Crítica: Band Of Horses "Why Are You OK"

Igual que un músico está en su derecho de cambiar y grabar la música que le venga en gana, como oyente yo estoy en la misma posición de volar a otro sitio o dejar de prestar atención si ésta no me interesa porque, a estas alturas, devociones las justas. Band Of Horses lo tenían todo para gustarme y así fue, recibí con entusiasmo aquel “Everything All The Time” (2006) que si me llegó fue por el unánime encumbramiento de la prensa internacional (ése mismo que, a veces, hace que me cuestione si lo que voy a escuchar merece realmente la pena o se trata sólo de un ‘hype’) y ya con “Cease To Begin” (2007) me había convertido a aquellos lánguidos y melancólicos lamentos de agudo timbre de Ben Bridwell y esa música que, a pesar de proceder de Seatte, no tenía nada que ver con el rock de los noventa y, sin embargo, contenía todos los elementos que me gustan de la música en general pero por separado me costaba identificar porque el conjunto era tan sublime que, llegándome tanto, sencillamente me sobrepasaba y carecía de importancia si aquello era indie, americana, southern o tan sólo rock hecho, eso sí, con muy buen gusto…

Tras dos obras maestras así, “Infinite Arms” (2010) bajaba el nivel pero seguía poseyendo algunas de las canciones más bellas de aquel año y, siendo testigo de cómo las defendían en directo, reconozco que no tuve ninguna pega en abrazar el nuevo álbum y hacerlo mío pero algo ocurrió con “Mirage Rock” (2012) que ya venía gestándose en el anterior y no quise darme cuenta y es que aquel álbum carecía de unidad, ninguna canción merecía la pena por sí misma y no terminaba de entender dónde estaba el toque, dónde había quedado toda aquella intensidad y emoción que derrochaban en los tres álbumes anteriores. Y ahora nos llega este “Why Are You Ok” que, lógicamente, tras el desastroso y flojo episodio anterior, muchos se han apresurado a recibir como el ansiado regreso y es cuando creo que nos hemos vuelto locos; ¿podemos hablar de regreso, como tal, en una banda con cinco discos únicamente? ¿tan necesitados estamos de que vuelvan a firmar algo remotamente parecido a cualquiera de las canciones que integraban sus dos primeros discos o, si me apuran, su tercero?

No sé a quién culpar, si pensar que aquellos “Everything All The Time” (2006) y “Cease To Begin” (2007) eran así porque Bridwell había tenido toda la vida para componerlos y, a partir de “Infinite Arms”, se encontraba ante el temible pero, en su caso tardío, “síndrome del segundo álbum” en el que los artistas han tenido pocos meses para escribir unas canciones que no tienen el poso de las escritas hasta el momento. Si hablar de agotamiento y pensar que su cambio de residencia (de Seattle a Carolina del Sur) y una vida más familiar, alejada de la rutina de la banda y la constante gira, viviendo en una pequeña granja con sus cuatro hijas y tocando en el garaje le han pasado factura en toda su plácida comodidad o terminar por aceptar que Bridwell tiene talento pero que éste destelló de manera fulgurante en los dos primeros discos de la banda y, ahora, todos aquellos que nos enamoramos de aquellas canciones tenemos que buscar con paciencia y empeño algo de aquel brillo que él nos dosifica con cuentagotas en composiciones más que ramplonas, sin ápice de emoción, tan sólo porque el tipo en cuestión siempre nos ha caído simpático y hubo un tiempo en el que acertaba cuando nos disparaba en pleno corazón.

Pero lo cierto es que “Why Are You Ok” siendo un poquito mejor que “Mirage Rock” es un esfuerzo mediocre con canciones que nos entran por un oído y nos salen por el otro. Contaba Bridwell que el gusto por terminar de cenar y bajarse al nuevo estudio improvisado en su garaje, después de acostar a las niñas, y rasguear sus guitarras era todo un placer y le había pedido a Jason Lytle (de Granddaddy, productor del álbum junto a Dave Fridmann de The Flaming Lips y el gurú Rick Rubin como productor ejecutivo) que dejase las canciones todo lo desnudas que pudiese para no perder aquella esencia y simplicidad y la verdad es que todo el álbum respira sencillez; desde la foto de su portada, tomada en Barcelona, al mismo título; procedente de un mensaje de texto de una de las niñas de Bridwell.

