Crítica: Caladan Brood "Echoes Of Battle"

Aunque parezca mentira, el punto fuerte del Black Metal es precisamente también su punto débil y es que todo aquel que se refugie en él buscando nuevas emociones, tras la subida de adrenalina inicial, se encontrará con un género mayoritariamente ya rancio cuyo impacto, sin embargo, sigue aumentando y ha pasado de ser algo underground o contracultural para, desde hace muchos años, asimilarse como producto para la gran audiencia, metalera pero igualmente extensa o, por lo menos, muy superior en número a todos aquellos aficionados que empezaron a escuchar del género allá por primeros de los noventa. Así, nos encontramos todo tipo de bandas que se copian entre sí y repiten los mismos comportamientos filosóficos y estéticos (cuando no musicales) sin aportar nada nuevo. Es difícil encontrar a otros Darkthrone o Mayhem pero sí a muchísimos grupos actuales que  se plagian entre sí y el futuro del Black parece pertenecer únicamente a aquellos que experimentan, fusionan o intentan aportar algo nuevo. Caladan Brood son de Salt Lake City (curioso origen para una banda de Black, no sólo por la nacionalidad que ya sabemos que ahora cualquiera hace Black Metal sino por ser la ciudad mormona por excelencia. Me pregunto cómo habrán podido sobrevivir los miembros de Caladan Brood o si, por el contrario, son devotos de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, las enseñanzas de Joseph Smith y practican su Metal pagano en la intimidad de sus garajes o si, por el contrario, son como Vikernes, Euronymous o Faust y su música es el fiel reflejo de sus creencias en un sitio como Salt Lake. De cualquier forma, debe ser complejo ser  aficionado al Metal allí) y son un dúo formado por Mortal Sword y Shield Anvil (sí, así son sus nombres artísticos) quienes se ocupan de las voces y guitarras, siendo este último quien toca también el bajo y los teclados.

“Echoes Of Battle” es un disco excesivo en todos los sentidos: la duración de muchos de sus temas es exagerada, la base rítmica es monótona en su buscada poca variedad para hacernos entrar en trance cuando lo que a veces logra es un estado de letargo, las voces podrían resultar una caricatura y sufren un exceso de reverberación en sus coros, el sonido es evocador pero no todo lo rico que debiera pecando la producción de plana en algún que otro momento, la lírica es tan épica y teñida por la literatura fantástica (toman su nombre de la saga del reino de Malaz de los libros de Steven Erikson) que a veces puede resultar poco creíble y las fotos de los autores son exagerados contraluces en lo que parecen dos seres sacados de Warhammer. ¿Cuál es el resultado? Jodidamente fantásico.

Podría parecer que todo esto jugaría en su contra, que las referencias a Moonsorrow, Solstafir, Summoning, Bathory, Tyr o  Agalloch rápidamente les haría ubicarse como unos meros imitadores o un grupo de segunda categoría pero “Echoes Of Battle” aprueba con nota precisamente gracias a la magia que consigue capturar, la alquimia lograda entre Sword y Anvil y todas esas influencias de las que el grupo parece ser claro admirador las convierten en algo tan suya que logran ser herederos y portar el cetro. ¿Quién nos iba decir que una pareja de Salt Lake City fuese hacer uno de los mejores discos de Metal del año pasado y que, encima, sería reverenciado como una vuelta de tuerca al género más melódico del Black Metal depresivo, nostálgico y atmosférico? Quizá, el único talón de Aquiles del disco es que Caladan Brood han logrado un álbum coherente en sí mismo, bien estructurado y equilibrado, en el que los singles no son todo lo claros que deberían ser ya que las canciones tienen sentido en el contexto del álbum y no de manera independiente y lo que en un principio podría parecer que juega en su contra, convierte “Echoes Of Battle” en toda una experiencia, en uno de esos discos para sentarse a escuchar, reflexionar y disfrutar porque, igual que ocurre con “Filosofem” de Burzum, consigue llevarte muy lejos y te adentra en el bosque gracias a sus teclados, atmósferas y guitarras. El grado de introspección en “Echoes Of Battle” es tan alto que, cuando termina el disco, cuesta arrancar y darse cuenta uno de que ha vuelto a la realidad y sólo queda una cosa: volver a escucharlo.

"City Of Azure Fire" es hipnótica desde la introducción del piano y cuando la batería programada nos golpea es como si un una intensa lluvia anunciase un terremoto en mitad del bucólico bosque de la portada. Es una maravilla, plomiza, gris y con una voz que, aunque forzada, pronto ve su contrapunto en unos coros más cercanos al Viking Metal que al Black, las guitarras no se muestran en todo su esplendor porque esa no es la intención de Caladan Brood sino la de "pintar" con ruido mientras el piano dibuja la melodía y los arreglos se solapan para dotar a la pieza de ese regusto épico que calará de principio a fin "Echoes Of Battle", diez minutos que pasan en un santiamén.

La canción homónima al disco, se abre de manera angelical y pronto encuentra eco en un piano/sintetizador que poco o nada tiene que ver con el Black. Al minuto de haber arrancado es la guitarra (esta vez feroz en muchos momentos) la que toma el protagonismo y, entre el majestuoso ritmo, los metales "enlatados" y los efectos o samplers de lucha de espadas, conseguimos creer que estamos en mitad de una batalla campal, en un bosque helado y con el relinchar de los caballos como única compañía. Pronto un cambio de ritmo medieval para volver a atacar la pieza con furia y la guitarra rugiendo al más puro estilo "noise".

Los primeros segundos de "Wild Autumn Wind" sí que suenan a Black Metal si no fuese por lo clásico de los acordes y el piano, ¿pero qué más da? Majestuosa gracias a sus coros y, cuando en mitad de la composición, se arrancan con los arreglos de aires sacros rematados por esas voces tan grandilocuentes nos damos cuenta de que nos hemos perdido, para bien, en una canción como "Wild Autumn Wind". Y volvemos, de nuevo, a un acompañamiento medieval e incluso setentero como es el que luce al comienzo de "To Walk the Ashes of Dead Empires" en la que sí podríamos estar hablando de "ambient" o de "Black Metal Atmósférico Melódico-Depresivo" (¿menuda etiqueta más rebuscada, verdad?), pero no todo van a ser texturas y sintetizadores porque pronto la batería se vuelve más bronca y parece que nos está ametrallando entre los árboles. La más épica del álbum -y eso es mucho decir- con unos arreglos auténticamente emocionantes, propios de una película de grandes gestas.

"A Voice Born of Stone and Dust" es adictiva y la que posee más músculo del conjunto (sobre todo después de la introducción) hasta una parte central de influjo oriental y minimalista que casi la convierte en un medio tiempo hasta un solo de guitarra con un Wah-wah (contra toda ley "blacker" auténtica) que le sienta de lujo a la canción y desubica aún más al oyente medio.

¿"Auto-tune" en un disco de Black? Así de sorprendente se muestra "Book Of Fallen" que se destapa como una de las más "movidas" de "Echos Of Battle" y, en la edición especial en vinilo, "Marching Homewards" como versión de Summoning que no aporta demasiado a la original pero que Caladan Brood hacen suya remozando un clásico y revistiéndolo con su producción, un final más que decente para un disco mágico. Puede que el Black Metal no sea la próxima vuelta de tuerca de un género tan amplio como el Metal, que no estemos hablando de los nuevos Darkthrone y no vayan a facturar un disco como "Filosofem" pero mientras haya grupos como Thy Light o Caladan Brood estamos salvados, mejor dicho: estamos "perdidos". "Echos Of Battle" es pura imaginación sin complejos. 


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