Crítica: U2 “Songs Of Experience”

Recuerdo aquellos tiempos en los que descubrir un nuevo álbum de U2 requería tiempo, cuando uno escuchaba aquel tintineo que anunciaba “Zoo Station” y se encontraba con el abrupto rompe y rasga de la guitarra de The Edge, cuando sonaba “Zooropa” y todos nos preguntábamos qué significaba todo aquello o incluso irrumpía “Mofo” por todos los noventa del mundo y no sabíamos si lo que estábamos escuchando era U2 o la última producción de Goldie. Pero hace veinte años de todo aquello y, si bien los irlandeses una vez se caracterizaron por la valentía y el no mirar atrás, los tiempos cambiaron y llegaron “Elevation” y “Vertigo”, buenos tiempos para las ventas; malos tiempos para aquellos que identificábamos a la banda con música de calidad, con poso y no simple y puro pop. Hace ya tiempo que escuchar un disco de U2 no entrama ninguna dificultad, ni tiempo para asimilar lo escuchado, el sonido de “Songs of Innocence” o “Songs of Experience” es el mismo que aquel de “All That You Can’t Leave Behind” (por eso de un back to basics, aunque ahora lo adornen con algún teclado o sampler) excepto por la bendita presencia del rotundo bajo de Adam Clayton. Brian Eno o Lanois se perdieron por el camino y U2 parecen inmersos en la constante búsqueda por seguir resultando relevantes, por seguir teniendo algo que decir pero, ¿cómo explicarle a Bono y The Edge que eso va a ser difícil de lograr cuando adónde están dirigiendo sus miradas es a Bon Iver, War On Drugs, The National, The Killers o unos difuntos Franz Ferdinand?

Cuando en los noventa U2 miraban a su alrededor -sedientos de creatividad- eran unos músicos de treinta y pocos años, hambrientos por crecer, no sólo preocupados por vender entradas o aparecer en las portadas de las revistas (claro que aparecían pero era el resultado de su importancia en el mundo de la música), el asalto era a la posteridad, no al pasado. Sus miras estaban puestas en Bowie pero también en Cave, las guitarras eran las de la música alternativa (Hüsker Dü, Sonic Youth, The Pixies, Stone Roses) y Bono aprendió a ocultar a Paul Hewson envuelto en el cuero del Elvis con más arrojo. Si aquello funcionó fue porque era tan genial que se salía del mapa en unos años en los que se llevaban las camisas de franela y los pantalones rotos. Pero ahora, U2 miran con recelo, ya no hay hambre creativa, su mirada es la del chaval envidioso que quiere copiar las respuestas del examen de su compañero y eso, en una banda como ellos, resulta patético además de producir discos sin demasiada cohesión.

Detecto a un fundamentalista de Bono a la milla y es así porque, he de confesarlo, una vez también fui como ellos. Pero pasa el tiempo, uno crece y allá donde hubo pasión ahora tan sólo quedan el cariño y la añoranza de lo que una vez significaron. Detecto a esos seguidores porque escuchan “Red Flag Day” e inocentemente piensan que son los U2 de “War” cuando tan sólo están replicando la receta de chavales de veinte años o por aquellos que piensan que “The Blackout” es el número equivalente al “Achtung Baby” y creen ver la épica en “Love I Bigger Than Anything In It’s Way” donde tan sólo hay una canción que pierde comba, en un álbum que, a pesar de las promesas, sigue albergando canciones menores como “Lights Of Home” o “Landlady” y ñoñerías como “You’re The Best Thing About Me”.

De las promesas de un nuevo formato de gira, del supuestamente revolucionario soporte para su nuevo álbum, de la polémica pero inteligente jugada de colar su anterior álbum en los terminales de todos los usuarios, el perdón posterior, y una segunda parte a la altura de la primera, nos quedamos a medias. Bono es un vendedor, siempre lo ha sido y disfruta de ese don por el cual siempre nos ha prometido “rock de Venus”, “poderosísimos riffs” o “el mejor álbum de U2 hasta la fecha”, nada nuevo en el mundo de la música pero sorprende en alguien de su peso e importancia y logra que todos aquellos que leemos o escuchamos sus entrevistas, hayamos dejado de prestarle atención. “Songs Of Experience” prometía mucho tras “Songs Of Innocence”, un disco que, si bien no es una obra maestra y tal calificativo tan sólo le empequeñece aún más, contenía algunas canciones con más fondo que el que nos ocupa. Y es que, tras las primeras escuchas y el entusiasmo inicial, “Songs Of Experience” parece una colección de sobrantes, de caras B, de canciones -algunas resultonas, otras menos- que han sobrado de sesiones de grabación anteriores. Un álbum que vio frenada su publicación tras el supuesto cambio político en el panorama internacional, la revelación de la mortalidad que parece haber sufrido Bono y la gira aniversario de “The Joshua Tree”, algo inaudito en una banda de sus características y que, muy a su propio pesar, ha sido completamente nostálgica, como no podía ser de otra forma.

