” y ese puente con el bajo de Jonas enfrentado a la guitarra de Larsson, antes del sentidísimo solo de Stålhammar. “Death and the Labyrinth” volvió a convertir la pista en un infierno, como “The Book Of Sand (The Abomination)” y, por supuesto, “Blinded By Fear”. No negaré que, entre tanto ritual, a pesar de amar el black metal, agradecí la dosis de realismo de At The Gates; seis tipos vestidos con vaqueros y camisetas, golpeando la batería como si no hubiese un mañana y diez canciones directas a la yugular. Envejecen como el buen vino.

Y llegó el momento de Behemoth, con nervios y ganas de verlos otra vez sobre un escenario. Aunque la espera fue irritante con los coros infantiles, la salida fue espectacular, “Wolves Ov Siberia”, es un gran single aunque suene a “Furor Divinus” y jugar con la sensación térmica gracias al hielo, me parece brillante. Se sintió en las primeras filas y cumplió el objetivo de llevarnos a la helada Rusia, como me gustó el regreso a “Daimonos” de “Evangelion” (2009) y me pareció acertado, antes de atacar las canciones de “The Satanist”, como ese “Ora Pro Nobis Lucifer”, pero la actuación, aunque sólida en la interpretación musical, pronto se convirtió en una pasarela cuando en casi todas y cada una de las canciones, Nergal, Orion, Inferno y Seth, cambiaban de vestuario, complemento o recurrían a todo tipo de argucias escénicas. No hubo más de dos canciones seguidas sin que Nergal y los suyos acudiesen a los laterales de los escenarios y regresasen con un nuevo tocado, máscara, mitra papal, chaqueta, plumas, tachuelas, fuego, más incienso o sangre de mentirijilla, diluyendo el impacto que su música debería tener por sí sola y perdiendo un poquito de credibilidad en ese gran teatrillo que es el black, al que ellos -desde hace mucho- ya no pertenecen, por cierto.

La sencilla “Bartzabel” resultó aburrida, aunque el contrapunto llegó con “Ov Fire and the Void” y me sorprendió que un single como “God=Dog” pasase desapercibido pero, claro, entre aquella de “Evangelion” y “Conquer All” de “Demigod” (2004), resulta bastante complicado que una nadería como “God=Dog” no pierda impacto. “Ecclesia Diabolica Catholica” y “Decade Of Therion” consolidaron una buena recta final con “Blow Your Trumpets Gabriel” y “Slaves Shall Serve” que tan sólo se vio empañada con la dichosa batucada que carecía de todo sentido -como afirmaba al comienzo de esta crónica- y el momento de Orion y su solemne pasear sobre el escenario, emplumado como una cacatúa negra, como mera excusa para arrojar toneladas de confeti o Nergal instando al público a dar palmas y taconeando sobre su plataforma en un momento flamenco que a muchos nos hizo arquear las cejas. ¿De verdad, nadie se percató de que a esta actuación le sobraron 20 minutos de lo más extraños y no tuvieron nada que ver con lo musical?

Por supuesto, es de justicia reconocer la tremenda energía de Nergal, su entrega e intensidad, su esfuerzo titánico en un concierto en el que no hay duda alguna de que él es el auténtico motor. Sabiendo que volveré a verles el próximo año en Nantes, la gran duda a resolver es cómo aguantarán las canciones de “I Loved You at Your Darkest” el paso del tiempo -por poco que sea- y, fundamentalmente, cómo saldrán de este callejón sin salida en el que parecen haberse metido ellos solos. Se me da mal predecir el futuro pero auguro que tras la gira Ecclesia Diabolica, Nergal resucitará su inane proyecto de Me And That Man (supongo que ‘Men’, ahora que John Porter ya no está) en el que juega a ser King Dude o un Nick Cave de segunda y, tras ello, retomará Behemoth y continuará la senda de este último disco, habiéndose perdido la mala leche polaca mezclada con ese encanto oriental salvaje mesopotámico que antes les caracterizaba. También auguro que les irá bien en las ventas y, seguramente, mucho me temo que eso sea lo único que le importe a Adam Darski actualmente. Si es así, Behemoth son todo un éxito, lo que él más deseaba...

Texto y memorabilia © 2019 Blogofenia
Fotos © 2019 Vicky Spooky
Video © 2019 Joaquín Díez