Crítica: Mantar "Ode To The Flame"

Los alemanes no lo han tenido fácil y han trabajado duro; han actuado en bares y salas de todo el mundo, dormido en su furgoneta e interpretado las canciones de “Death By Burning” (2014) todas y cada una de las noches desde su publicación y, hasta aquí, no hay demasiada diferencia con las de miles de chavales que hacen lo mismo pero en el caso de Mantar, habiendo publicado uno de los mejores álbumes de metal de aquel año, era especialmente ingrato verles relegados y condenados al ostracismo. Es por eso que su firma con la todopoderosa Nuclear Blast parece la oportunidad que Hanno y Erinc estaban esperando y su respuesta no se ha hecho de esperar con “Ode To The Flame”, con el cual dan por finiquitado el tan tremendo “síndrome del segundo álbum” que todavía persigue a las bandas que triunfan con su debut y corrobora que al dúo le ha sentado maravillosamente bien la escuela de la carretera ya que suenan más potentes, crudos y brutos que en “Death By Burning” y las canciones han ganado a nivel compositivo. Estilísticamente no hay grandes cambios; Mantar ahondan en su propuesta -esa de la que ellos mismos hacen gala cuando son una banda de dos integrantes, sin bajo en estudio o en directo y haciendo de ello su elemento diferenciador- y “Ode To The Flame” no es más que una continuación del anterior (otra vez con el fuego como protagonista en su título) y esa mezcla de black, groove y doom convenientemente agitada con la nerviosa actitud punk y esos riffs de Hanno que denotan su querencia por el rock más clásico que nos confirmó en persona cuando pudimos hablar con él y, tras entrevistarles, nos enseñaba orgulloso su tatuaje de AC/DC en la muñeca o nos aseguraba que el riff de “Cult Witness” no era más que un homenaje a Led Zeppelin y su “Immigrant Song”. Y es que en “Ode To The Flame” el sonido sube de volumen, hay más oscuridad (como muestra su sencilla portada, quizá el único punto flaco de esta segunda entrega tras la bonita y efectista del anterior, “Death By Burning”, obra del artista Aron Wiesenfeld) y en esa buscada pesadez de sus canciones sigue habiendo grandísimos riffs de Hanno con momentos verdaderamente épicos mientras Erinc convierte la batería en un auténtico monstruo.

“Carnal Rising” sirve de manera excepcional como introducción con Erinc entrando como un elefante en una cacharrería, dejando poco más de un minuto para que Hanno se desgarre la garganta, justo antes de que comience de verdad este “Ode To The Flame” con “Praise the Plague” en la que ya podemos apreciar ese salto cuantitativo en la composición del que antes escribía y en la que Hanno vuelve a brillar con luz propia en esos riffs (pesados a veces; de cariz más ‘hard’ en otras) o el himno que es “Era Borealis”, en la que inteligentemente bajan de revoluciones para acertar en el blanco con un estribillo tan pegadizo como rotundo. Nada es por casualidad en Mantar que ya habían coqueteado con ello en “Death By Burning” solo que aquí no se trata tan sólo de una guitarra efectista o una potente batería sino que la canción está escrita para atrapar al oyente. Los más acostumbrados al dúo se sorprenderán de la pesadísima y lenta labor de Erinc pero también de cómo resuelve el fraseo de Hanno: “This is Era Boreales, This is DEATH ÜBER ALLES!!!…”

Tras ella nos encontramos a Mantar en su faceta más doom en ”The Hint” con la sorpresa añadida de haber incluído arreglos en sus últimos segundos para “engordar” aún más su sonido. Mientras que en “Born Reversed” suben el ‘tempo’ y firman un riff por el que Andrew Stockdale de Wolfmother habría matado pero lo transforman en una canción a medio camino entre el black, el stoner y el groove que suena crudísima y agresiva para subir, aún más, la apuesta con “Oz” en la que Hanno convierte sus habituales riffs en el pulso nervioso con el que la abre, teniendo tres partes bien definifidas que enriquecen la canción y nos muestran la amplitud de miras del dúo.

La gran sorpresa de “Ode To The Flame” puede que sea ese órgano con el que comienza “I, Omen” y con el que ya han jugado en varias canciones de “Ode To The Flame” que, por muy lúgubre que suene, de poco sirve para advertirnos de lo que se nos viene encima con uno de los temas más intensos y violentos del álbum. Pero Mantar no son de esas bandas que, según encaran el final del álbum o su propio concierto, bajen de ritmo y buen ejemplo de ello es la punky “Cross the Cross” o ese gordísimo riff, digno heredero de Celtic Frost, que suena en “Schwanenstein”, al que envuelven de arreglos que le confieren aún mayor dramatismo a toda la canción o ese final de partida con “Sundowning” y todo el influjo doom y sludge del que son capaces de transmitir que, aunque no tenga la magia de “White Nights” o la intensidad de “March Of The Crows”, hace que volvamos otra vez a escuchar “Carnal Rising” y nos sumerjamos en la experiencia que supone escuchar de nuevo el disco al completo.

“Ode To The Flame” es la clara demostración de que el primer álbum de Hanno y Erinc no fue tan sólo un espejismo sino que detrás de Mantar hay un par de grandes músicos que, en tan sólo dos años, han crecido y han sabido llevar su propuesta a otro nivel. Es verdad lo que se dice de ellos; "son un dúo que transmite mucho más que la mayoría de bandas de cuatro y cinco integrantes". Puede que no tengan bajo pero a Darkthrone tampoco les hizo falta nunca...
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