Y así nos encontramos con dos discos que ahondan en la misma cuestión vital, inspirada por William Blake, por la cual en “Songs Of Innocence” U2 hablan del Dublín de su infancia y recurren a amigos comunes y las calles por las que corrieron, la propia Ali Hewson o la madre de Bono, Iris, e incluso la epifanía tras escuchar a Joey Ramone en directo, mientras que en “Songs Of Experience” nos encontramos a unos músicos rondando la sesentena con las mismas dudas de cuando eran jóvenes pero con esa inocencia perdida, inmersos en un mundo excesivo que a ellos mismos parece desbordarles tanto como al resto, con una situación política inestable y la conciencia de la mortalidad (que antes mencionaba) que parece haber experimentado el propio Bono. Nada nuevo bajo el sol, por lo tanto, cuando este se empeña en recordarnos que al final lo único importante es el amor (nada que los Beatles no supieran cuando lo cantaban en “The End” o Woody Allen aseguraba que, al final del camino, todo se reduce a todo el amor que puedes dar y birlar de los demás).

Lo malo de este mensaje en “Songs Of Experience” es que el amor, tema tan recurrido en el panteón del mundo del rock y del pop o los propios U2 a lo largo de toda su carrera, carece de la tensión, de la testosterona habitual en las canciones de los irlandeses. ¿Acaso “Achtung Baby” no parecía cubrir todo el espectro de este en sus canciones? Amor a los padres, a tu pareja, amor no correspondido, el amor no merecido, la ceguera del amor, el sentimiento de culpa, la insatisfacción, el adormecido amor conyugal, el amor al maestro en el huerto…. ¿Acaso U2, como muchas otras bandas, no han hablado ya lo suficiente del amor a lo largo de toda su carrera? Sí, por supuesto, pero la clase de amor referido en “Songs Of Experience” es tratado de una manera más abstracta, no se trata del que somos capaces de proporcionar o recibir, sino de aquel como moneda de cambio vital cuando uno hace balance, cuando uno es lo suficientemente sabio como para recuperar la inocencia en la madurez, que parecía insinuar Blake…

Sorprendente es el inicio con “Love Is All We Have Left”, una composición etérea con Bono en primer plano; “Nothing to stop this being the best day ever, nothing to keep us from where we should be. I wanted the world, but you knew better, and that all we have is immortality”, apoyándose en un colchón propio de Brian Eno, bonita e impactante pero, por desgracia, las huellas son fáciles de rastrear porque Bon Iver ya jugó con la superposición de dobles voces y la suya propia, el famoso vocoder, en el maravilloso “22, A Million” (2016) y sabe llevar al clímax de su belleza en “715 – CRΣΣKS”. Pero la valentía, el intento de hacer algo diferente, acaba en la conservadora “Lights Of Home” en la que prima un sonido acústico bajo una bonita melodía pero poco más, una canción erróneamente situada en segundo lugar y que nos hace entrar en el álbum lentamente, en la que el slide de The Edge ni siquiera llega a ser un aliciente.

Como significativo es el single que la banda eligió, “You’re The Best Thing About Me”, una canción tontita que claro que entra si la escuchamos las veces suficientes y que nos muestra a unos compositores que siguen teniendo la calidad suficiente como para componer grandes puentes pero prefieren el vehículo de una canción convencional como pocas para hablar, por enésima vez, del amor en su forma más simplona. Una pena porque el riff de ese puente que menciono, un pequeño robo sin importancia a los Franz Ferdinand del segundo álbum, no haya tenido mayor protagonismo a lo largo de toda la canción. Del vídeo es mejor ni hablar, me gusta verles, resulta simpático pero forzado, además no hay necesidad de mostrar a unos músicos de su calibre como si de The Killers se tratasen.

