Crítica: Inquisition "Bloodshed Across The Empyrean..."

Aunque pueda parecer lo contrario, gracias a las redes sociales con todo su humor y el seguimiento que está recibiendo en nuestros días, la verdad es que, a pesar de su popularidad, y por mucho que le pueda molestar a algunos, el black metal cómo subgénero está muerto. Puede que en cuanto a venta de camisetas o como fenómeno goce de mejor salud que nunca; ahí tenemos a Abbath recibiendo más atención de la que nunca recibió Immortal, Mayhem reinterpretando en directo su clásico “De Mysteriis Dom Sathanas” (1994), Emperor volviendo a la vida por enésima vez y celebrando ahora el aniversario de “Anthems to the Welkin at Dusk” (1997), Darkthrone publicando nuevo álbum, Satyricon a punto de entrar al estudio y toda una horda de fans que suspiran por Jon Nödtveidt y coleccionan compulsivamente vinilos de Xasthur, se pelean cuando afirman conocer a bandas que ni llegaron a existir y miles de chavalas luciendo canalillo tras una camiseta de Bathory en Instagram. No es que, el que escribe, sea más auténtico que ninguno de ellos y vaya paseando por la vida desenmascarando a impostores con camisetas de Marduk o ataque a Behemoth y su creciente popularidad es que, atento a lo que te voy a contar porque esto es de manual; cualquier estilo, género o subgénero firma su sentencia de muerte cuando, consciente de lo finito, comienza su propio mestizaje. ¡Así claro que el black metal está más vivo que nunca! Hay decenas, cientos y miles de bandas que toman sus elementos y los mezclan con post-rock, folk, doom, drone, punk, ópera, arreglos sinfónicos, electrónicos, prog y todo lo que se nos ocurra pero, amigos míos, eso –aunque me guste y lo disfrute- ya no es black metal, el experimento puede resultar soberbio (como de hecho ocurre a veces) pero, claro, pierde pedigrí y esta postura que parece tan criticable en mí, nos hace también mucha gracia cuando vemos a un japonés que, fascinado por España, se dedica a bailar unas sevillanas; imaginemos lo que piensa un noruego de un latino hablando de Tyr, Æsir y Vanir u Odín (por suerte, esto no ocurre en el caso de Inquisition) pero sirve perfectamente como ejemplo para entender mi punto de vista y dónde quiero ir a parar con la carrera de Dagon e Incubus.

Así, los colombianos (porque el proyecto toma forma en Santiago de Cali, muy importante, a pesar de que la promotora que los trae a nuestro país junto a Rotting Christ los anunciase, con insistencia y aún más ignorancia, como norteamericanos. Incubus sea Thomas Stevens, ex-Pregasm, y ahora residan en Seattle; a modo de base de operaciones) han ido evolucionando de un sucísimo y oscuro thrash a un black metal místico, cósmico y mitológico en su temática, y han sido incapaces de grabar un mal álbum hasta la fecha. Inquisition son quizá uno de los “nuevos nombres” (a pesar de que lleven en esto más de veinte años, siendo “Forever Under” de 1993 su primer paso) que están resonando con más y más fuerza dentro del metal por su calidad y fidelidad a los postulados. A priori puede resultar irónico que dos colombianos (Dagon e Incubus) sean los más fieles representantes de un subgénero que nació en el norte de la fría Europa y para el que el clima, la acomodada economía de su sociedad, la historia y su mitología juegan un papel tan decisivo en su creación como escena pero, tras un magnífico “Into the Infernal Regions of the Ancient Cult” (1998), firmaron “Invoking the Majestic Throne of Satan” (2002) –por no hablar de "Magnificent Glorification of Lucifer" o "Nefarious Dismal Orations"- y quizá su obra cumbre “Ominous Doctrines of the Perpetual Mystical Macrocosm” (2010) que les situó definitivamente en el mapa.

