Crítica: Brujeria "Pocho Aztlan"

Me cuesta horrores entender a aquellos que conociendo a Brujeria no les dedican más de cinco minutos y menosprecian su música. Principalmente porque creo que a este tipo de personas les falta sentido del humor o un buen litro de cerveza para entender lo que no hace falta entender… La música de Brujería es una grandísima y cafre mezcla de todo lo que nos gusta a los amantes de lo extremo pero con unas reglas del juego que les hace únicos. Así fue con el sorprendente “Matando Güeros” (1993) con el que nos dejaban a todos boquiabiertos cuando entendíamos que se podía cantar en nuestro idioma y sonar igual de brutal que otros artistas o alimentaban nuestra fantasía cuando nos pretendían hacer creer que era una banda formada por auténticos narcos. Pocas bromas cuando publicaron “Raza Odiada” (1995) y se metieron a todos los seguidores de la escena en el bolsillo, justo cuando ya teníamos más que digerido que Juan Brujo era John Lepe, Dino Cazares; Asesino, Güero Sin Fe; Billy Gould, Hongo; Shane Embury y Greñudo; Raymond Herrera. Daba igual porque aquel disco no sólo era notable sino todo un mazazo y todos entendimos lo divertido que era asistir a un concierto suyo. 

Tras un EP como “Marijuana” (1997), además de la colaboración en “Spanglish 101”, llegó el consabido giro con “Brujerizmo” (2000) y su giro al groove con toques industriales así como la aceptación de que más que una banda ya eran plenamente un colectivo de amigos que colaboraban y, entre idas y venidas de músicos, grababan la música que les apetecía con la excusa de pasar tiempo juntos y salir de gira. Pero dieciséis años son muchos y a pesar de “Angel Chilango” (2014) el mundo entero clamaba por un nuevo disco de Brujeria ya que parecían haberse convertido en una banda de directo únicamente… ¿Y qué mejor momento que el que nos ocupa con la imparable carrera electoral de Donald Trump como auténtico y extrañísimo signo de los tiempos que vivimos? Es verdad que “Viva Presidente Trump!/ Pared del muerte” no era lo que todos esperábamos de ellos pero, al mismo tiempo, era una buena noticia que mantuviesen intactas las ganas de provocar y, por supuesto, esa vuelta al death y el grind que supongo tendrá mucho que ver con la marcha de Cazares (seguramente con barra libre para Shane Embury pero todos lamentando la pérdida del miembro fundador) y la entrada en el 2006 de, nada más y nada menos, que Jeffrey Walker de Carcass, llamado El Cynico.

¿Es “Pocho Aztlan” un buen disco? Sí, sin duda. ¿Es una obra maestra? Nada más lejos de la verdad. “Pocho Aztlan” (de nuevo con “Coco Loco”, esa siniestra mascota comprada por Juan Brujo que tienen que rentabilizar con cada lanzamiento), publicado con Nuclear Blast y una buena galería de productores como Russ Russell, Ross Gonzalez, Huey Dee y Eddie Casillas (todo queda en casa), suena brutal –imposible negar lo contrario-, contundente y con una presencia apabullante de graves además de esa mala leche inherente al grind que parecían haber perdido con la vital incorporación del mencionado Walker pero, lamentablemente, el álbum posee tantos defectos como grandes momentos. “No Aceptan imitaciones”, por ejemplo, es una barbaridad que hace palidecer a otras bandas mucho más serias y seguramente con más pretensiones, como “Santongo” o la violenta “Plata O Plomo”. 

La influencia de Dead Kennedys está presente en la punky “México Campeón” y, por supuesto, en ese homenaje al clásico que es California Über Alles” (aquí bautizada como “California Über Aztlan” y que sirve como agradecimiento a Jello Biafra, también miembro de la banda en el pasado, por toda la ayuda prestada) pero también hay momentos que chirrian en el contexto del álbum. “Códigos”, por ejemplo, parece tener poco que ver con la línea general de “Pocho Aztlan” y podría parecer evidente que es obra de Cazares ya que, a pesar de no estar presente, descubrimos que muchas de las canciones que integran el disco han sido compuestas con anterioridad perdiendo este cierto sentimiento de unión y homogeneidad. Lo mismo ocurrirá con “Isla de Fantasia”, no son malas canciones en absoluto y quizá hayan sido escritas para este álbum pero, partiendo de la base, de que un disco de Brujeria debe estar bien especiado y sonar tan variado y mestizo como pueda, no termina de haber mucha coherencia.

Pero, si somos sinceros (y con Brujeria no podemos evitarlo), también es verdad que “Pocho Aztlan”, con esos pequeños inconvenientes, es un disco que sintetiza el espíritu de la banda; narcocorridos a toda velocidad, gore, sexo, santería y mala uva a ritmo de grind y death pero ahora también crítica social con temas con los que le puede hervir la sangre a cualquiera como los problemas de la inmigración o el racismo, todo ello cantado en español y logrando algo único que puede o no gustar pero nunca dejará de resultar refrescante o, por lo menos, toda una experiencia en directo que es en donde le ganan la partida a muchas otras bandas porque la música de Brujeria no hay que intelectualizarla demasiado, no hay que buscarle tres pies al gato y, simplemente, tomarse un par de litros, saltar y pasarlo bien con ellos. Siendo así, nada que objetar; Brujería al cien por cien pero, que quede claro, lejos de “Raza Odiada”…


© 2016 Jack Ermeister