Pero podemos ser malos y afilar el colmillo y entender que dónde unos utilizan eufemismos para enmascarar las verdad, otros tan sólo vemos la cruda realidad en un disco que debería volver a poner en primera línea a Band Of Horses y lo que nos encontramos es pura languidez, aparente falta de ganas y canciones, en apariencia, poco trabajadas que producen aún menos entusiasmo en quien las escucha. Bridwell habla de Lytle como si fuese su mejor amigo y es quizá lo que haya hecho que el álbum tenga tan poquita tensión; carece de una mirada ajena que, lejos de lo que el artista quiera, oriente y trace una línea que separe la autocomplacencia más exacerbante y el colegueo de lo que debería ser sentarse a trabajar para un profesional.

El largo bostezo con el que comienza “Dull Times/The Moon” es como si los instrumentos se desperezasen y comenzasen a sonar después de una siesta demasiado larga, Bridwell se muestra más cercano y confesional que nunca pero el envoltorio y la melodía son tan, tan lentos y estériles que terminan por matar cualquier entusiasmo por parte del que escucha mientras esa guitarra parece rasgarse sola sin muchas ganas. Claro que celebramos “Solemn Oath” porque es como un pequeño oasis en mitad del desierto y no porque, en sí misma, tampoco valga demasiado. De ella me gusta su slide y parte de la energía en el puente pero no es una gran canción, admitámoslo. Como “Hag” tiene ecos de “Infinite Arms” y por eso puede llegar a hacernos creer que es más de lo que realmente es hasta que descubrimos que no hay un estribillo o una melodía que nos saque de la eterna estrofa en la que Bridwell parece haberse atascado y ni siquiera ese ‘in crescendo’ de la parte central nos llevará a ningún lugar o “Casual Party” (con toda la influencia de Lytle y sus Granddaddy) siendo el último rastro de pop propiamente dicho que nos encontraremos en todo el álbum.

La colaboración con J.Mascis de Dinosaur Jr. en “In A Drawer” es bonita a secas pero carece de la chispa que sobre el papel, cuando nos enteramos de ella, parecía prometer y termina diluyéndose sin gracia alguna. El interludio de “Hold On Gimme A Sec” sirve para hacernos saber que el álbum ha entrado en un estado comatoso del que nos costará salir más a nosotros que al propio Bridwell cuando entendemos que la pastosa “Lying Under Oak” es un supuesto homenaje a Neil Young. “Throw My Mess” posee las maneras pero su toque ‘rootsy’ no es capaz de dotarla de la magia natural que debería haber tenido como composición y con “Whatever, Wherever” deberemos estar lo suficientemente atentos para adivinar la genialidad de un autor que se ha empeñado en dosificárnosla y para llegar a ella tendremos que pagar el tedioso peaje que supone enfrentarse a otros temas como “Country Teen” con una producción tan horrorosa como irritante su ‘balanceo’ en los canales o el auténtico bajón anímico que es “Barrel House” (empero, una de las mejores de todo el disco junto a “Whatever, Wherever”) o el tedio más absoluto con “Even Still” despidiéndonos y que da la sensación que no han sabido cómo encajar o, peor aún, cómo organizar las canciones para que un disco tocado de muerte como es “Why Are You Ok” intente funcionar pese a todo.

A Band Of Horses, Ben Bridwell, le doy un álbum más antes de que se conviertan en un recuerdo y dejen de tener relevancia alguna como banda en activo. Me será inifinitamente más gratificante volver una y otra vez a sus dos primeros discos y a aquel tercero (que el resto está convirtiendo en algo más de lo que realmente fue) antes que volver a enfrentarme a un álbum en el que, más allá del respetable esfuerzo de Bridwell, no hay nada que lo justifique, lo demás son paños calientes. A todos esos plumillas que hablan de “Why Are You Ok” con una sonrisa bobalicona en la cara les bastaría hacer el ejercicio de imaginar qué habría sido de Band Of Horses si éste hubiese sido su primer o segundo álbum porque quizá nunca habríamos oído hablar de ellos…


© 2016 Jim Tonic