Pero si en el videoclip de la anterior producen esa sensación, con “Get Out Of Your Own Way” sonarán exactamente como si los de Brandon Flowers de “Wonderful Wonderful” hubiesen interpretado “Beautiful Day”. Sonrojo produce “American Soul” por esos versos y lo irónico que resultan en la introducción de Kendrick Lamar “Blessed are the filthy rich, for you can only truly own what you give away like your pain…” y ese autoplagio a “Volcano” en el estribillo, o ese verso en el que Bono parece incapaz de resistirse a la tentación de hacer un llamamiento a la unidad o mencionar a los refugiados; “Let it be unity, let it be community. For refugees like you and me, a country to receive us. Will you be our Sanctuary. Refu-Jesus”

Por lo menos, las sorpresas se seguirán sucediendo, lejos de ese acto de regurgitar la propia esencia de la banda, o así suena “Summer Of Love” que se siente especial pero ligeramente desnuda tras el riff inicial de The Edge para evocar la esencia de “Time Of The Season” de The Zombies. La guitarra de “Red Flag Day” suena a Joe Strummer pero de manera más relamida mientras el bajo de Clayton lleva todo el peso y la canción, lejos de evocar el espíritu de “War”, es tan sólo un intento de asimilar todo el influjo indie actual y sonar pretendidamente frescos, pero los coros de The Edge salvan la canción confiriéndole un tinte evocador al hecho de echarse al mar, tirarse con los ojos vendados, ajeno al oleaje…

“The Showman (Little More Better)” sonaría mucho mejor en la garganta de Springsteen, ese Bruce más tontorrón, cuando se pone a juguetear con las primeras filas y sube a los niños de sus fans más enfermizos, sí ese, lo cual no resulta un piropo en absoluto. Tiene un toque beatle pero también intranscendentemente cincuentero. Pero si hay una canción que me haya sorprendido para bien después de haberla escuchado en directo, es “The Little Things That Give You Away” cuya producción minimalista, desnuda, habría encajado a la perfección en “Sleep Well Beast” de The National y gana enteros con la bonita voz de Bono sobre la desaparecida guitarra de The Edge.

Innecesaria es “Landlady”, como empachosa es su letra y desconcertantes esos primeros segundos del que fue el adelanto de “Songs Of Experience”, “The Blackout”, que a todos nos recordaron a “Zoo Station”, y que supuso una pequeña decepción tras el tiempo de espera. Bono canta sobre una base más bailable y un estribillo facilón pero, por suerte, no tanto como “Elevation” o “Vertigo”.

Llena de emoción e intensidad es “Love Is Bigger Than Anything In Its Way” y, aunque realmente no nos lleve a ningún sitio, debería haber sido la que cerrase el álbum, pero hace mucho que U2 decidió rematarlos de manera estéril y es por eso que prefieren “13 (There Is A Light)” en la que Bono parece sabedor del desperanzador camino que lleva todo pero alienta a no rendirse. Lástima que una melodía tan bonita sea empañada por ese “reprise” de “Song For Someone” aunque ese alguien, en esta ocasión, sea él mismo.

Sensaciones encontradas tras tantísimos años escuchándoles y el infinito cariño y respeto que les tengo; hay buenas ideas, grandes momentos, Adam Clayton vuelve a sonar en los últimos discos mientras que The Edge parece haberse diluido tras haber perdido su personalidad intentando copiar los riffs de “tres notas” de otros músicos -infinitamente menos dotados que él- en anteriores discos (totalmente ajeno a que sus riffs ya eran de por sí grandes sin tener que sonar a garaje. Buen ejemplo de ello es “Sunday Bloody Sunday” o “Pride” entre decenas de otros), no me parece la mejor ejecución de Larry (“Lights Of Home”, “Get Out Of Your Own Way” o “You’re The Best Thing About Me”) y, sin embargo, he de reconocer que Bono está enorme tanto a nivel de forma, como interpretación, versatilidad y, aunque no posea la potencia de antes (como en los ochenta) o la amarga y oscura sensualidad de los noventa, se le siente cómodo en unas canciones en las que parece haber trabajado a conciencia.

Si este fuese el último trabajo de U2 por lo menos podríamos decir que lo han dejado con dignidad pero desde hace unos años parece que lo peor siempre está por llegar. Produce cierto desasosiego intuir que aquellos chavales de casi treinta años que parecían tener algunas respuestas, inmersos en una constante búsqueda, siguen sin haber encontrado lo que estaban buscando con casi sesenta años y pretenden sonar como sus propios alumnos.


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