Pero, ¿qué podíamos esperar de ellos tras “Obscure Verses for the Multiverse” (2013)? ¿Serían capaces de repetir la acrobacia y continuar su propia leyenda? La respuesta es sí. Inquisition se han convertido en una de las bandas a las que, sin descubrirnos nada nuevo, hay que prestarles atención. Si hace meses nos dejaban boquiabiertos con las preciosas ediciones de Season Of Mist de toda su discografía y en directo tras su arrollador paso por el Hellfest francés, con “Bloodshed Across the Empyrean Altar Beyond the Celestial Zenith” (respiremos hondo si queremos volver a repetir el título en voz alta sin llegar a desfallecer) se han vuelto a superar. Puede que no esté a la altura de “Ominous Doctrines…” o “Invoking the Majestic…” pero han vuelto a grabar el que, sin duda, es uno de los grandes álbumes de metal del año.

Vaya por delante quizá lo más superficial del trabajo y es que, habiendo mencionado las magníficas ediciones de Season Of Mist, no me gusta demasiado la portada de “Bloodshed Across the Empyrean Altar Beyond the Celestial Zenith” a cargo de Vincent Fouquet (Tsjuder, Melechesh o Susperia), nada en contra de su arte pero palidece frente a la magníficas estampas, paridas directamente desde el infierno, de Paolo Girardi. Basta echarle un vistazo a cualquiera de las ediciones con Girardi al frente para sentir algo en el estómago que la de Fouquet es incapaz de transmitir.

Tras la introducción “Intro: The Force Before Darkness” llega el momento de la verdad con “From Chaos They Came” y ya nos percatamos del primer cambio, la voz de Dagon está más alta en la mezcla, lo cual es algo positivo porque, a lo largo de toda su discografía, el tono de ésta siempre me ha parecido el principal punto negativo de la música de los colombianos. El black metal debe ser infecto, sonar despreciable, gélido, como una constante negación y la voz de Dagon (quizá porque tendía a subirla demasiado) no poseía el tono. Aquí está en su punto perfecto, ése que escuchamos en directo. “From Chaos They Came” me recuerda demasiado al debut de Abbath en solitario pero con más mala leche y fiereza. Incubus está magnífico (como en todo el álbum) y Dagon soberbio en su lugar. “Wings Of Anu” es, por increíble que parezca, pegadiza y resuena majestuosa y “Vortex From The Celestial Flying Throne Of Storms” es un auténtico torbellino de rabia y oscuridad (por favor, que alguien preste atención al trabajo de Incubus porque es para quitarse el sombrero) mientras que en “A Black Aeon Shall Cleanse” tomarán algo de descanso para electrizarnos con unas guitarras que parecen traernos al anticristo desde otra dimensión, abriendo un agujero en el mismísimo cielo.

Dramática es “The Flames Of Infinite Blackness Before Creation” con una tensión verdaderamente hiriente y “Mystical Blood” parece la primera parte o introducción al ardiente himno “Through The Divine Spirit Of Satan A Glorious Universe Is Known” en la que Dagon e Incubus optan por un tempo más clásico para revolucionarlo en la épica “Bloodshed Across The Empyrean Altar Beyond The Celestial Zenith” o volverse aún más violentos, a pesar de la contención, en “Power From The Center Of The Cosmic Black Spiral” y tan sólo volver a recuperar algo de la rapidez del principio en “A Magnificent Crypt Of Stars” porque tanto “Outro: The Invocation Of The Absolute, The All, The Satan” como “Coda: Hymn To The Cosmic Zenith” son sólo pasajes para ambientar un álbum que entra de un sólo tiro y en el que, a pesar de la calma en algunas canciones, no nos dará respiro.

Pocos experimentos en un trabajo que supone la puesta de largo de Inquisition y en el que, sin perder crudeza, suenan mejor que nunca, otra obra maestra en una carrera, por ahora, sin mácula. Ya estamos contando los días para volver a verles en directo…


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